Antes de preocuparme de como filtraría mi arma a la casa de los Harrington, dedique la tarde a cocinar una lasagna. Mi madre me enseñó la receta y cada vez que la preparaba, yo estaba ahí para ayudarla. Y siendo las únicas dos que saben -o sabían- la receta, sentí cierta presión al rendirle honor a uno de los platillos favoritos de mi madre. Era perfeccionista para muchas cosas y la cocina no era una excepción.
Finn solía decirme que había sacado eso de nuestra madre, ademas del carácter y la belleza.– Eso huele delicioso– decretó mi hermano, apareciéndose en la cocina. Lo miré y él me devolvió una dulce y cariñosa mirada– Mamá estaría orgullosa.
– De ambos– corregí yo, doblando el repasador y dejándolo prolijamente junto a la cocina– Gracias.
– ¿Porqué?– preguntó, cruzándose de brazos y restando su peso contra la mesada.
– Por ser fuerte. Por los dos.
– Tu no eres menos fuerte que yo– aclaró él, arqueando la cejas y hablando con una voz suave y calmada– Pero agota ser fuerte todo el tiempo, ¿sabes?
– Lo sé. Por eso te lo agradezco – mi voz se quebró levemente y Finn pareció notarlo. Se acercó y tiró de mí, resguardandome en sus brazos en un protector abrazo. Le devolví el abrazo, y suspire contra su pecho. Senti su mentón posarse sobre mi cabeza y su respiración voló un par de cabellos–– Ya– dije apartándome y girandome hacia la cocina– O la lasagna se me quemará.
– Sé que no te agrada la regla de "cero armas en nuestra casa" que impusieron los Harrington. Y te conozco; sé que no irás con las manos vacías – lo miré un momento y en su rostro la seriedad se hizo a un lado, una sonrisa tomando lugar– Y yo tampoco lo haré– dejó su pistola sobre la mesada y agregó: – Pero debes ayudarme a que el arma no se note bajo mi ropa.(...)
– ¿Por qué se tardan tanto? La fuente me está quemando las manos– me quejé, parada junto a Finn frente a la puerta de los Harrington. Una sonrisa algo forzada se me formó al abrirse dicha puerta, revelando los rostros de el señor y la señora Harrington.
– ¡Bienvenidos!– exclamó la mujer en un tono de voz demasiado elevado. Estábamos delante suyo, no a tres cuadras de distancia.– ¡Pasen, por favor!
– Y sientanse como en su casa por esta noche– agregó el señor Harrington. Mi hermano y el hombre estrecharon manos y la señora Harrington tomó la fuente de vidrio de mis manos. Agité mis manos y sonreí nuevamente
– ¿Que nos preparó para esta noche, jovencita?
– Una lasaña; receta especial de la familia.
– Será un honor poder degustarla, estoy segura. Pasa, adelante.
La señora Harrington se dirigió a la cocina y su marido charlaba enérgicamente con mi hermano. Finn le comentó con mas detalle de nuestro improvisto y la expresión seria del hombre denotaba el disgusto hacia la situación en la que nos habían puesto.
– Lo que les hicieron fue despreciable, Finn. No podría estar mas disgustado– negó con la cabeza, sus cejas frunciendose, casi ocultando sus diminutos ojos oscuros– Pero no se hable mas de ello. Están con nosotros esta noche y nadie nunca a traspasado esta casa con el sistema activado. Tuve la suerte de poder hacerle unas mejoras este año. Instalé mas cámaras de seguridad en el fondo, el cual hasta ahora era nuestro punto ciego. Pero por Dios, que descortés soy. Disculpenme... ¿Les ofrezco algo para beber?
– Yo estoy bien, gracias– respondió mi hermano.
– ¿Señorita?
– Un vaso de agua. Por favor – agregué instantes después.El señor Harrington asintió y se dirigió a la cocina. Observé la casa con aire curioso. Era de decoración simple, muebles modernos y aspecto pulcro y perfeccionista.
Mi mirada se posó en una joven de quizá unos doce, trece años de edad. Su cabello era un sin fin de rulos morochos y su tez olivácea hacia resaltar aun más sus brillantes ojos turquesas.
Me miró tímidamente y le sonreí amigablemente. Desapareció tras una pared que conectaba el pasillo principal con el resto de la casa. Acomodé mi cartera y presione mi mano levemente contra ella, sintiendo parte de la pistola dentro de la misma. Al volver con el vaso con agua, apreté mis labios y corrí la cartera a la parte posterior de mi cintura.
– Gracias, señor Harrington.
– Puedes llamarme Harold si la lengua se te cansa, aunque no hay mucha diferencia entre el nombre y el apellido – bromeó éste.
– Me ahorraré tres letras y lo llamaré Harold.
– ¿Se acercan a cenar? O la comida se enfriará– exclamó la señora Harrington. Finn preguntó por el baño y Harold le indicó amablemente.Tanta amabilidad y tranquilidad en la noche mas sangrienta del año no pegaba. No estaba acostumbrada a tanta formalidad en estas fechas. Y tenia mil y una razones para sospechar de la tranquilidad de los demás, porque como ya dije, toda tranquilidad es nula o falsa. Me senté junto a la joven, la cual me miro, curiosidad desbordando los ojos.
– ¿Tengo algo en la cara?– pregunté. La niña sonrió y negó con la cabeza, sus rulos balanceándose con gracia y un pequeño hoyuelo formándose en su mejilla izquierda.
– Melissa, tu plato– le pidió su madre, extendiendo su brazo sobre la mesa y doblando sus dedos. La niña alzó el plato de porcelana e indicó que le sirvieran una porción de lasaña. Pude notar cómo miraba atenta a la generosa porción ser colocada en su plato, hilos de queso derretido estirándose desde la fuente de vidrio.Mi hermano volvió y se sentó en la punta de la mesa, junto a mí. Se acomodo en su silla y la señora Harrington pidió mi plato.
– Esto está delicioso, mamá – pronuncio la niña, partiendo otro jugoso pedazo de la lasaña.
– Creo que debes decirle eso a la chica a tu lado– indicó la mujer. La niña se giró a verme, la sorpresa presente en sus perlas color turquesa.
– Eres muy buena cocinando. Esta riquísimo.
– Muchas gracias– reí, halagada ante las palabras de la chica– Mi mamá me enseño a cocinarla.
– ¿Y dónde está ella?
– ¡Melissa!– exclamó su madre.
– No hay cuidado – me adelanté a decir, un vacío en mi estómago formándose. Miré al plato de la chica antes de mirarla y responderle:– Ella no pudo venir hoy.
– Quería felicitarla por enseñarte tan bien– dijo la niña en voz baja, mirando a la madre de reojo. Sonreí con un nudo en la garganta y sentía la mirada de mi hermano del otro lado de la mesa.
– Se lo diré de mi parte cuando la vea.---------------------------------------
Ya en el próximo empieza lo interesante, lo juro. Pero quiero construir bien la historia antes de que aparezca Cam y los problemas empiecen (no exactamente en ese orden).
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Doce horas ©
FanfictionLa fecha anual de 'La Purga' se acerca. La tensión y el miedo aumenta mientras el pueblo cuenta las horas para que el caos se desate en las calles. Y cuando el día recae y las sirenas anuncian el comienzo de las doce horas, en donde todo crimen es l...