Primera Parte

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La escucho reír y comentarle a sus amigas lo que hizo este fin de semana, mientras me paseo nerviosamente por el jardín delantero de su Facultad. Mis manos comienzan a temblar y el ritmo de mi corazón parece una ametralladora. Tengo que decírselo ahora, ¡no aguanto más!

Hoy es catorce de febrero, ya son un poco más de las siete de la tarde y necesito que ella lo sepa, lo que pienso, lo que me hace sentir...

Me muevo rápido para calmarme y en eso, colisiono bruscamente con una chica que pierde el equilibrio y se cae. Sus libros están por todo el piso, me agacho para juntarlos. La chica se levanta rápidamente, sacudiéndose la ropa. Le pido disculpas pero no me paro a escuchar si me responde o no, porque mis ojos siguen puestos en el pasillo, en la sombra de ella y la de sus amigas chillonas.

Cuando la chica que choqué comienza a caminar, apurada para entrar a la Facu, un objeto blanco y elástico en el piso me llama la atención. Es una goma para el pelo. Lo agarro y pienso en llamarla pero, con la ola de chicos saliendo del edificio, no puedo distinguirla y olvido cómo va vestida. Si es que en algún momento la miré.

—¿Denis? —me llama alguien desde un costado.

Guardo la goma para el pelo en el bolsillo de mi pantalón y me giro para encontrarla frunciéndome el ceño.

—Hola Rebe —sonrío tontamente. Y siento como mis dientes se aprietan con fuerza, esperando que no se note lo nervioso que me pone.

Rebe se cruza de brazos, luciendo confundida.

—¿Qué hacés acá? ¿Viniste con Germán?

Casi olvido mencionar que Rebe es la hermana menor de mi mejor amigo, Germán. Nuestros viejos son amigos desde la escuela primaria y, desde entonces, nuestras familias inseparables.

Ella, Germán y yo solíamos pasar mucho tiempo juntos, nos juntábamos a comer, a jugar a la play, al ping pong, mirar películas de terror y seguir comiendo. Los padres de su amigo eran muy estrictos con Rebe y ella se volvió rebelde sin causa, usando ropa oscura y maquillaje oscuro.

Y cuando cumplió dieciséis, la transfirieron a otro colegio. Ahí fue cuando comenzó el verdadero y desafiante cambio. Se cansó de nuestra rutina y de las cosas que nos gustaban. Después empezaron a gustarle otro tipo de cosas, haciendo otras amistades y así, de a poquito, fue dejándonos de lado. Ya no jugaba con nosotros en la pieza, solo aparecía cuando estaba aburrida o los fines de semana cuando esperaba a alguna de sus amigas muy tarde en la noche para salir por la ventana.

De ser una chica a la que solo le importaban los comics y comer pizza, pasó a ser una piba a la que solo le interesaban la birra y el boliche. De usar ropa suelta y vivir con el pelo desordenado, pasó a usar conjuntos ajustados y provocativos. De ser una chica alegre con risa contagiosa, pasó a convertirse en alguien grosera e histérica; pero aun así, con muchos cambios fugaces y repentinos de humor, me gusta.

Me gustó desde el momento en que vi ese pelo rubio dorado corriendo en la noche previa a la Navidad en mi casa cuando tenía diez. Me gustó cuando tenía la costumbre darme un abrazo de oso cada vez que entraba a su casa. Me gustó cuando entró a la pieza de Germán para retarnos por tener el volumen alto (entiéndanme, era el juego nuevo del Pes y estábamos emocionados) y nos reímos porque tenía toda su cara manchada con pintura corrida. Me gustó incluso el último día que estuvo en el colegio y, mientras me abrazaba, me susurró: "Gracias por nunca juzgarme, sin importar cuántas cagadas se mande ni lo mucho que decepcione a mi familia".

Nunca sería capaz de hacerlo. Me gusta incluso ahora, por más que se vea molesta porque aparecí sin avisar. Pero todo lo que estoy pensando no es lo que precisamente sale de mi boca.

—No, no, él no vino conmigo. En realidad, vine a verte porque... necesito tu ayuda.

—Ah, bueno —ella se acerca para susurrarme y mi pulso parece detenerse cuando su perfume dulce y adictivo me llena—, ¿qué pasa? ¿Problemas en casa?

—No, no es nada malo. Es que... quiero comprarle un regalo a mamá, ya sabés, por San Valentín.

Y ahí va mi peor excusa, pero es que estoy heladísimo. No poder expresarme bien cuando la veo, me bloquea. Dije lo que no debí decir por miedo y sí, lo admito: soy un cobarde.

La sonrisa divertida e infantil que sale de su boca me deja aturdido de emoción y me sorprendo cuando se abalanza para abrazarme por el cuello. Su estatura de 1.75 es tan idéntica a la mía que su pelo roza mi cara.

—¡Sí, obvio que te acompaño! —dice—. Aparte, tengo que comprar un regalo también, así que ¡vamos! —genial. Probablemente tampoco le compró nada a los suyos. Me agarra del brazo para cruzar de calle— ¡No perdamos tiempo!

En el camino, me cuenta lo frustrada que se siente por tener que pasar horas y horas encerrada en su pieza estudiando. Y la entiendo. También estuve así durante los primeros años cuando hice la carrera de Contador Público. Los nervios, la ansiedad, el miedo de no llegar. Son muchos temas nuevos y complejos, sobre todo para quien termina recientemente el secundario. Lo bueno es que cuando Rebe se propone algo, no para hasta conseguirlo y eso es... admirable.

Si algo nos enseñaron desde chicos, es que: "cada esfuerzo que hagas, por más mínimo que sea, indudablemente tendrá su recompensa". Y aunque intenta ocultarse bajo esa fachada superficial, es bastante inteligente.

—¿Qué te parece éste? —me pregunta, sacándome de mis pensamientos.

Mis ojos aterrizan en el llavero blanco con corazones que mueve rápido, y con entusiasmo, frente a mi cara. Tiene grabadas las letras "SV" por el día y a ella parece gustarle mucho.

Levanto mis hombros, dándole poca importancia, a lo que Rebe toma obviamente como un sí para sumarlo al canasto. Mientras nos movemos hacia otra sección, noto que en este lugar parecen tomarse el día muy en serio y, no me odien, pero me repugnan los chocolates, los carteles de amor, ver a tantos hombres corriendo de florería en florería, parejas en la calle aparentando ser felices sólo porque llegó el día. ¿Qué puedo decir? No son lo mío. Pero me hice la "auto-promesa" de que éste año iba a portarme bien, ser más atento y caballeroso, por Rebe. Porque, tan simple como suena, se lo merece todo.

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¡Hola mis bellos y queridos lectores! ^^

Ha pasado un tiempo, lo sé. Créanme que lo sé! Pero volví, con un cuento hermoso que contiene dos partes, así que espero que les guste muuucho y me ayuden poniendo su estrellita (*) 

¡Gracias por leerme! Espero que tengan un hermoso fin de semana  :)


  —P R I ✌    

Un atípico 14 de FebreroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora