Capítulo 3: La Lucha de la Liberación

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Un nuevo día amanece y la moral de los encarcelados está por las nubes; mientras todos se levantan me pongo de rodillas y dispongo a rezar a Dios, para que nos abrigue con su manto protector, o de lo contrario, que nos acoja en su seno. Pero si salimos de este imprevisto, que lleguemos sanos y salvos a Veracruz. Acompaño esta oración personal con un Padre Nuestro y un Ave María. Una vez hecho​ esto, a planear la huida.

Tras varias horas deliberando para encontrar un plan, hacemos uno que nos convence a todos, dicho plan es básicamente asegurar el barco desde la cubierta de abajo, hacia arriba, obligándolos a refugiarse en la cubierta de popa y poder ahí rodearlos, esperemos que salga bien...

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El atardecer se va acercando poco a poco y con él la hora de escapar de esta infame habitación. Observo como el sol se va escondiendo poco a poco, y con también se van mis esperanzas de salir de aquí y ver a aquella mujer de Caracas una vez más... Este puede ser mi último atardecer, o el primero de una nueva etapa, no estoy seguro.

Estamos todos juntos, unidos como hermanos de armas que somos, viendo como el cielo se va tornando de tonos anaranjados y rosados. He de reconocer que alguna lágrima, furtiva, se me escapa de mis ojos, deseosos de salir de aquí. Espero que sí hoy fallezco y me encuentro con el creador, que aquella mujer que vi en Caracas, de la cual prendido me quedé, tenga una vida feliz y plena. Me limpio y me dirijo a mis hombres

-Vamos muchachos, que este momento no nos ablande, debemos ser fuertes ante los traidores que creíamos nuestros compañeros, nuestros hermanos y debemos mostrarles que luchar contra nosotros es un gran error. Preparaos para una lucha que puede durar bastante tiempo, y si os cansáis en el fervor de la batalla espero que el cansancio agravie vuestras ganas de vencer.

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Empiezo a notar unos golpes en mi brazo, como si alguien me quisiera decir algo, abro el ojo derecho y veo a Garco mover la boca, agito la cabeza y oigo:

-Capitán, despierte, es la hora.

Me había quedado dormido, pero eso ahora mismo da igual.

-¿Ya es el cambio de guardia? ¿Y que hacéis que no estáis atacando? ¡Pardiez Garco!

-¡Al ataque muchachos!

Garco abre la puerta de una patada de tal calibre que casi la desencaja, nos encontramos a dos hombres con sables, mosquetes y pistolas a los que placamos sin pensarlo dos veces, les quitamos las armas y las repartimos, aunque no son muchas, pero suficientes. Iniciamos el camino hacia la cubierta pasando antes por los camarotes de los marineros, entramos en tropel esperando batalla pero lo único que encontramos fue nada, no había absolutamente nadie tan solo un puñado de espadas y armas de fuego, nos abastecimos de ellas y nos armamos hasta arriba de munición. Una vez aprovisionados, atacamos, fuimos directamente a la cubierta superior en el más absoluto silencio, y allí nos encontramos a toda la tripulación, apuntándonos, ¡Estamos rodeados! ¿Como?¿Por que? Alguien nos ha vendido pero, ¿quien? Unas palmadas nos desconcertaron durante unos segundos pero ubicamos rápidamente a su autor, Vélez

-¿Tú?-Pregunté con tono desolador- ¿Porque?

-Sorprendido ¿verdad?  No ha sido fácil ni barato convencer a tus hombres, pero ya ves, aquí están enfrente tuya desafiándote. Todo ser vivo tiene un precio, dime Víctor, ¿Cuál es el tuyo?

-Con que te rindas me conformo -Se ríen todos los amotinados- No es ninguna barbaridad.

-Venga Víctor, te voy a dar una oportunidad, bueno más bien a tus hombres. ¿Estás listo para oirla? - Asiento con la cabeza- Bien, la cuestión es la siguiente: Voy a dejar huir a tus hombres, solo me interesas tú pero si quieres ganarte la libertad deberás luchar contra uno de mis hombres.

Don Víctor Y El San JavierDonde viven las historias. Descúbrelo ahora