Capítulo 43

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No era mi cuerpo en el que me encontré al abrir los ojos y adentrarme en el sueño. Lo supe por la suprema ligereza de mi cuerpo... y porque, para mantenerme en el aire, movía mis hombros como si mis brazos fuesen alas hechas de espeso plumaje.

El cantar de un pájaro a mi izquierda provocó que realizase un giro brusco de cabeza para mirar en su dirección. Y luego, otro; el mismo cantar, solo que con un tono diferente.

Tardé unos segundos en comprender lo que me decían. Me quedé sin aliento.

—¿Samanda?

Inconscientemente, retrocedí. En frente de mí, una numerosa bandada de pájaros me analizaba con la mirada, sin perder el ritmo de su batir de alas. ¿Por qué hablaban? ¿Por qué yo les entendía?

—¿Pero qué...?—empecé a preguntar.

Y entonces, lo vi.

Aquellos pájaros no tenían los ojos completamente negros que caracterizaban a las aves. No, aquellos ojos, aquella treintena—más o menos, no me paré a contarlos—de ojos que me miraban, eran definitivamente humanos.

—¿Samanda?—volvió a llamarme el halcón de pelaje escarlata que lideraba  resto, el cual estaba siendo bastante insistente en atraer mi atención.

Lo fulminé con la mirada, todavía confusa por lo que veía en frente de mí. Pero reconocí esos ojos. Vaya que los reconocí. Y me quedé en blanco, porque no podía ser...

—Oh, por los Originales—siguió diciendo el líder de aquel variopinto y bizarro grupo de aves—. Ya ha empezado. Debemos... debemos ir más rápido. Samanda...—una nota de preocupación se notó en su voz al volver a decir mi nombre, como si esperase que fuese a reaccionar. ¿Cómo iba a reaccionar, si era...?—. ¡Samanda!

Pero me había quedado en shock. Y el hilo de la consciencia tiraba de mí para sacarme de aquel mar de confusión.

Y no pude oír las explicaciones que iban a salir de aquel pico oscuro.

Había sangre a mi alrededor, mojándome las pestañas, el pelo y la boca. ¿De dónde salía tanta?

El mareo que provocó mi intento de incorporarme me dijo todo lo que tenía que saber: el golpe en la cabeza. Eso había sido.

Una mano cálida me rozó el hombro.

—Eh, tranquila. Levántate despacio. Has perdido mucha sangre.

Haciendo caso omiso de sus palabras, me incorporé y, quitándome el pelo de la cara, le lancé dagas con la mirada.

—¿Y ahora ayudas, Mireia? ¿En serio?

La vergüenza se extendió por todo su rostro en cuestión de instantes. Vergüenza y culpabilidad.

—Lo siento, ¿vale? Lo importante es que... ahora he hecho algo al respecto—sus últimas palabras fueron acompañadas de un movimiento de cabeza, invitándome a mirar por encima de su hombro.

Y allí estaba el estúpido de Zev, sepultado tras un deforme complejo de tentáculos de metal que abrazaban su cuerpo.

Me giré hacia ella y en sus facciones vi una extraña mezcla de emociones. ¿Por que no había únicamente hostilidad cuando miraba a Zev? ¿Por qué se conocían? Aquellas preguntas exigían una respuesta inmediata. Y Mireia lo sabía.

Alas de papel #AllInAwards  #CarrotAwards2016Donde viven las historias. Descúbrelo ahora