Capítulo 4: Veracruz

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-¿Capitán...? ¿Capitán, me oye? Ya estamos en Veracruz, me pidió que le avisara, ¿lo recuerda?
-¿Ya? Que rápido, ¿Cuánto hemos tardado? ¿Como están nuestros prisioneros?
-Han sido 14 días muy tensos señor, los prisioneros no han parado de quejarse del racionamiento y algún soldado me ha solicitado, sin éxito, deshacerse de alguno de ellos, pero por el resto, todo como la seda.
-Perfecto Garco, avise a Maqueda de que me va a acompañar a ver al gobernador.-Garco asiente y se marcha.

De estos últimos días de travesía muchas noches las he pasado en vela, desolado, atormentado por el espíritu de Vélez que me sigue desde que... desde aquel fatídico día, en ese momento algo en mi interior desapareció, murió un pedazo de mi con el. Necesito respirar, ver el cielo y olvidar ese momento de mi vida. Voy saliendo por la puerta de mi camarote hasta la escalera para bajar de barco, donde me espera Maqueda, quien se cuadra al verme.

-Descanse soldado. Le informo que vamos a hacer una primera toma de contacto por la ciudad y posteriormente iremos a dar parte de lo ocurrido al Gobernador.
-Entendido Señor.

Ahora mismo Maqueda es una de las pocas personas en quien confío, sigo vivo gracias a su valentía y ferocidad, y espero devolverle el favor algún día.
Desembarcamos a primera hora de la mañana, poco después del alba y vamos caminando por el muelle observando la ingente cantidad de barco que hay atracados, la mayoría españoles, aunque destacan una Carbela francesa y un par de Carracas holandesas y en la lejanía un navío de línea inglés siendo reparado en dique seco.

En el puerto hay demasiado bullicio, la lonja está trabajando a plena potencia por vender y reabastecer lo vendido de los puestos de venta. Hay pescadores de allí para acá con todo tipo de pescado: lubinas, lenguados, algún pequeño tiburón y una gran y portentosa ballena.
Al salir del puerto se nota mucho más la calma que caracteriza a la ciudad, calles tranquilas, poca delincuencia... pero mucho indígena rebelde en contra del gobernador Hernando Gómez de Higueruela.

La ciudad es una gran representación de cultura, hay españoles, indígenas, africanos, criollos (españoles nacidos en América), mestizos (hijos fruto de españoles e indígenas), mulatos (resultado de la unión de españoles con esclavas africanas) y zambos (surgidos de la relación entre indígenas y africanos).

Al pasar por el Armero me doy cuenta que no le he dado orden a Garco de suministrar el barco y por consiguiente ni de darle dinero para esta tarea. Al entrar en el establecimiento me quedo asombrado por la ingente cantidad de armas de pólvora y sale de mi boca un pequeño suspiro que llama la atención al vendedor que por su mirada firme adivina mis intenciones.

-Maqueda, ve al mostrador y encarga que lleven al San Javier tres cargamento de armas, uno de armas de fuego, otro de floretes y el restante de pólvora. -ordeno con determinación
-A la orden mi Capitán -dice realizando el saludo militar.

Mientras Maqueda despacha el encargo me quedo contemplando la tienda, las paredes están llenas de estantes con todo tipo de armas, en la izquierda nada más entrar hay arcabuces, rifles ornamentados y decorados y pistolas de todo tipo; justo enfrente se encuentran las espadas ordenándolas de arriba hacia abajo, españolas, holandesas, francesas y británicas. Y tras el mostrador hay un estante con dagas y pistolas pequeñas. Miéntras me acerco voy oyendo que Maqueda está terminando de realizar el pedido, me detengo a su izquierda y voy sacando el dinero de la bolsa.

-Me figuro que usted será Don Víctor, señor. ¿Me equivoco? -Alza su mano para estrecharla con la mía.
-Asi es -digo mientras termino el saludo- una pregunta, ¿Dónde queda la taberna en esta ciudad?
-Al salir a la derecha, a pocas calles de aquí caballero. - afirma realizando señas con su mano derecha hacia la izquierda
-Entendido -Digo extrañado mirando a Maqueda- aquí tiene la mitad del dinero de su encargo, obtendrá el resto cuando el cargamento llegue a mi barco.
-Así será Don Víctor.

Salimos del local aliviados por la facilidad de la compra pero inseguros por la dirección que deberíamos tomar. Con una mirada a mi compañero de andadura y sin mediar ni una sola palabra nos dirigimos hacia la derecha rezando a Dios que no nos hubiéramos equivocado y para no perdernos en este lugar. Andamos unas cuatro o cinco calles sin éxito y estamos cerca de perder la esperanza, cuando al fondo escuchamos el bullicio de la gente, pensamos que aquel vocerío era propio de una taberna y allí que fuimos. Al acercarnos oímos:

-"¡Más ron, quiero más ron!"

Sin duda, hemos llegado a la taberna. Cruzamos el umbral que nos separa del mundo civilizado del mundo...  de los borrachos, con la mano en la empuñadura de la daga por si algún borracho delirante intenta agredirnos.
Nos dirigimos a la barra sin contratiempos y hacemos un encargo de ron y algo de alimento para la subsistencia de los marineros. Pero cuando nos dirigimos a la salida con afán de haber salido ilesos de allí, cuatro matones nos cierran el paso armados con botellas rotas y patas de sillas arrancadas. Maqueda hace ademán de sacar las armas pero lo detengo y susurro:

-Déjame intentar solucionar esto por vía diplomática -le digo al oíd- Caballeros, por favor, no armemos jaleo aquí, nadie sale ganando con la violen...

En ese momento uno de los individuos me propina un derechazo que me desestabiliza y obliga a utilizar una silla como apoyo, en ese momento los ojos se me llenan de ira, me incorporo soltando una ligera carcajada, sin levantar mi mano derecha de la silla y cuando se despistan un momento los agresores; miro a Maqueda asintiendo con la cabeza. Acto seguido estrello la silla en la nuca de uno de ellos dejándolo inconsciente tirado en una mesa. Maqueda, armado con una espada en su diestra y con una daga en la zurda, asesta un golpe con la daga en el estomago de uno de los atacantes llenándole de sangre la mano mientras que con la espada realiza una estocada en el brazo de otro de los enemigos. Mientras tanto yo me enzarzo en una pelea cuerpo a cuerpo, el contrario me intenta agredir con una botella puntiaguda, golpe que bloque con el brazo izquierdo y le asesto un derechazo en la nariz, que empieza a sangrar debido a la rotura que le produzco.

Con todos los combatientes doblegados, me crujo las manos; Maqueda enfunda las armas y nos disponemos a salir de la taberna cuando el individuo al que golpeé con la silla vuelve en sí y se abalanza contra nosotros con una furia desmedida. Nuestra reacción fue inmediata, desenfundamos las pistolas disparamos a quemarropa, el cuerpo del sujeto cayó a menos de un metro de nosotros, inerte.

Al salir de la taberna nos encontramos la comitiva del gobernador de patrulla por la ciudad, y decidimos seguirlos hasta nuestro destino común para realizar una audiencia.
Al llegar al palacio los guardias de la entrada nos bloquean la entrada y nos piden los nombres para avisar al gobernador y ver si tenemos una audiencia concertada. Tras una breve espera viene un sirviente de Don Hernando y nos lleva a su despacho para la recepción, nos abre una enorme puerta dorada y allí esta el gobernador sentado en un sillón ante una enorme mesa de roble, diciendo:

-Bienvenidos a mi humilde morada caballeros, ¿Como ha sido el viaje? Les esperábamos hace seis días.

-Ha sido un viaje ajetreado, Señor- digo intentando quitarle importancia al asunto- Interesante, lo sumo.

-¿Como de interesante, Capitán?

-Sufrí un motín Señor Gobernador, pero ya está todo solucionado.

-Me alegro Capitán -afirma con gesto satisfactorio- bien, atendamos el asunto por el que he mandado traerle.

Hace una pequeña pausa y mira a Maqueda para que se vaya, éste me mira a mi y le asiento con la cabeza dándole permiso para ausentarse. Sale por la puerta y el gobernador comienza a hablar

-Llevamos unos meses de intensa lucha con los nativos locales y son un verdadero dolor de cabeza, me gustaría que usted se ocupara de ese problema.

-Con todo el respeto señor Gobernador, soy un marino, no un soldado de tierra. No sé si soy la mejor opción.

-Caballero, su pasado en la Península le precede, y su manejo de las situaciones de riesgo en alta mar es magistral.

-Pero señor no se si...

-A partir de hoy, y si acepta el cargo, será Comandante de la Defensa de la ciudad; y su principal cometido, arremeter contra todo mal que atente contra nuestra paz, ya sea en tierra o mar. ¿Que me dice, Don Víctor? ¿Acepta?

-...

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⏰ Última actualización: Oct 03, 2018 ⏰

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Don Víctor Y El San JavierDonde viven las historias. Descúbrelo ahora