Capítulo X

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El dios perro

Capítulo X

Los cascos del caballo resonaban al chocar contra la tierra, al ritmo de su galope, detrás de él, el polvo se alzaba creando pequeñas nubecillas.

La anciana Kaede se sujetaba con fuerza de las riendas, miraba preocupada al potrillo, cada vez que el animalillo respiraba lo hacía con fuerza, abriendo el hocico a cada momento, la anciana no podía comprender como es que Shippo todavía podía mantenerse en pie, desde que dejaron atrás a kagome, Shippo no se había detenido para nada, no había descansado en ningún momento de la noche.

Ahora ambos salían de las profundidades del gran bosque y a lo lejos se podía ver los campos de arroz siendo iluminados por los primeros rayos del sol.

-Shippo- susurró, acaricio el cuello sudoroso del potrillo- detente, te haces daño. Ya no hay lobos cerca.

Shippo continúo corriendo a través de los campos, ignorando las palabras llenas de preocupación de la anciana, corrió por un puente de madera sin prestar atención a los pocos campesinos que pasaba y se apartaban indignados para evitar ser arroyados por él.

Conforme más avanzaban con más personas se encontraban, los campos de cultivo quedaban atrás. Y la aldea se hacía cada vez más grande al igual que el castillo que se localizaba detrás de ella.

El caballo llegó hasta el centro de la aldea, las personas se acercaban para mirar con curiosidad a los recién llegados. Las madres que estaban cerca del lugar abrazaban con recelo a sus hijos. Algunos de los hombres corrieron asustados para ayudar a la anciana Kaede cuando vieron al caballo encabritarse, relinchando y sacudiendo la cabeza con violencia.

La mujer pudo sostenerse con dificultad sobre el caballo, un hombre logró sostener las riendas para calmar al alterado animal, los demás ayudaron a bajar a la mujer.

Los pies de Kaede tocaron el suelo, pero estos temblaron por el cansancio y solo alcanzó a aferrarse con las manos a la ropa del hombre que la sostenía por la cintura.

El hombre pelinegro la sostuvo con fuerza, observó atentamente a la mujer notando el canoso cabello revuelto, las bolsas bajos sus ojos además de que el par de lagunas achocolatadas se hallaban rojos e hinchados tal vez por el sueño o por tanto llorar, dirigió su mirada al caballo rojizo que se negaba a ser tocado, el fuerte sonido de su respiración y su pelaje bañado en sudor daba a entender que había galopado por mucho tiempo y que el respirar era doloroso, tanto que hasta él podía sentir el dolor en su cuerpo.

-¿Se encuentra bien señora?- habló nervioso.

La anciana Kaede respiro profundo intentando calmar su agitado corazón.

-Ayúdenme, por favor, mi hija- musitó aferrando más las ropas del pelinegro y sus ojos se anegaron con agua salina- mi pequeña está en peligro.

Las personas alrededor ahogaron un grito y los murmullos no tardaron en escucharse, las mujeres que tenían cerca a sus hijos los abrazaron con fuerza y miraron con tristeza y lastima a Kaede

-Por...Favor ayú...denla- los sollozos hicieron acto de presencia.- su vida está en peligro.

Shippo dejó de pelear contra quienes intentaban tranquilizarlo para mirar a Kaede que ahora era rodeada por mujeres jóvenes que intentaban calmarla, los hombres cercanos al potrillo al verlo quietó se alejaron de él para acercarse al pequeño grupo de personas que rodeaban a la anciana.

-Señora, tranquilícese. Nosotros la ayudaremos, solo díganos en donde está su hija- habló suavemente la chica que posaba una mano en el hombro de Kaede en señal de apoyo.

El dios perro InukagDonde viven las historias. Descúbrelo ahora