Capítulo 4

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-Alguien dejó una carta para usted esta mañana, joven Cesar. -le dijo la mucama, mientras descorría las cortinas para que entrara la luz de la mañana.

-¿Para mí? Pásamela -dijo pensando que sería algún tipo de invitación.

La abrió y a medida que la leía su rostro se desencajó totalmente.

-¿Malas noticias? -preguntó preocupada la sirvienta al ver su rostro.

-¡Márchate Lidia! ¡Déjame solo! -vociferó en un arranque de rabia- No. Espera. ¿Quién trajo la carta? ¿Y quién la recibió?

-No lo sé, joven. Estaba en el recibidor esta mañana y Neil me pidió que se la diera.

-Como sea. Ya vete.

Cesar sintió que su corazón se desgarraba, jamás pensó que a quién tanto amaba lo iba a traicionar de esa manera, no después de haber estado juntos. ¿De qué había servido ser tan paciente y tan amable? Ryu se había burlado de él, había jugado con él... ¿Pero cómo había sido eso posible? ¿Es que acaso estaba tan ciego que no había visto las verdaderas intenciones del muchacho? La rabia lo consumía, y decidió entregarse a esa rabia... desde ahora lo odiaría y si volviera a verlo lo destruiría por completo.

***

Los días pasaron lentos para Cesar, no era tan fácil odiar ni olvidar. Volvió a tener encuentros fortuitos, a escondidas de su padre, con otros hombres y muchachos, como muchas veces había hecho en el pasado, pero con ninguno sentía satisfacción y cada vez que estaba con uno de ellos, sólo hacía que se sintiera aún más la ausencia de Ryu.

***

Habían pasado casi cinco meses, y aún ahora, seguía leyendo y releyendo la maldita carta una y otra vez, como si quisiera encontrar alguna pista, algo en lo que no se hubiera fijado antes, pero las palabras decían siempre lo mismo: "Me marcho, no voy a regresar..." "Sólo jugué contigo..." "No quiero volver a verte nunca más..." "No me busques..." "No fuiste nada para mí..." Aún así Cesar sentía que algo no estaba bien, que había algo extraño en esa cruel misiva, pero no sabía qué era.

Nunca iba a la casa de los empleados, no tenía nada qué hacer allí, pero quería acabar con sus dudas. La gente del servicio estaba toda en la mansión, pues su padre daría una fiesta esa noche y todos estaban abocados a los preparativos, por lo que entró y fue a al cuarto que compartieran Albert el jardinero y ryu. Revisó con cierto cuidado las cosas, hasta que encontró un libro de poemas, dentro del cual había una hoja con un poema escrito a mano; era un poema de amor y abajo decía "Para C. M. a quien amo".

Cesar sintió que sus manos temblaban ante aquel papel ¿Sería que ese poema era para él? La letra era la misma que la de la carta; definitivamente era la misma letra de Ryu, pero al mismo tiempo eran diferentes... la de la carta no tenía la firmeza que había en la escritura del poema; debió estar nervioso o hacerlo rápido -pensó. Se llevó el poema y volvió a su cuarto en la mansión, y comparó ambas escrituras, una y otra vez.

Cesar no era muy bueno observando detalladamente las cosas, pero desde hace cinco meses que estaba inconforme, que no podía aceptar que Ryu simplemente se hubiera despedido así y se hubiera marchado quien sabe a donde, sin siquiera decirle nada a Albert, quien aceptó que su hijo sólo era un malagradecido.

Por enésima vez releyó la carta y sólo entonces se fijó mejor en la pequeña mancha de humedad que había corrido una de las letras, y luego vio el pequeño punto rojo cerca de una orilla. Tomó la lupa... que sería eso ¿tinta? Entonces notó que algunas letras tenían como una pequeña línea alterna, una marca si así se quiere. Empezó a separar las letras sutilmente marcadas y para su asombro se formó una frase: "Búscame, por favor, me quieren lastimar".

Cesar sintió que un pozo profundo se abría bajo sus pies. Entonces pensó en qué hacer.

Soportó la fiesta de esa noche, que era a causa del cumpleaños de su padre, y soportó mal disimuladamente, el coqueteo constante de las jóvenes hijas de otros millonarios y amistades de su padre. Pero lo único que había en su cabeza en ese instante era querer saber que había pasado con Ryu.

Al día siguiente, envío la carta a un laboratorio para que la analizaran, a pesar de que ya estaba ajada, por haber sido leída y releída tantas veces.

Días después, el resultado del análisis llegó. La marca de humedad era una lágrima, y la pequeña mancha roja era sangre, y efectivamente aquella frase encubierta era tal y como lo había leído. Al fin Cesar comprendió que aquella carta no había sido escrita por propia voluntad de Ryu; alguien lo había obligado.

Se odio a si mismo, por demorar tanto en darse cuenta; por haberse dejado llevar por la rabia y ser tan estúpido como para no notar, que en realidad, esa carta era un pedido de auxilio. ¿Dónde estaría Ryu ahora? ¿Qué le habrían hecho? ¿Y Quién podría haber sido capaz de hacer algo así?

Desesperado, fue a hablar con el padre de ryu; Albert, el jardinero, pero le repitió lo mismo que le dijera antes. Fue entonces a hablar con Neil, le recordó aquel día y le preguntó si le había comentado algo a su padre, pero Neil se hizo el que no recordaba nada.

Sin más opciones, fue directo a las oficinas de su padre, ni siquiera espero a que regresara a casa. Le pidió ayuda; le pidió que buscara a Ryu, pero Demian se negó, diciéndole que se había enterado que ese chico era gay y que por eso no haría nada. Por lo que simplemente Cesar tomando una profunda inhalación declaró ante su homofóbico papá:

-Padre. El homosexual soy yo.

-¿De qué carajos hablas, Cesar?

-Es cierto. Lo he sido antes de conocer a Ryu; pero cuando lo vi me enamoré.

-¡¡Deja de hablar como un marica!! ¡¿Qué es eso de enamorarse de otro hombre?! -vociferó-  Eres mi único hijo, maldita sea. No voy a permitir que te transformes en un desviado.

-Ayúdame a encontrarlo. Él es inocente... yo fui quien lo sedujo.

-Cesar... por tu bien, olvídate de ese muchacho; no volverás a verlo.

-¿Por qué? ¿Cómo estás tan seguro? -preguntó elevando la voz.

-Porque fui yo quien hice que él se fuera. -dijo Demian y Cesar lo vio con una expresión de incredulidad, asombro y luego de rabia.

-¡¡¿Qué?!!

-Lo que oíste. Y no me arrepiento. Eres un muchacho caprichoso; ya vas a sentar cabeza y formar tu familia, para que puedas hacerte cargo de la empresa cuando yo no esté. Y ese Ryu solo será una sombra en tu pasado.

-¡No será así! -gritó- ¿Dónde está? Dígame qué hizo para que él se marchara.

-Escúchame. Ni aunque quisiera traerlo de vuelta, lo más probable es que de él ya no queden sino despojos, y eso, si es que aún está vivo.

-¿De qué habla? -musitó Cesar sintiendo que un escalofrío lo recorría entero. Sabía que su padre podía llegar a ser muy cruel si se lo proponía, y sintió miedo de pensar en lo que su padre pudiera haberle hecho a  Ryu.

-Estaba enojado. Debes entender; soy tu padre, protegeré tu honra y la de nuestra familia.

-¡¿Qué hiciste con él?! -dijo apretando los dientes.

-Me deshice de él... Lo vendí.

-¡¿Qué?!

-Tengo conexiones, lo sabes. Para alguien como yo es fácil hacer cualquier cosa.

-¿L...la... mafia?

-Ellos se encargaron. Lo llevaron al club de Saurus.

-¡Maldita sea, papá! ¿Cómo pudiste? ¡Tienes que rescatarlo!

-No haré nada.

-¡Eres un bastardo! Entonces lo haré yo mismo.

-¡No quiero que vayas a meterte allá, maldición!

-¡Me importa una mierda lo que quieras! -Cesar salió dando un portazo y abandonó el edificio empresarial, sintiendo que su cuerpo se estremecía y que por primera vez no podría refrenar las lagrimas que intentaban salir desesperadamente de sus ojos.

EL PRECIO DE AMARDonde viven las historias. Descúbrelo ahora