6. ¡Ni que tuvieras una reputación que mantener!

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Tres horas más tarde, y después de haberme probado toda la ropa de todo el centro comercial, nos decidimos por un pantalón negro largo y un poco flojo que se ciñe en mis tobillos, y una blusa blanca ajustada que lleva con ella una simulación de un colgante grueso con perlas de diversos colores. Para ser sinceros, la ropa me encanta, pero no se si me veré bien con ella puesta.
- Preciosa, ahora nos quedan los zapatos – me dice emocionada
- Dios mio… yo no puedo mas, ¡¡y la fiesta es hoy!!
- Por esa misma razón hay que ir ahora mismo a por ellos
En este preciso momento me estoy acordando de toda la parentela de Valeria, uno por uno, y no les estoy deseando nada bueno.
Entramos en una tienda que tiene todos los tipos de zapatos que te puedas imaginar, y acabamos cogiendo unos negros de charol no muy altos, según mi amiga, y que para mí me parecen una torre Eiffel cada uno, de 9 centímetros aproximadamente, bastante cómodos a decir verdad. Y todo esto, tras haberle dejado bien claro que me negaba a ponerme unos zapatos de tacón de aguja de 14 centímetros de altura… ¿pero quién puede caminar con eso?
- ¡¡¡ Perfecto, qué ganas de que llegue ya la hora de la fiesta!!!  - grita Val con emoción.
- Si tu lo dices… yo ya estoy muerta, y no ha empezado aún
- Deja de quejarte, que ahora viene la mejor parte… ¿cómo te vas a maquillar?
¿QUEEE QUEEEE? Esto tenía que ser una auténtica broma, pero de las de mal gusto… osea, tres horas para comprar una ropa absurda, otra hora para comprar los malditos zapatos… ¡¿Y AHORA PRETENDE MAQUILLARME?!
- No me lo estarás diciendo en serio – le digo con cara seria, juntando las cejas
Valeria me mira con cara de duda, como si no entendiera el porque de mi expresión.
- ¿Pues? ¿No pretenderás ir a la fiesta de fin de curso, en la cual vas a dar a tus compañeros tu última imagen, sin maquillaje? – lo dice con tono irónico, pero yo hago como que no me percato de ello.
- Hmm… pues si, lo cierto es que es lo que tenía pensado – le digo con una sonrisa inocente, como la de una niña pequeña.
- No me lo puedo creer… - dice ella - ¡No me lo puedo creer! – repite con más énfasis, como si no le hubiera escuchado. – Vamos, lo llevas claro si te crees que te voy a dejar venir conmigo a la fiesta sin maquillaje, ¡ahora mismo vamos a comprarte algo!
Lo primero, ni que ella fuera aquí la popular del colegio y tuviera una enorme reputación que mantener; y lo segundo, se que siempre cabía la posibilidad de que pensara que igual no era muy agraciada facialmente, pero con la cara de horror que me acababa de poner al decirle que quería ir sin maquillaje, todas mis dudas se han quedado resueltas, joder que orco soy.
Entramos en una tienda enorme, en la que solo veo estanterías y estanterías llenas de maquillaje y accesorios para maquillarte, y que está repleta de mujeres de todas las edades por todas partes.
Madre de mi vida, la sociedad de hoy en día se va a pique.
Valeria se acerca a una balda en la que se encuentran todos los potes, y de repente parece que se decide por uno y saca el de prueba.
- Vamos a ver cómo te queda este – me dice como si fuera una niña pequeña y me fuera a probar un vestido.
Me lo pruebo en frente de un espejo, y para mi sorpresa, la verdad es que me queda realmente bien, y me disimula un poco las numerosas pecas que tengo en mis mejillas.
- ¿Te gusta? – me pregunta
- La verdad es que no me desagrada – le respondo con una pequeña sonrisa
- Lo sabía, lo sabía, lo sabía – dice, alagándose a si misma por haberme encontrado el adecuado – Bien, ahora que tenemos la base, pasamos a lo siguiente, ¡rímel!
La verdad es que rímel me lo he puesto alguna vez para las típicas quedadas de verano por la noche, pero bueno, que tampoco somos uña y carne. Val, muy emocionada por la situación, me acerca a la sección del rímel, que está junto a los pintalabios, por lo cual, a mi amiga no se le va a olvidar mirarlos.
Le doy las gracias al que organizó la tienda, nótese el sarcasmo.
Yo me quedo observando fijamente todos los tipos de rímel que hay, mientras, al parecer, mi amiga me va explicando la diferencia entre cada uno de ellos.
Y yo pensando que eran todos iguales, muy bien Dani.
- Dani, ¿me estas prestando atención? – me pregunta ella con un tono que muestra un poco de irritación.
- Por supuesto, es solo que estaba pensando en cuál me iba a quedar mejor – le digo intentando que parezca la verdad.
Mi amiga, que me conoce casi mejor que yo a mí misma, me mira con cara de cómplice.
- Si si, lo que tú digas. Ahora vamos a ver cómo te sienta este.
Estamos probándonos las diferentes máscaras de pestañas durante más de diez minutos, ya que mi amiga aprovecha también, hasta que de repente me aplico uno que realmente me gusta.
- ¿Qué te parece, Val?
- Wow, ¡te sienta realmente bien Dani! – me dice muy ilusionada - Cógelo y vamos a ponernos con los pintalabios.
Sinceramente, de todo el mundo del maquillaje, el pintalabios es el elemento que más inútil me parece, ya que o estas pintándote durante toda la noche para que siempre esté perfecto, o cada vez que bebes o te limpias con una servilleta dejas una marca. Muchas veces, para cuando es Nochevieja, Navidad o el cumple de alguna amiga (que son las únicas situaciones en las que me maquillo), lo que suelo aplicarme es un brillo de labios suave y sencillo.
Val me enseña primero una barra color granate, e inmediatamente me recuerda a cuando mi abuela venía de trabajar y me daba un beso en la mejilla y me dejaba toda la marca en la cara.
Qué horror.
- Ese ni de broma – le digo muy seria, y se da cuenta de que no me gusta de verdad y se pone en busca de otro.
- ¿Qué te parece este? – me pregunta mientras sostiene una barra rojo carmín en su mano derecha.
Lo cierto era que ese no me disgustaba, aunque quizá fuera un poco atrevido.
Todas mis compañeras van a ir con grandes escotes, y faldas que parecerán cinturones, pero sí, yo por lo que me preocupo es por si el pintalabios quizá es demasiado atrevido.
- No me disgusta la verdad – le respondo
- Bien, bien, bien… Pues venga, vamos a pagar que ahora si que te vienes a mi casa, todavía nos quedan los accesorios – me dice ella toda emocionada
Pero se puede saber lo que le gusta a esta mujer organizarlo todo, madre mía, me agota.

Quédate conmigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora