Capítulo 3

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Raziel miró a Lucifer con el amor pintado en la cara y se posó una mano en su abultado vientre. Estaba embarazada. De un demonio. De su demonio.

Aunque la felicidad estallaba una y otra vez en su corazón, estaba asustada. Asustada por aquella criatura que ni era ángel, ni era demonio. Pero también estaba asustada por Lucifer y su bebé. Ahora estaban más en peligro que nunca si llegaban a ser descubiertos.

Y es que su bebé era una mestiza. Ella ya sabía que lo que llevaba en su interior era una niña. Pero aún no se lo había dicho al orgulloso papá. Ella ya había elegido el nombre. Katherine. Su significado literal era “la pura”. Era imposible acertar más con el nombre.

Lucifer esperaba con ansía el día en el que pudiera tener a su bebé en brazos. Nunca en su existencia hubiese podido imaginar que estaría enamorado de un ángel y que ésta le diera más felicidad y alegrías que un ejército de diablesas. Iba a ser papá. Por primera vez. De su mujer.

Él se pasaba el día revoloteando a su alrededor, esperando que estuviese lo suficientemente cómoda y segura. También se aseguraba de que nadie, ni demonio ni ángel le iba con el cuento a los superiores, a Miguel y los demás arcángeles.

Tenía siempre demasiado presente la manera que tenían de castigar a los ángeles desleales. Raguel los atravesaba con su espada. Y no quería, ni iba a permitir que eso le sucediera la mujer de su existencia. La mujer que le había enseñado que, si bien los ángeles pueden matar e infligir dolor, los demonios también podían amar.

Qué iluso.

Nunca másDonde viven las historias. Descúbrelo ahora