Capítulo XV

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Kagome corrió evitando, lo máximo posible, chocar con las personas. La risa escapaba de sus labios, pero no hacía intento alguno para contenerla. Obligó a sus piernas a ir más rápido, los costados empezaban a dolerle, pero no tenía la más mínima intención de detener su carrera. Detrás de ella una figura blancuzca le pisaba los talones, un perro un poco más grande de lo común la perseguía, los labios caninos se curvaban en una sonrisa, su lengua rosada sobresalía de su refugio sacudiéndose incesantemente.

La chica se adentró al inmenso bosque que entre los aldeanos causaba inmenso temor, sin embargo, a ella poco le importaba, sabía de antemano que su vida no corría riesgo a lado de Inuyasha, confiaba plenamente en él. Llevando la delantera saltó unos arbustos y se detuvo hasta llegar a un claro. Los rayos del sol se colaban entre las densas copas de los árboles acariciando las plantas del suelo, respiró profundamente tratando de normalizar su respiración y los latidos de su corazón, rio mientras se inclinaba tocando sus rodillas con las palmas de sus manos, escuchó como los arbustos crujieron y se dejó caer al suelo.

-Te gané- carcajeó, apuntando al perro que al igual que ella respiraba agitado, paso una mano por su alborotado cabello intentando arreglarlo, aunque sea un poco-

-Mejor dicho, yo te deje ganar- el perro sonrió burlón- una débil humana no se compara a mi velocidad.

- ¡Oh, vamos! ahora empezaras a lloriquear, ¿el gran Inuyasha no puede admitir fácilmente su derrota ante una débil humana? -

El perro saltó hasta estar sobre el cuerpo de la joven, le sonrió juguetón y frotó su cabeza contra el cuello de la joven causándole cosquillas a la chica quien reía divertida, siguiéndole el juego e intentó sin mucha fuerza empujarlo para que la dejara en paz.

- Inuyasha, detente. Me estas aplastando- el perro no se movió, en su lugar la cálida y húmeda lengua recogió algunas gotas de sudor del cuello femenino.

Kagome estaba por protestar, pero se detuvo al ver una figura a lo lejos. Momentos después abrió ampliamente sus ojos al ver una luz violácea viajar en su dirección para impactar con un sonido sordo junto a su mejilla derecha. El objeto se enterró en la tierra, cortando toda diversión del ambiente, Kagome giró un poco la cabeza para mirar mejor el objeto apretando inconscientemente el agarre que tenía alrededor del pelaje del pecho del Inugami, una ligera línea de sangre se deslizó de su mejilla, el filo de la flecha que se encontraba a su lado había sido la culpable del corte en su mejilla.

Inuyasha que miraba con igual asombro la flecha, reaccionó al sentir el ligero aroma de la sangre en el aire, miró la mejilla de su ama, el líquido carmesí brillaba ante sus ojos. Cuando Kagome regresó su vista a Inuyasha, este se hallaba en su tamaño descomunal, las características líneas irregulares a los lados de su hocico y las pupilas zafiro brillando de furia. Gotas de sangre cayeron en el mentón de Kagome, la oreja del Inugami sangraba.

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Semanas atrás

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Inuyasha miraba con atención al pequeño Shippo, habían pasado algunos días y el demonio zorro aún no se había recuperado por completo. La respiración del cachorro le indicaba a Inuyasha que este estaba despierto. El Inugami suspiró, quería disculparse con Shippo pero el pequeño siempre lo evitaba. Inuyasha apretó con fuerza sus manos, no quería que el cachorro lo odiará. Era verdad que le llegaba a irritar de sobremanera en ocasiones, pero le había llegado a tener cariño.

La puerta se abrió y Kagome apareció, Inuyasha inconscientemente le sonrió y su sonrisa aumento más cuando su señora, además de corresponderle la sonrisa, se acercó a él y dejó un cálido beso muy cerca de sus labios. Luego de esto Kagome centro toda su atención en el pequeño, con una caricia de parte de Kagome el zorrito dejo de fingir que dormía. Inuyasha se alejó de ellos, no quería que Shippo se sintiera incomodo con su presencia, ya había sufrido suficiente en estos últimos días.

El dios perro InukagDonde viven las historias. Descúbrelo ahora