Cap 3. La Ninja.

56 0 10
                                    

Yo admito que miraba una que otra vez a las chicas jóvenes del primer semestre. Un día desinteresado pase por el salón de un viejo amigo, Axel. Yo estaba en la aula 40 y el en la 39. A la 40 le decía el baño, porque anteriormente era un baño de hombres pero lo adaptaron a salón, así que era un espacio bastante más reducido que los otros salones. En el salón de Axel en un día con clima templado y pocas nubes vi a una chica emo otaku sentada justo en el escritorio. Tenía los ojos más bellos que hubiera visto a mi corta edad de diez y siete años, ojos color entre azul muy claro y verde muy claro, casi gris, pero con un toque especial. Una piel blanca que parecía de porcelana recién moldeada y barnizada. Un cabello oscuro como la noche en la que se le va la luz a toda la cuadra y no hay velas. Una sonrisa que te mataba el pensamiento con solo voltearla a ver, un verdadero tesoro de perlas que es muy difícil de conseguir en una emo. (Por cierto, siempre he tenido ese deseo por las emos, las locas y las que parecen inocentes, y por los ojos de color) Recuerdo que tenía una blusa sin mangas con el escudo del capitán américa. Todo un amor de persona a la vista y al oído. Tenía una voz tan apacible que un trabajo de cuentacuentos o cuidadora de niños le quedaría perfecta.

No tuvimos mucho tiempo de conversar porque ya teníamos clases todos. Me fui a mi aula y ella a la suya. De un momento a otro algo surgió muy dentro de mí, un impulso que me decía que si no le decía algo no despertaría su interés y nunca se fijaría en mí, así que sacrifique mi clase de matemáticas de las cuatro para estar con ella un momento. Mi aula estaba en el tercer piso y el de ella estaba en el primero, así que baje a una velocidad considerable impulsada por deseos amorosos. Pasó que por suerte aun no tenía clase así que platicamos en lo que se metía a su salón. Hasta este momento le pregunté su nombre: Jimena. Duramos veinte minutos hablando de los que nos interesaba y lo que éramos, en margen superficial y amigable. Le confesé que me encantaban sus ojos, y me agradeció como si fuese algo que escuchara a diario. Muy sospechoso. Y decepcionante.

En fin. Después de ese momento de formación de lazos fui a mi clase, que resultó que aún no había empezado, el profe llego tarde afortunadamente. Y ya nada, terminé las clases, me despedí de mis amigos, tomé los respectivos camiones para regresar a mi casa, cené un plato de cereal barato, revisé que mis redes no tuvieran algo de importancia y me fui a dormir.

Me acosté pensando en cómo podía conquistar aquella tierra tan fértil y perfecta. Esa mujer tan hermosa que consiguió mi interés. Y no fue hasta recordé que en el semestre pasado había aprendido que hay distintos tipos de poemas y versos. Los versos rimados, o sea los que tienen rimas, obvio, los versos libres, los que no tiene rima ni métrica, y los blancos, que tienen métrica, pero no rima. El día de las madres le quise intentar escribir un poema que era una mezcla de blanco y libre pero más blanco que libre. Preferiría que tuviera medida y fuera simétrico a que pareciera una carta bien acomodada. Mi madre lloró en cuanto había terminado de leerlo. Siento que fue el mejor regalo que le pude haber hecho yo o que cualquier hijo que tuviera (modestia, ante todo).

Así que esa semana me dediqué a hacerle su poema a Jimena, mi nueva musa. Escribía en mis tiempos libres e incluso en horas de clase. Hacía como que tomaba nota, pero sobreponía mi libreta de ideas y versos en el cuaderno de la materia.

En una noche cuando ya estaba saliendo de la preparatoria la encontré sentada sola en las escaleras que estaban antes de la salida. Como no tenía mucho que hacer no perdí tiempo y me le acerque para conversar. Aparentemente tenía problemas con su celular. A decir verdad, le noté que tenía un teléfono muy malo, funcional para llamadas, pero para nada más, algo muy básico, lo que me hizo pensar: tal vez no se necesite tener dinero para ser bello, pero es una ventaja, y esta chica era un milagro de la genética y la selección natural humana:

- Hola Jime, ¿te molesta si te acompaño en tu fría soledad? (ésta frase en serio se la dije :v)

- Hola Héctor, si claro, siéntate,

- , ¿Qué andas haciendo, te falta saldo? Te presto si quieres.

- Solo estoy esperando a mi papá que se va a tardar un rato, tuvo un problema con su carro, pero ahí viene.

- Uy, bueno, menos mal que ya viene para acá, ¿crees que se tarde mucho?

- Una media hora a lo mucho.

- Oh bueno.

- ¿Y ya saliste?

- Si ya, solo que aún no quiero ir a mi casa, ahorita está algo patas arriba y mi madre esta histérica, prefiero estar aquí y ver a mis amigos.

- ¿No te gusta estar en tu casa?

- Sí, pero no estoy conviviendo lo suficiente con mis amigos, es difícil mantener tantas relaciones estables y fuertes y estudiar sobresalientemente al mismo tiempo. Y dime, ¿tienes algo en lo que gastes tu tiempo mientras no estás en la escuela?

- Pues la verdad no hago mucho.

- ¿Te gusta leer?

- No mucho. Necesito lentes, pero mi papá no me los quiere comprar.

- Pues dile, eso es muy malo, y más si estas estudiando.

- Si ya sé, pero sabe, no se le ve mucho ánimo.

- ¿Y de donde son tus papás?

- De aquí mismo, Guadalajara.

- ¿En serio? Es que yo apostaría a que tienen raíces de Estados Unidos o algo así.

- Nop, son de aquí los dos.

(Sentí como que de alguna forma le ofendió mi curioso comentario) No lo podía creer. Es que simplemente no tiene sentido, no lo entiendo. No es por ofender a ningún hermano mexicano, pero ninguno sale tan bello y claro de piel a no ser que tenga raíces del primer mundo. Mi padre tenía ojos verdes amielados, pero esto es ridículo. Es una verdadera hazaña de la mutación y de la genética.

Platicamos de bobadas unos diez minutos más y de un momento para otro se fue. Ni siquiera dijo "adiós", "nos vemos luego" o un cortés "gracias por estar un rato conmigo". Nada (maldita cabrona indiferente). Me aplico el ninja.

Quería analizar lo que pasó, y lo primero que pensé y que era lo más evidente era que me estaba evadiendo, simple y tristemente no le interesaba yo. Definitivamente tiene problemas en su casa como para no decir un simple adiós a alguien que la estuvo acompañando media hora. Después me di cuenta y me dijeron que le tiene miedo al compromiso. Lo cual encaja perfectamente.

Pasaron unos cuantos días y me decidí a pedirle su face para conocernos más a profundidad. Para mi desgracia y suerte de perro callejero mi amigo Axel estaba charlando con Jime, se llevaban muy bien, pero ese no era el problema, el problema resulto de que él le estaba diciendo a ella que había un amigo que la quería (no hablaba exclusivamente de mí, hablaba también de otro amigo de Axel, y también de mí). Y justo en ese preciso momento llego yo directamente a preguntarle su face. Al salir mi amigo me comenta lo gracioso que fue que yo llegara en el instante que le dijo eso. No me causo una pizca de gracia. Había perdido la confianza y el interés de Jimena.

Me dediqué a maldecir a Axel, maldecirme a mí mismo, y maldecir el momento en el que decidí bajar a hablarle. ¿Por qué? De verdad. ¿POR QUÉ? ¿Cómo pude perder a una chica tan bella y con posibilidades de ser compatibles?

El poema ya no era correspondido por la dueña. 

La Luna Que Nadie Vio ConmigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora