Cuatro.

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Al final, la gripe no tenía relación con su extirpado riñón. Estaba muy aliviado, no podría con los nervios si tuviese que someterse a una operación nuevamente. Los quirófanos eran algo espantoso que le ponían taquicárdico.

Le agradecía a Dios que todo quedase en un simple resfriado.

Hoy había decido ir a trabajar. Ya estaba muchísimo mejor y no quería seguir solo en casa, dándole vueltas a la cabeza y poniéndose peor de lo que ya estaba. Se había duchado, vestido y acababa de tomar una humeante taza de café. También un zumo de naranja.

Ya eran las ocho y media. Zayn no había ido ese día y Liam solo podía agradecerlo. Si que se preguntó el por qué de su ausencia, pero decidió que era mejor no pensar en ello.

Salió por la puerta, cerrándola con llave y saludando a una de las vecinas que acababa de subir por las escaleras. Decidió que prefería el ascensor, no le apetecía bajar escalones. Cuando se paró en la última planta, Liam salió por las puertas metálicas. Revisó su correo y comprobó que no había más que folletos publicitarios.

—Ricura... —una voz grave y aterciopelada fue la que consiguió sobresaltarlo. No le hizo falta mirar a su derecha para comprobar de quien se trataba. Pero aún así, el volteó la cabeza y se sorprendió de lo diferente que lucía su ex-novio. No se había afeitado la barba y la piel debajo de sus ojos se notaba más oscura. Aunque de todas formas, lo sexy no se lo quitaba nadie.

Liam cerró el buzón con fuerza y se dispuso a salir por el portal. Ignorando la presencia de Zayn. Pero el moreno no pudo dejarlo irse. No sin antes hablar cara a cara con el castaño.

—Suéltame —murmuró Liam. Intentado no perder los nervios y comenzar a gritarle todo lo que pasara por su cabeza.

Zayn aflojó el agarre en su brazo.

—Lo siento, Liam —dijo el hombre con la voz rota—. Tienes que perdonadme, amor. Por favor. No lo soporto más. Yo te qui-

Entonces, Liam abofeteó su mejilla. Con los ojos cristalizados y varias lágrimas resbalando por sus blancas mejillas.

—Cállate —contestó Liam—. No se te ocurra volver a llamarme así. Deja de disculparte y mantente alejado de mí, maldita sea. ¡Vete al infierno, Zayn!

El moreno sobó su mejilla, sorprendido. Liam jamás levantó la mano para pegar a nadie y bueno, realmente, se lo merecía por idiota.

—Fue un error. No sabía lo que hacía. Te lo juro, am-... Liam.

El castaño negaba con la cabeza, no queriendo escuchar las palabras de Zayn.

—Mañana iré a tu casa.

Finalmente, el castaño optó por no seguir con la tortura y salió de allí lo más rápido que sus piernas le permitieron. Intentando secar cada una de las lágrimas con la manga de su jersey.

Las ocho y diez «Ziam Mayne»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora