DOS
Zona cuatro
4/7/2300 3:15 p.m.—¡Recordad que el sábado tenemos un cumpleaños que celebrar! —dijo April como despedida dedicándome una sonrisa—.
Una ligera sonrisa se dibujó en mi cara. El sábado cumplía diecisiete años y eso significaba que tendría mi primera visita al ayuntamiento. Una pequeña reunión con la alcaldesa Meyer. Aunque tal vez pequeña no fuese la palabra acertada para describirla, muchos de mis amigos habían pasado por ello y todos habían tenido la mente en otra parte durante semanas, después de aquello, la inocencia que los rodeaba había desparecido. Después de la llamada de los diecisiete nadie volvía a ser el mismo. La llamada de los diecisiete era como habían empezado a llamar a aquello años atrás los jóvenes de la cuatro, no sabía el motivo, pero un escalofrío me recorrió el cuerpo.
Recordaba todos los detalles de la llamada de April, desapareció durante unos días, fui a su cada a visitarla y su madre no me dejó verla. Cuando volvió al trabajo, estaba extraña, ausente. Tardó unas semanas en recuperar el color en el rostro y su característica sonrisa, había vuelto a ser ella, pero a veces, cuando creía que nadie la observaba, su mirada se perdía en el horizonte. Siempre habíamos compartido todo, excepto aquello. Tras la primera evasiva, decidí que era mejor no volver a preguntar sobre el tema.
—Hasta mañana, Jane —Kevin me da un corto abrazo y se dirige calle abajo—.
Yo le sonreí y seguí calle abajo. Vivía un poco lejos de mis amigos y por ello siempre era la última en llegar a casa después de nuestra jornada en el campo. El estómago me crujió. En los últimos días no había podido comer mucho y me sentía algo débil. Era algo que ocurría constantemente en aquel lugar, pero la gente no hablaba nunca de ello. Mucho trabajo, poca comida. Así era la vida en la cuatro.
Mientras subía los escalones del porche de la casa familiar volví a soñar con salir de allí como tantas veces había hecho. Era una estupidez, jamás conseguiría salir de allí. Abrí la puerta a la vez que eché mis ambiciosos pensamientos a la basura.
Tenía la garganta seca y los labios cortados. Necesitaba hidratarme y por ello mis pasos fueron directos a la cocina donde cogí un viejo vaso de cristal rayando por los años y lo llené de agua del grifo. Me la bebí toda de un trago. Suspiré y volví a llenar el vaso. Julio era un horror, no solo por el sofocante calor, sino por la cantidad de trabajo por hacer.
—Hola hermanita —me sobresaltó Jack—.
—Joder Jack, menudo susto —dije y él se rio un poco—.
Jack era asquerosamente sigiloso, algo que a mí no se me daba nada bien. Cuando éramos niños y jugábamos al escondite siempre conseguía ganarme. Aparecía justo al lado de nuestro árbol sin que me hubiera dado tiempo a encontrarle, jamás supe su lugar secreto.
—¿Tú no deberías estar trabajando? —le pregunté curiosa, me había aprendido sus horarios porque no coincidíamos mucho en casa—.
—Pues intenté decírtelo esta mañana, pero saliste corriendo como siempre —sonrió negando con la cabeza—, tengo la tarde libre, están reformando unas máquinas de la fábrica y nos han mandado a casa. Mañana a primera hora tengo que ir a hacer la prueba de calidad para que se empiecen a usar —explicó—.
—Podríamos hacer algo juntos —dije y mi cara se iluminó, me encantaba pasar tiempo con mi hermano—, ¿te apetece ir al arroyo? Hace mucho que no vamos por allí.
—Sabes que no me gusta mucho ir por allí —Jack puso una mueca extraña—, ¿y si vamos a la librería de Agatha? Creo que tiene algunos libros nuevos.
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Atrapada
Science FictionHan pasado muchos años, para ser exactos estamos en el año 3200 y las cosas han cambiado, mucho. Acabamos con la tierra sin darnos cuenta, guerra tras guerra, bomba tras bomba. Aquellos que sobrevivieron levantaron un mundo nuevo. La poca tierra ha...