VII Las calles rotas

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Portones,

techos de hollín,

caminos de piedras.


Humedad en los jardines,

campanadas acústicas en la plaza

y la misma luna.


Un espejismo adormecido

en los salones ondas de agua,

y una sed de letras dadas a luz;

ordenanzas del desvelo, absuelta el hambre.


Bálsamos de juventud,

un dulce arrullo,

y las pequeñas ropas acomodadas en un cajón.


Pan sobre la mesa,

cuadernos con trazos de vocales

y un lecho a tu lado.


Las avenidas dispuestas,

velas iluminando al fondo habitaciones,

y el calzado cubierto de lodazal.


Frente a la cerradura,

inútiles herramientas en cada mano,

que locas censuran incrédulas

sobre la sangre vertida.


Faena que turba la noche con sus gritos...

tras, las calle rotas.


Ante el estruendo de la bala,

los cortes pliegues del filo,

el crujir de los huesos,

y el dolor de la carne.


La aversión

se derrite en la lengua;

tomada la vida del otro, del igual...

¡Cuál si fuese un talismán escudo!


Arrebatado el aliento

lo mismo del infante, o la madre,

el joven, del que cede, y de quién se debate.


Saquear las fuerzas

desprendida la piel

por la especie chacales.


En tanto,

nos cubrimos en rostro con las manos;

y el pensamiento se derrama dubitativo

vuelto mirada, invadido el manto del tiempo.


Vosotros,

los que miráis hacia el otro extremo

en tanto todo acontece...

¡Vosotros, quienes sois más!


Sois un molino de plegarias,

una edificación de balcones,

vórtices de cuerdas vocales

al cruce de fronteras que debéis demandar la paz.


-Je demande la paix-

Por Siria y el mundo.

*

Abril 4, 2017

© 2017 Gabriela Ponce de León, La Dama Azul. Todos los derechos reservados.


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