La bruja lo rechaza

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La última vez que hice un acto de rebeldía fue cuando tenía diecisiete años, estaba emocionada y eufórica por mi cumpleaños que no pensé adecuadamente las cosas, salí con mis dos mejores amigas y durante el transcurso de la noche nos llenamos de alcohol hasta la cabeza, después de eso, todo lo demás quedó en blanco. Cuando desperté, tenía un maldito dolor de cabeza, un zapato de tacón extraviado y un ave tatuada en el cuello. Sango había terminado con su novio y en un arranque de locura terminó enrollada con mi hermano, Ayame... ella solo perdió la virginidad.

Kagome

Física avanzada era primordial, al menos eso es lo que el profesor recordaba decir todos los días. Como cualquier otro catedrático que insistía en que su asignatura era vital, importante y con un uso en el futuro. Nadie podía negarlo, al menos ninguno de los treinta alumnos en el aula lo haría, porque si uno deseaba graduarse, claro que lo era.

Sango soltó un respingo a mi lado, sus ojos apenas podían permanecer abiertos; su cabello siempre peinado en una coleta estaba suelto y no había rastro de maquillaje en su rostro. Ella suspiró de nuevo cuando se percató de mi escrutinio, parpadee sorprendida ante su gesto de reproche y luego sonreí. Me culpaba en silencio. Dentro de su mente, Kagome Higurashi era quien la obligó a salir en una noche de chicas cuando aún no era viernes, la que arrastró a sus mejores amigas a un club nocturno y luego las emborrachó hasta el cansancio. Sin contar que todo eso pasó mientras la culpable se montaba a un pedazo de hombre en un rincón oscuro.

-Oh si, hice algo estúpido-

Me mordí el labio en un intento por aguantar la risa, mi atención regresó al frente y luego me perdí observando la pizarra. Recordar a Bankotsu no haría nada por mejorar la situación.

Había sido demasiado ambiciosa. Libre de un compromiso arreglado, aunque temporalmente, era tiempo de divertirse, Sango pensaba que era debido al dolor. No iba a negarlo cuando ella se dispuso a acompañarme en mi sufrimiento.

Las tres chicas estábamos listas antes de las diez, vestidas con sus mejores atuendos y entrando al primer lugar que encontráramos. El plan era simple, tomar unas copas, bailar y salir. Incluso acordamos una hora como toque de queda.

Hasta que lo vi a él.

Bankotsu no estaba en este plan, no aún. Él sexy playboy ni siquiera pintaba en aquella noche, yo debí estar dolida, sufriendo por perder a Sesshomaru y no pensando en arrastrar a un hombre y follarlo en un lugar público. Un sujeto que además tenía el ego por los cielos y llevaba la palabra arrogancia tatuada en su estúpido rostro. Quería odiarlo y no lo lograba, mi cuerpo reaccionó a él con tanta pasión que aún me sorprendía, fue tan íntimo y caótico, perdí la capacidad de pensar. En ese momento, lo único que tenía en la cabeza era que no parara nunca; me sentí expuesta, ansiosa por su tacto y desesperada. Me pregunté mil veces mientras era arrastrada por el clímax, que habría hecho si alguien nos hubiese visto y la respuesta me sorprendió. La sensación de placer se extendió por mi cuerpo como un latigazo, la sola idea de alguien siendo testigo de cómo era tomada con rudeza me llevó a la cima.

Mi vida se dividió en ese instante, cuando mi deseo se convirtió en un mar oscuro de perversiones.

La clase terminó al mismo tiempo que regresaba al presente, toda el aula se llenó del parloteo de los otros estudiantes mientras yo guardaba mis apuntes con calma.

—Tengo que ir a la biblioteca— explicó Sango, su bolso colgando de su hombro en un agarre descuidado, sus brazos atiborrados de libros —¿Te molesta que me adelante?— preguntó, echándole un vistazo a la puerta.

Blue BirdDonde viven las historias. Descúbrelo ahora