La bruja es libre

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Nunca he esperado más de lo que ya poseo, he decidido aceptar cada cosa que recibo de la vida con una sonrisa y sin quejas. Pensaba que era la manera ideal de vivir, creía irónicamente que nunca necesitaría todo aquello que para otros es importante. El amor formaba una diminuta parte en mi joven vida, casi inexistente. No significa que no crea en eso, aquél sentimiento que se supone debe erizar tu piel y atontar tus neuronas, el frágil pero espeluznante aleteo de pequeños insectos en el estómago. No, no soy frívola; solo... que nunca me pasó.

Y no creo que eso cambie ahora.

Kagome

Él me dijo muchas cosas, la mayoría llevaba involucrado aquellos temas sobre la empresa y la familia; pero no soy tonta. Sé que quiere decir, sé por qué me mira de esa manera y sé que es lo que espera. Yo muevo mi cabeza en acuerdo, segura de mi respuesta. Siempre ha sido así.

Mis ojos mantienen el contacto con aquella fría mirada de color ámbar, el viento mueve los platinados cabellos y algunos acarician mi rostro a causa de la poca distancia. Su aliento raspa mis mejillas, lo veo suspirar; lleva su mano hacia el bolsillo de su pantalón y luego evita mi mirada.

—Solo por un tiempo— repite sin volver a mirarme —Ambos necesitamos ordenar nuestras prioridades y asegurarnos que estaremos tomando la mejor decisión. No siempre podemos seguir las órdenes de nuestros padres. ¿Entiendes?— su voz suena demasiado ronca y aterciopelada, usa ese tono persuasivo como si hablara con un cliente. Yo le sonrió.

—Entiendo— confirmo. Sesshomaru sonríe, pero no es el tipo de sonrisa que le darías a tu novia o a la mujer que amas, es una sonrisa de alivio, cuando sabes que todo salió tal cual lo esperabas y trato de no juzgarlo. No podría incluso si así quisiera. —Yo esperaré el tiempo necesario—. Mi sonrisa permanece impoluta, a pesar de que por dentro estoy haciendo un enorme esfuerzo por no gritar mi fastidio, pero debo simular que todo va bien y que soy perfectamente una mujer comprensiva, recatada y obediente. Sin embargo, cuando él se despide de mí con un suave roce en mis labios y una sutil caricia en mi cabello, no siento nada; no hay aleteo o ansiedad por verlo alejarse. Me siento libre, relajada y estúpidamente aliviada.

Pronto me encuentro averiguando qué demonios pasa por mi mente como para sentirme así, he estado en una relación con Sesshomaru desde hace tres años y aunque el amor nunca dio luz verde, pienso en el tiempo en el cual una persona debe acostumbrarse a la presencia del otro. Lo conocí cuando solo tenía dieciocho, fue espontáneo, parecíamos perfectos según la opinión de mi madre. Estaba segura que lo importante era complementarnos como personas, así que un año después de convertirme en su novia, perdí la virginidad con él en la enorme sala de sus padres, mientras nuestras familias acordaban las ventajas de nuestro noviazgo y un matrimonio arreglado. No mentiría diciendo que no fue bueno, para ser la primera vez fue ardiente, casi perdí la consciencia. Pero fuera del terreno sexual, ambos éramos solo dos entes tratando de no chocar, tirando el uno del otro hacia la misma dirección.

Ahora, sin él, las preocupaciones no acudían a mí. Debería estar angustiada porque ahora no tendré un acompañante para la cena del viernes, porque acabo de arruinar un futuro convenio por matrimonio y porque nuevamente estaba soltera, libre por un tiempo, al menos hasta que Sesshomaru regresara. Pensé que la mejor actitud de una novia dejada debería ser de reproche y berrinche, debí aferrarme a él. Maldición, mi madre iba a matarme.

La voz masculina logró penetrar mi esfera de concentración y giré sorprendida por la nueva presencia.

Sé que hice una mueca, cosa que me tiene sin cuidado. A cambio, sopeso mis pensamientos, uno por uno, tratando de calcular el tiempo en el cual permanecí mirando a la nada. Levanto mi cabeza y me percato de aquellos ojos azules, el intruso me evalúa, yo hago lo mismo. La intensidad de su mirada barre como lava ardiente dentro de mí. Él es atractivo y joder, malditamente caliente cuando sonríe.

Nunca dije que fuera inmune al sexo masculino.

— ¿Se te ofrece algo?— le pregunto, mi voz sale como un graznido y me golpeo mentalmente por ello. –Bien hecho nena, acabas de usar tu último recurso sexy—. Observo con disimulo su largo cabello atado en una trenza, el uniforme del equipo de baloncesto de nuestra escuela y finalizó mi inspección en su rostro. Acabo de ver que además de esa delgada camiseta no lleva nada más, el aire agita los negros mechones que se adherían con debilidad a su frente, sus brazos se muestran tonificados a causa del constante ejercicio y yo trato, difícilmente, de no babear. Lo conozco, sería una estúpida si no reconociera a Ryuusei Bankotsu, la fama de playboy que se ha creado habla por sí sola. No es el único sex symbol de nuestra universidad, pero clasifica para los primeros lugares. Mi, hasta hace unos minutos, novio ocuparía también un lugar, si no fuera porque ya se había graduado y solo tomaba el posgrado. Él dice algo más que no logro escuchar, a cambio le muestro un intento de sonrisa, quiero acabar con esto tan pronto sea posible; él se acerca y yo sé que es hora de detener este encuentro. A pesar de mi inesperada ruptura, no quiero involucrarme con este joven. Levanto la palma de mi mano y detengo cualquier avance.

—¿Qué quieres?— insisto ansiosa. Ser una más en su lista de conquistas no entra en mis prioridades.

—A ti— me contesta. Si su idea era ligar conmigo, acaba de perder cualquier oportunidad, por mínima que fuera, para que sucediera. Quiero reír al ver su rostro consternado, su ceño se frunce por unos segundos, tratando de evaluar la situación. Su mirada aprecia cada uno de mis movimientos y eso logra incomodarme.

—No tengo tiempo para esto— susurro avergonzada, quiero irme.

—Lamento hacerte perder tu tiempo— me dice a cambio, hace una reverencia y cuando eleva su rostro puedo ver aquella engreída sonrisa. No le importa. Tuve su atención por diez segundos y la perdí, eso significa que acabo de ser clasificada en la lista de "no vale la pena el intento". Eso me hace enfurecer un poco. Él parece notar mi desagrado, pero le doy la misma importancia que él me dio. Me pregunta mi nombre y yo lo pronuncio casi con rudeza. Darle mi nombre tampoco me hace especial, eso solo facilitará encuentros futuros, así sabrá que debe evitarme.

Lo rodeo, mi bolsa golpeando el costado de mi cadera; su presencia a pesar de la distancia, sigue siendo fuerte. Trato de no voltear, eso me dejaría en ridículo.

Más adelante mi mirada atrapa a Miroku, él va corriendo; sus largas piernas abarcando una gran distancia a cada paso. Olvidándome por completo del joven de mirada azul y cabello trenzado, logro darle alcance a mi hermano mayor, Miroku al igual que Sesshomaru, se encuentra estudiando un posgrado antes de asumir el puesto de mi padre. La mirada azul de Miroku cae sobre mí por unos segundos, evalúa mi rostro y luego nuestro entorno. Sé a quién busca.

—¿Tarde de nuevo?— pregunto distrayéndole de su búsqueda; no quiero ser interrogada. Él nota mi intento de evasión, su frente se frunce en molestia.

—¿Qué haces afuera?— interroga a cambio. Yo aprieto los dientes.

—No tengo clase— miento, encojo mis hombros y finjo verlo todo menos a él.

—Kagome— odio ese tono, aquella voz de madre preocupada. Tan solo es un año mayor que yo y el papel de hermano maduro le queda enorme.

Evitando contestar, acomodo mi cabello y le suelto un beso en su mejilla, él me mira intrigado por mi gesto. Sonriendo me despido y camino en dirección a mi siguiente clase; las risas del equipo de baloncesto atraen mi atención, entre ellos Bankotsu. Él bota el balón contra el suelo mientras bromea con un alto sujeto; por un instante, un momento tan pequeño, me siento perturbada. Me pregunto qué hubiera pasado si tan solo dejara ir esta sensación de vacío. Quiero ser como él, quiero su manera de vivir... lo quiero a él.

Debo estar asustada, pero después de la ruptura de un noviazgo de tantos años, un matrimonio arreglado y un destino trazado, anhelo hacer algo que rompa las reglas, deseo ignorar las consecuencias y por qué no, una noche ardiente y desenfrenada con un sexy playboy.

Mi piel se estremece. Es por poco tiempo, pero quiero disfrutar mi libertad.

Blue BirdDonde viven las historias. Descúbrelo ahora