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Como dice el dicho: Ten a tus amigos cerca y a tus enemigos, aun más cerca.

Me siento aturdido.

Me siento perdido.

No puedo verla.

Pero sé que está aquí.

Puedo sentir su presencia.

Empiezo a gritar su nombre tan fuerte como mi garganta me lo permite.

Siento mis pulmones arder, pero no me detengo.

Debo protegerla.

Pero no puedo localizarla.

Vuelvo a gritar su nombre esperando, que milagrosamente, responda a mi llamado.

Y es ahí donde la veo.

Tan hermosa como siempre.

Parada en medio del bosque, esta descalza, su ropa está rota y sucia, como si se hubiera rasgado entre las ramas al atravesar el horrible camino hasta aquí.

Pero no se mueve.

Me acerco más hacia ella tratando de tocarla, para saber si está bien a pesar de lo mal de su aspecto, y lo veo.

Detrás de ella, parado a solo centímetros de su cuerpo, tan cerca que puedo ver como las hebras de su cabello se mueven cuando este respira.

No estamos solos.

Me congelo pues no sé cómo actuar.

Mi corazón se acelera y tengo miedo de que este sea el fin, para ambos.

Quiero moverme, quiero gritarle que corra, que ese no soy yo, que le van a hacer daño, quiero que gire su rostro y me mire, que corra a mis brazos pues soy el único que jamás la abandonaría, aunque, tampoco sé si sería capaz de cumplirle eso.

Sus garras se levantan hacia ella, dirección a su cuello, y es ahí cuando reacciono.

NOOOOOOOO

...

Me levanto de golpe, gritando, sudando, puedo sentir las sabanas húmedas por la humedad que desprendió mi cuerpo. Llevaba tiempo sin tener esas pesadillas.

Antes eran solo momentos en la oscuridad del bosque, en otras veía una especie de figura que se tornaba borrosa y desaparecía un par de pasos después.

Pero esta era demasiado real, se sintió diferente y pude verla a ella, no había duda de quién era la chica con la que había soñado.

Trague con dificultad y me removió en la cama, quite las sabanas de mi cuerpo, sentándome al borde de la cama, apoyando los pies en el piso frio. Solté un suspiro pesado y apoye mis codos sobre mis rodillas, pase las manos por el rostro tratando de quitarme la imagen tan vivida de la cabeza.

Charlotte.

No había duda, era ella, ¿pero por qué?

¿Qué hacia ella en mis pesadillas?

Abrí los ojos y mire un punto fijo en la habitación, tal vez la situación se me estaba haciendo más complicada de lo que yo pensaba.

Una luz parpadeo a mi derecha y la percibí por el rabillo del ojo, mi celular descansaba sobre la mesa de noche al lado de mi cama, me indicaba que había recibido un mensaje.

Estrujando mi rostro con una mano, tome el celular con la otra y parpadee un par de veces para que mi vista se acostumbrara al brillo de la pantalla.

Divise el número que tanto me sabía de memoria, que no tenía necesidad de grabarlo.

Abrí el mensaje y fruncí el ceño

- Déjala, ya era hora de que conozca el mundo de donde vino.

No, no, no, ese no era el plan. Ella jamás iba a involucrarse, solo iba a ser alguien que íbamos a utilizar para encontrar a la fuente de todo.

Marque su número y lo llame, pero me mandaba al buzón. Dos. Tres. Cuatro veces. Me estaba evitando, sabía que no estaba de acuerdo con eso. Luego lo buscaría para aclarar todo cara a cara. El no tomaría decisiones así sin consultármelo.

Decidí que lo mejor era prepararme para ir a la escuela y actuar como si nada hubiera pasado. Tal vez si lograba convencer a Lottie que no volviera a ese lugar, nada tendría que salir mal.

La cosa estaba en como haría para que ella confié en mi sin siquiera conocerme.

Sé que era imposible que supiera quien soy, pero yo jamás la había olvidado, esa mirada dulce e ingenua, su torpeza que la hacían en cierta forma un tanto tierna, su sonrisa que te hacía sentir el hombre más afortunado del jodido mundo.

En mi caso sería el niño más afortunado del jodido mundo, ya que ella y yo nos conocimos cuando ambos éramos unos inquietos niños que jugaban a las escondidas en el parque.

Una tarde, mama nos había llevado a mí a Ethan, al parque cerca de nuestra casa. Ethan apenas tenía 3 años, yo tenía 5 a punto de cumplir los 6. Llevaba mi pelota de futbol en las manos para jugar con ella. Mama se sentó en uno de los asientos ubicados al borde del área verde del parque, mientras Ethan y yo nos pasábamos la pelota de un lado al otro.

De un momento a otro escuchamos el llanto de una niña, volví mi rostro hacia mi izquierda y divisé a una pequeña que se había caído del columpio, y estaba llorando a moco tendido en el suelo terroso. Iba a acercarme a ayudarla cuando siento un golpe que me da justo en el rostro. Ethan había pateado un tanto fuerte la pelota y como no estaba prestando atención, esta termino golpeándome.

Terminé tendido en el césped mientras veía estrellitas y pequeños puntos de colores, sentía mi cabeza dar vueltas y tuve que parpadear varias veces para tratar de recuperar un poco la visión.

Sentí unas cálidas manitos tomar mi rostro y mover mi cabello, levanté la mirada y la vi. Parecía un pequeño ángel, parecido a esos que ves en las pinturas de los museos, se veía ligeramente borrosa, pero podía ver lo hermosa que era incluso así.

- ¿Estás bien? – su voz cantarina choco contra mis oídos y me saco una pequeña sonrisa.

- ¿Me morí? – mi voz sonaba pastosa y adormilada.

Una carcajada fue lo que salió de sus labios.

- No, te golpeaste. – me ayudo a sentarme y frunció el ceño – creo que vas a estar bien, ese niño pateo muy fuerte. – apunto a mi hermano con la cabeza, seguí la dirección de su señal y vi a Ethan mirarme asustado sin querer acercarse, debe de haber pensado lo mismo que yo y que me había matado de un pelotazo. Volví a mirarla.

- Tú también te golpeaste – le dije elevando mis manitas y tratar de limpiar el rastro seco que sus lágrimas habían dejado.

- Sí, pero no tan fuerte como tu – me respondió con una sonrisa.

- Vamos Lottie – escuchamos a lo lejos.

- Ese es mi papa, tengo que irme – se pone de pie y me da una mano para ayudarme.

- Gracias – le dije cuando me levanté, sin soltar su mano.

- No fue nada – me sonrió y empezó a caminar lejos – Nos vemos – gira su rostro y se despide de mi con la mano antes de correr y tomar la mano de su padre.

- Nos vemos, Lotee. – respondí en voz baja.

Podría decir que ese día me enamore de ella, pero eso sería mentir. La verdad es que si, quede fascinado con ese pequeño ángel, pero la vida a veces se encarga de mostrarnos que no todos somos dignos de querer un ángel, de tener un ángel, de amar a un ángel. Sería muy egoísta de mi parte y sé muy bien que no soy digno de ella, que he hecho muchas cosas malas, cosas de las que me arrepiento pero que no puedo cambiar.

Yo no puedo amarla, sé que si se acerca demasiado a mi terminare siendo su destrucción. 



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MARCADOS: Lux In Tenebris Donde viven las historias. Descúbrelo ahora