4. 12 horas

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La cena transcurrió rápidamente, sonidos de platos y cubiertos chocando y tintineando y breves charlas que quedaban en el aire espeso del comedor. El reloj era observado con nerviosidad muy seguidamente, tanto por los Harrington así como por mí y mi hermano.
— Querido, deberías cerrar ya la casa. Quedan quince minutos.

Mi corazón dio un doloroso vuelco de nerviosismo y miré a mi hermano apretando los labios. Intercambiamos miradas y la señora Harrington, o Claire, lo notó y quiso cambiar el ambiente.
— ¿Que tal algo de helado para esas caras largas? — su hija por supuesto no se negó. Y aunque estaba tentada por la crema helada, tuve que negarme, pues mi estómago estaba en su máxima capacidad. Finn aceptó con modestia y le sonrió a Melissa.
— Espero que tengan de chocolate.
— Prefiero la menta granizada— acotó la joven, quién buscaba en el menú de la televisión alguna programación para matar el tiempo.
— Es mi sabor favorito— comenté, la niña mirándome y sonriendo, alegre de tener a alguien en su equipo.

Pronto un sonido mecánico irrumpió por toda la casa y unas persianas metálicas comenzaron a bajar, cubriendo ventanas y puertas. Un craqueo sonó al llegar estas al piso, seguido de un 'bip bip'. La casa estaba sellada.

La chica cambió de canal, y la pantalla se dividió en cuatro partes iguales, imágenes del exterior en blanco y negro. Las cámaras transmitían en excelente definición y se podía ver a las demás casas asegurándose minutos antes de la Purga.

Claire volvió con tazones de plástico y los tendió a su hija y mi hermano, ambos agradeciendo al unísono.

— Perdonen si les pregunto, pero, ¿no temen por las pertenencias en su casa?
— Pues si, pero al fin y al cabo, son cosas materiales— respondió mi hermano con sinceridad, clavando la cucharada en la crema helada de chocolate— En tanto mi hermana esté a salvo, nada más me importa.

Le sonreí a mi hermano y devolví la vista a las cámaras del otro lado de la mesa. La imagen en la esquina inferior derecha mostraba casi al fondo, de manera parcial, nuestra casa. Era la única desprotegida y una desagradable sensación me recorrió al verla. Mi hermano tenia toda la razón y no podría estar mas de acuerdo con él, mas rogaba que nuestro hogar salga ileso esta noche.

—Todo en orden. El barrio está tranquilo y la casa asegurada. Revisaré las cámaras en una hora — le indicó a su hija, la cual cambió de canal, justo cuando la transmisión de emergencia anunciando el inicio de la Purga comenzaba.

— "Esto no es una prueba" — se leía sobre el fondo azul, una voz femenina y computarizada narrando a la par— "Este es su Sistema de Emisión de Emergencia anunciando el inicio de la Purga anual, autorizado por el gobierno del país."
"El uso de armas de nivel 4 y de nivel inferior está permitido durante La Purga. El resto de las armas están prohibidas.

"Se le otorga inmunidad a los funcionarios de rango 10, y no se les debe hacer daño alguno."

"Luego de sonar las sirenas, todo crimen, incluido el asesinato, sera legal por las próximas doce horas. La policía, bomberos y servicios de emergencia no estarán disponibles hasta mañana a las 9 a.m, hora de finalización de La Purga.

"Benditos sean los nuevos padres fundadores y los Estados Unidos, una nación renacida."

"Que dios los acompañe".

—Benditos sean— repetí entre dientes.

Las sirenas sonaron seis veces, con una breve pausa entre cada una y al callar la ultima, el reloj anunció las nueve de la noche.

(...)

— Tu pelo es hermoso — comentó Melissa, pasando el cepillo delicadamente contra mi cabello, detrás de éste sus finos dedos, dándome placenteros escalofríos.
— Pues yo envidio el tuyo. En serio, tus rulos son preciosos.
La muchacha resopló por la nariz, recogiendo mi cabello y lanzándolo hacia atrás. Se inclinó sobre mi hombro e intentó alcanzar una caja verde en la mesita delante mío. Se lo tendí y la niña me agradeció. Sacó de esta un clip celeste con brillos y tomó un mechón de mi cabello, de por encima de la oreja y lo enganchó con mi cabello en na parte trasera de no cabeza. Tomó un segundo e hizo lo mismo del otro lado.

Doce horas ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora