En la carretera

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Voy conduciendo de regreso a mi ciudad después de un rápido viaje al pueblo de mi abuela, pues hubo una emergencia familiar; decidí salir a media noche para llegar al amanecer a casa y poder asistir al trabajo.

Volteo a ver la hora en el reloj de mi camioneta, que marca las 2:47 de la mañana. Intento sintonizar algo en la radio, pero solo escucho estática. Apago el estero, prefiero no escuchar nada a escuchar de nuevo el único disco que traigo.

A pesar del cansancio, estoy alerta. La carretera es muy angosta y se encuentra en muy mal estado, particularmente el tramo sobre el que voy circulando, que es el que más me preocupa, por no decir que me da miedo. Quizá sea porque en esta zona no hay poblados y el más cercano se encuentra a una hora de camino, aunque también está el hecho de que esta zona ha sido muy azotada por la delincuencia y he escuchado en más de una ocasión de las trampas que ponen en el camino para forzarte a detenerte y, si tienes suerte, solo te despojan de tus pertenencias.

Sacudo la cabeza para alejar estos pensamientos, es lo menos que necesito ahora. Bajo los cristales, respiro profundo para llenar mis pulmones de aire puro y doy un rápido vistazo a mi derecha. Puedo ver las siluetas de los cerros débilmente iluminados por la luz de la luna entre la densa vegetación; aquí los árboles se cierran tanto sobre la carretera que en varias ocasiones he podido escuchar cómo las ramas rasguñaban mi camioneta como si quisieran detener su camino.

A pesar de que llevo prisa, voy conduciendo a una velocidad prudente, ya que voy descubriendo el camino conforme los faros de mi camioneta lo van iluminando.

Finalmente, he atravesado la peor parte; el siguiente es un trayecto largo pero en línea recta y bordeado por una presa. Al fin me puedo relajar, pero el silencio se está volviendo molesto, así que me decido a prender el estéreo y reproducir mi canción favorita.

Repentinamente, escucho un fuerte ruido, como de una explosión; por unos segundos pierdo el control de la camioneta y serpenteo durante unos metros hasta que logro detenerme angustiada por el fuerte ruido de metal chocando contra el pavimento.

Trago saliva con dificultad, todo esto debió pasar en menos de cinco segundos, pero ya estoy sudando; mi corazón late tan fuerte que duele y siento una punzada en el estómago. Las lágrimas empiezan a inundar mis ojos mientras sujeto con fuerza el volante. ¿Qué voy a hacer? Estoy sola, no hay señal y aquí no hay nada ni nadie.

Estoy tan aterrada que no me puedo ni mover, y me quedo así durante unos minutos rezando por que no haya sido una trampa y me estén esperando afuera.

Al fin me controlo, respiro profundo y me decido a salir a investigar qué fue lo que pasó. Al abrir la puerta, el aire frío de la noche me sorprende; volteo a todos lados poniendo atención a cada sonido y a cada sombra hasta que me cercioro de que estoy sola. Tomo mi celular del bolsillo de mi chaqueta, activo la lámpara y la dirijo hacia la llanta del lado del conductor... ¡Maldita sea!, la llanta está reventada y el rin se deformó por el impacto.

Un sentimiento de desolación me invade; a pesar de traer la llanta de refacción, nunca la he cambiado y no tengo idea de qué hacer. Lo único que tengo claro es que no me puedo quedar aquí, no hay acotamiento en la carretera y ahora me preocupa, a pesar de que no he visto un solo coche, que no me vean y provocar un accidente. Entro de nuevo a la camioneta. Recuerdo haber visto una casita unos kilómetros atrás con un pequeño patio al lado de la carretera; me parece una buena idea arriesgarme a llegar ahí y esperar a que amanezca. Me dispongo a encender la camioneta cuando algo interrumpe el silencio de la noche...

Trago saliva, mi imaginación me está jugando una mala pasada... Escucho de nuevo el sonido, es un débil gemido... Me reconforto recordando que en el camino me encontré varios animales cruzando la carretera, así que solo debe ser uno más.

Creepypastas y TerrorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora