1. Primer día​

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Y así empieza otro lunes de mi aburrida vida, en la que ir al instituto y tener que levantarse a las 7 de la mañana es algo rutinario y tremendamente deprimente. Me encantaría ser como el resto de las chicas, pero el tema de resaltar entre la gente no es que se me dé especialmente bien; yo soy más de quedarme a un lado mirando al resto mientras se relacionan entre ellas. Mi vida no es algo que se pueda definir como interesante o divertida; vivíamos en un chalet a las afueras de la cuidad, pero mi madre nos dejó cuando yo apenas tenía 7 años y mi hermano pequeño, Pablo, 5. Fran (papá) tuvo que vender la casa y compró un piso que estaba bastante cerca del centro de la cuidad.  Digamos que todo esto mi padre no supo llevarlo muy bien… Desde entonces, aunque él nos ha dado todo su amor posible, a mí siempre me ha faltado el amor de mi madre, que por supuesto no me lo da la fresca de Vanessa, la futura prometida de mi padre; a la que encima no le caemos muy bien.
Aunque que quieres que te diga, el sentimiento es recíproco.
Valeria, mi mejor amiga, apareció en mi primer año de insti, para mí es como mi hermana y siempre me ha sido de gran apoyo. Nos conocimos por casualidad en la fila del comedor, ella era un poco tímida pero nada que ver conmigo. Yo no dije ni una palabra, hasta que ella me dijo si me quería sentar con ella en la mesa, lo único que pude decir fue un “sí” prácticamente inaudible. Entonces me sonrió, me dijo donde sentarme y me empezó a contar su vida; en ese instante, supe que tendríamos una amistad sólida y resistente.
Estas tres semanas son las últimas de mi último curso de instituto, y así acabaré con este sufrimiento, ya que dentro de una semana aproximadamente son todos los finales y globales, y todavía no consigo concentrarme.
Cuando llego a clase veo a mi mejor amiga que ya está sentada en nuestro pupitre, que es de esos que son dobles, y parece estar estudiando el final de química. Me siento a su lado y le veo unas ojeras.
- ¿Val que te ha pasado, has visto qué ojeras tienes?
- Lo sé tía, es que estoy demasiado nerviosa por esta mierda, ¿te puedes creer que llevo toda la noche mirando la misma página y no he entendido nada? Estoy desesperada, de verdad.
- Valeria Soto, llevas preparando meses estos exámenes, no puedes ponerte así ahora.
- Ya lo sé, deben de ser los nervios, ya sabes cómo soy, pero gracias Dani, ¿tú que tal lo llevas?
- Pues no muy bien, la verdad, estoy que me va a estallar la cabeza en cualquier momento
- Jajaja no digas tonterías Daniela, siempre sacas dieces, y siempre dices las mismas chorradas unos días antes… - me responde mi mejor amiga riéndose
- No lo sé Val, éstos no son como los demás, aquí nos jugamos tanto…

De repente entra la profesora de filosofía en el aula y todos los alumnos se sientan en sus sitios y se callan. La hora se me hace interminable, ya que ésta es la asignatura que más odio, y cuando al fin acaba la clase casi me entran ganas de dar saltos de alegría; en serio, no hay quién soporte las clases de esta mujer…
El día va pasando y se me hace un poco pesado, suena el timbre de las 3 de la tarde indicando que ha terminado la clase de religión y que nos podemos ir ya a casa, y Val y yo recogemos nuestras cosas y salimos a fuera juntas.
- ¡No me puedo creer que el profesor de religión sea tan guapo! – dice Valeria pensando en alto - ¡no me puedo creer que no te parezca ideal, ni siquiera te parece guapo! – me dice con tono de indignación.
- Ya sabes que cuando hablamos de chicos, tu y yo no nos parecemos en nada – le digo mientras le sonrío a modo de explicación.
- Lo sé Dani, lo sé; pero es que es taaan guapo…
Y desde ese momento, se pasa todo el camino de vuelta a casa explicándome lo guapo que es, lo bonitos que son sus ojos, su mirada… en fin, como si no lo hubiese visto nunca y no fuese mi profesor.

Quédate conmigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora