Desde su encuentro el día anterior en el portal de su edificio, Liam no ha sido capaz de no pensar en otra cosa que no tuviera relación con Zayn. Su mente no dejaba de darle vueltas al mismo asunto, y los sentimientos por el moreno no se había esfumado aún. Seguía perdidamente enamorado de él, pero el dolor superaba a su amor y se sentía como un idiota por no se capaz de perdonarlo.
Zayn le demostraba su arrepentimiento cada mañana. Liam sabía que él también lo estaba pasando mal y que nunca se rendía a pesar de los constantes rechazos de Liam.
Toc toc
Liam escondió la cabeza entre sus brazos, pegando las rodillas a su pecho y no queriendo escuchar su voz, taponó sus oídos con las manos temblorosas. Estaba llorando, y Zayn ni siquiera había comenzado a hablar.
—Liam —soltó un largo suspiro—, lo siento. Ayer me golpeaste y me lo tenía bien merecido.
Entonces, Liam escuchó un sollozo al otro lado de la puerta. Sintió su corazón romperse en pedacitos. Jamás escuchó a Zayn llorar, ni siquiera cuando su tía Emma falleció. Él era un chico muy fuerte y si estaba llorando, era porque de verdad lo sentía.
—He estado bebiendo, Liam —dijo con la voz rota—. Toda la noche. Sin parar. Estoy borracho ahora mismo, de hecho. No puedo vivir un segundo más sin poder tocarte. Sin tenerte conmigo, en mis brazos. Mi amor, perdóname. ¿Por qué te cuesta tanto? Yo te quiero, Liam. Te necesito. Te amo.
Te amo. Te amo. Te amo.
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Las ocho y diez «Ziam Mayne»
Hayran Kurgu«Son las ocho y diez, y vuelves otra vez a pedir perdón y van más de quinientas»