1.Toma de contacto

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Observó, impasible, el cuerpo postrado ante él. Ojos sin vida, aparentemente de color azul, y una melena castaña. El cuerpo se encontraba en una postura extraña: totalmente rígido, como si estuviera durmiendo. Los sollozos de la madre aún se escuchaban, desgarrando la mente del inspector. Clint Gamble suspiró, y se agachó para examinar mejor al joven Harry Harrison.

-Murió hace unas horas. El rigor mortis lo ubica entre unas cuatro o seis- informó el forense.

-¿La causa?- indagó Gamble. El científico lo miró, y negó débilmente con la cabeza.

-Aún desconocida- respondió.

-¿Pudo ser envenenamiento por vía intravenosa?-añadió el inspector, señalando unos pequeños orificios en la membrana de los dedos.

-Posiblemente- aceptó su compañero.

-Harry era drogadicto- la nueva voz que se añadió a la conversación los sobresaltó. Clint se levantó y observó a la recién llegada "La hermana pequeña". Su estatura era normal para sus 19 años. Llevaba el pelo, una maraña de bucles castaños, atado en una cola de caballo. Rostro de contornos definidos, con pómulos altos, y nariz pequeña y recta. Sus labios, ligeramente más finos que los de su madre, estaban fruncidos en una mueca de disgusto, ocultando la pena que sus ojos almendrados, de un inusual color miel, mostraban.

-¿Estabas muy unida a tu hermano?- le preguntó. Ella parpadeó un par de veces, moviendo sus abundantes pestañas, y solo dos lágrimas se deslizaron, solitarias, por sus mejillas.

-Harry siempre fue bueno conmigo. Fui yo quien convenció a mis padres para que le dejaran volver a casa- explicó ella, desviando la mirada del inspector al cuerpo- Así que sí, estaba unida a él- respondió.

-¿Sabes de alguien qué quisiera verlo muerto?- preguntó Gamble. Se mordió el labio, como si necesitase tal cosa para recordar.

-Lo dudo. En la intervención que le hicimos pidió perdón a todo el mundo. Sus amigos y familia le apoyábamos- comentó.

-¿Y alguien qué vosotros no conocierais?- todo dato podía resultar útil para resolver el crimen.

-Ya no sabría decirle. Durante...- se detuvo para retirar las lágrimas que recorrían ahora sus pómulos- Siempre fue muy reservado. Conocíamos tan solo a sus amigos de toda la vida. Si durante su época de adicción hizo alguna amistad, no sabemos de ella- explicó.

-Es comprensible- apuntó el dato que acababa de escuchar en la PDA- Sid, puedes llevarte el cuerpo. Cuando tengas los resultados de la autopsia avísame-

-¿No vuelves al laboratorio?- preguntó el forense, mientras el cadáver era guardado en la bolsa.

-Voy a interrogar un poco más a los padres y a un amigo de la víctima…un tal Patrick Young- explicó, mientras leía distraídamente el nombre del chico en el informe. Sid asintió, dio un par de órdenes a sus subordinados, y abandonó la habitación, seguido del cuerpo- Bueno… ¿Ava verdad?- la chica se limitó a asentir, ante la pronunciación de su nombre- Bien. Tal y como le he dicho a mi compañero, voy a hablar con tus padres y el amigo de tu hermano. Quiero que vengas tú también conmigo- le pidió. La chica volvió a asentir sin decir ninguna palabra, y acompañó al inspector al salón, situado en la planta baja de la casa. El señor Harrison contestaba, pausadamente, las preguntas de su sollozante esposa.

Elevó la mirada, oculta tras unas gafas de montura carey, hacia el inspector De ahí ha sacado sus ojos la chica pensó, al reconocer el color miel. Su cabello, salpicado de canas, estaba pulcramente peinado hacia atrás. Se fijó entonces en otro rasgo que compartía con su hija, y también con la víctima: el cabello nacía en la frente con un pico de viuda. Por su lado, la mujer era la viva imagen de Ava, solo que con unos cuantos años y varios kilos de más, incluyendo a ese lote de diferencias unos grandes ojos de color azul cielo.

Muerte de oxígenoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora