Capítulo V

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El dios perro

Los primeros rayos del sol alumbraron las tierras del castillo, a pesar de ser muy temprano el personal del recinto estaba muy activo, los soldados que habían sido enviados para vigilar los movimientos del enemigo habían regresado de su ardua misión, kagome se había despertado gracias a la anciana Kaede, si Kaede-sama no la hubiera despertado lo más probable es que ella continuara dentro del futon disfrutando de la calidez que este la brindaba para continuar durmiendo seguramente todo el día y eso sería algo realmente malo había visto y escuchado los crueles castigos que sufrían guardias o sirvientes si estos eran descubiertos holgazaneando, pero afortunadamente pudo gracias a la ayuda de la anciana Kaede, evitar sufrir un castigo en carne propia.

Después de tomar el desayuno que consistía en las típicas bolas de arroz con un poco de té, dio comienzo a sus tareas, y al haber poco personal en la cocina, recibió la orden de ir a ayudar en la preparación del desayuno de los soldados recién llegados.

La cocina parecía un zona de guerra, las personas que se encontraban dentro iban y venían de un lado a otros, algunos se encontraban cortando verduras, otros preparaban té y unos lavando los trastos usados.

Kagura al parecer estaba de mal humor, kagome para evitar ser el blanco de su enojo, se acomodó el kimono y se acercó al joven Akitoki que lavaba unas frutas, lo saludo y él le devolvió el saludo con una sonrisa nerviosa y con las mejillas sonrojadas.

A pesar de algunos pequeños problemas y unos gritos de parte de kagura, lograron terminar y servir con éxito los alimentos al escuadrón recién llegado. Kagome salió de la cocina con una capa de sudor sobre su rostro y con el dorso de su brazo lo eliminó. Su siguiente tarea era alimentar a los animales por lo cual llevaba colgada del brazo una cesta con la comida de los perro, hoy los perros comerían bien, además de su porción de carne habitual llevaba también las sobras que dejaron algunos guardias.

Recorrió los pasillos tarareando la canción que le había enseñado su querida madre antes de morir, unos metros antes de llegar al establo se encontró con la anciana Kaede que al parecer salía del lugar y se dirigía castillo, kagome la saludo y después continuo su camino hacia los establos.

Saludo a los caballos con una caricia en la cabeza, y un potrillo de color naranja-rojizo con una franja blanca en medio de su enorme cabeza, y que tenía aproximadamente dos años, relincho con alegría al verla.

-Hola pequeño Shippo ¿te portaste bien?- kagome sonrió acariciándole la frente, el caballo relincho de forma alegre como respuesta a su pregunta. Y cerró sus ojos al sentir las caricias que la joven le proporcionaba.

- Me alegro de que te portaras muy bien, Shippo.

Se separó del potrillo después de darle su porción de comida y continuo con alimentar a los demás caballos, estaba por terminar su tarea y salir para cumplir con la siguiente, pero se detuvo al escuchar un ladrido muy conocido para ella, miro hacia el final del establo y en un rincón de esta se encontraba el causante de su preocupación, Inuyasha.

El imponente perro blanco la miraba fijamente, estaba sentado sobre sus patas traseras. Al verlo sano y salvo no se contuvo y corrió con una alegre sonrisa en el rostro, soltó una risita al ver la cola del animal moverse de un lado al otro, demostrando así que él también estaba feliz al verla.

Sabía que a inuyasha no le gustaba recibir muchas muestras de afecto pero esto poco le importo a ella, porque hecho sus brazos alrededor del cuello peludo, el perro únicamente se quedó quieto, pero después de unos segundos trato de alejarse del fuerte abrazo del cual era presa.

El dios perro InukagDonde viven las historias. Descúbrelo ahora