Llegamos al parque y Juan Pablo pago la tarifa al conductor.
Me quedé viendo el parque como si fuese mi primera vez aquí, aunque, vaya que no lo era, siempre aprovechaba cada oportunidad para venir.
En cambio, Juanpa, jamás había venido. O al menos no conmigo.
— Es un lugar lindo — susurro viendo el lugar.
— Lo sé, ahora vayamos por una entrada, las venden por allá — dije señalando un pequeño apartado.
— Vamos — me tomo de la mano y me guío entre las personas.
— Dos tickets — pedí y Juanpa que estaba a mi lado los pago, en contra de mi voluntad.
Nos dieron los dos tickets y entramos al parque.
— ¡Genial! — exclamó Juanpa soltando mi mano — primero vamos a la montaña rusa.
— ¡¿Qué?! —
Juanpa me miró y río.
— Oh sí.
— ¡Me niego! — intenté sacarme su mano de encima pero el era más fuerte que yo.
— Vamos, te voy a cuidar.
Trate de tranquilizarme y asentí.
— Está bien — cedí y me deje llevar por su mano.
Una vez que llegamos había una fila por delante de nosotros, no eran tantas personas.
Pagamos y suspiré una vez que estaba montada en el maldito juego.
Agarre el brazo de Juan Pablo y una vez que el juego arrancó, encaje mis uñas en su brazo.
El juego termino, dejándome despeinada y algo cansada de la garganta.
— Termino, realmente no estuvo tan malo, lo imaginé peor.
— Sí, bien, ven y dile eso a mi querido brazo — murmuró viendo mis uñas en él.
Me gire avergonzada mirando su brazo.
— Perdón — susurré.
— No importa, está bien — sonrió.
Recorrimos el parque hasta que fue hora de irnos.
Después de un camino tranquilo llegamos a casa.
Y ahí estaba Mario, cruzado de brazos, mirándome serio.
