1

22.2K 1.6K 564
                                    



Las cosas habían cambiado mucho desde que la guerra acabó. No es como que esperara algo distinto, en realidad, era enteramente predecible y más para alguien tan perceptivo como él. A veces ni si quiera era necesaria la legeremancia — Dote realmente heredado por su madre— para conocer las diferentes cosas que pensaban de él.

Aún así, se paseaba por la apenas reconstruida Hogwarts con la barbilla en alto y con un rostro inmutable, sin ser perturbado ante cualquier comentario que pudiese escuchar por los pasillos.

"Es un traidor para ambos bandos"

"No se puede confiar en esa serpiente."

"Siempre estuvo del lado del mejor postor, no hubo lealtad ante nadie."

"Cobarde."

Esos eran algunos de los comentarios que le soltaban al verle pasar y, sin embargo, Draco jamás volteó a verles ni si quiera para hacerlos sentir como una maldita bazofia. La cantidad de niñatos que le decían eso eran niñitos de años inferiores que ni si quiera habían tenido que vivir los horrores de la guerra, más si conocían la historia.

Los sobrevivientes se limitaban a cursar y terminar el año que habían perdido, en busca del EXTASIS.
Esa era la única razón del estar allí, de que él mismo se encontrara allí. Su madre se lo había implorado, ella no quería verlo derrotado, él debía de salir adelante y más con la nueva oportunidad que el ministerio les había dado. El apellido Malfoy podría salir a flote con él y él sabía que podía hacerlo, sin embargo, eso era lo que menos le importaba, hacía mucho que ya no le importaba el prestigio que le podían dar los demás, ni ninguna de todas esas estupideces.

Él sólo quería vivir, vivir con tranquilidad y sin llamar la atención, aunque para su mala suerte, eso era algo que él y la marca de su brazo jamás podrían hacer.

—Bueno, para muchos de nosotros sigues siendo el príncipe de Slytherin y lo sabes. — Comentó su moreno amigo, Zabini, uno de los pocos que aún mostraban empatía por él y que demostraban su lealtad siempre.

—Príncipe de Slytherin — Bufó con amargura mientras miraba el fuego de la chimenea, aquello ahora se le hacía tan absurdo.

—Así es, y muchos de los nuevos ingresados en la casa te ven con admiración.

—Eso es basura Blaise. — Miró a su amigo con rudeza, le asqueaba que dijera eso. — Yo no fui útil para ninguno de los dos lados.

—¿Y eso qué? Fuiste inteligente y hábil, apostaste al mejor postor sin ensuciarte las manos...no directamente. Eso es lo que hace un Slytherin y no hay nadie mejor que tú para demostrarlo.

Se levantó de aquella aterciopelada silla y salió de la sala común dando grandes zancadas; nada de lo que le decían lo hacía sentir mejor, se le hacía tan absurdo, tan estúpido ese pensamiento. El honor de las casas...de Slytherin, había vuelto a sumirse en la oscuridad, una vez por su estudiante Tom Riddle - aunque él si había hecho muchas cosas para cambiar el mundo mágico, de forma negativa, pero lo hizo- y ahora estaba él, quien resaltaba por haber sido el traidor más grande que habían tenido los dos bandos durante la guerra.

—Maldita sea.

Pateó una piedra hacia cualquier lugar, tratando de sacar su maldita frustración. No quería estar en esa maldita escuela, no quería que lo miraran con admiración y aunque las miradas recelosas no le importaban - mucho - sencillamente quería ser un completo irrelevante.
Se recordaba día a día que todo lo hacía por su madre, que no había nada más importante que ella, que por ella debía de hacerlo. Pero Dios, que difícil era llevarlo a cabo.

Eres lo que necesito / Drarry / Three ShotDonde viven las historias. Descúbrelo ahora