Juntos: El pueblo

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Lo habían pensado hace algún tiempo, en verdad Conejo lo había pensado, desde el día que se dieron cuenta que no eran los únicos en Aquí. En verdad era algo muy esperable, estaban en un mundo infinito, eterno, no podían ser lo únicos seres existiendo en aquel lugar.
Hace un tiempo habían encontrado un pueblo y se habían establecido en él, era un lugar tranquilo, muy parecido a un lugar que puedes encontrar en lo que se llama vida, era un lugar tranquilo, pero desagradable a la vez.
Salieron de casa, iban a pasear como lo hacían cada día por la tarde, a mirar el pueblo, a conversar con la gente, a sentarse en la plaza y comprar un helado.
Pasaron primero a la tienda cerca de casa, en él había un loro que La Niña encontraba muy lindo y adoraba mirar y hablarle, ella le hablaba y él repetía lo que le decía. Fueron a la tienda, el hombre, al parecer, con cara blanca y sin brazos nunca los miraba, al principio pensaba que era porque ellos eran nuevos en el pueblo, y que le tenía algún tipo de resquemor. Sin embargo esa opción ya comenzaba a descartarla, ya llevaban un buen tiempo en el pueblo, y aún ni siquiera hacia un ademán de compartir una mirada, y tampoco era que, originalmente alguna razón mágica de Aquí o de él mismo hombre no pudiera verlo o notar su presencia, porque se notaba que los ebadia a posta. También podía ser que aun no había pasado el tiempo suficiente, en un lugar donde el tiempo es eterno, como saber cuanto es el tiempo suficiente? Claro, él y la niña habían sido humanos, y tenían una noción algo similar del tiempo, a pesar de ser ahora, eternos como el medio, entonces para ellos podía ser un tiempo prudente, pero para los seres que vivían aquí, quien sabe. Serán de otras partes? Habrán vivido alguna vez? O quizás son seres eternos de aquí?. Si. Embargo esto último no lo creía.
Serán muy raros? Él era un hombre con traje y una máscara de conejo, y lab niña era una pequeñas de forma muy humana, claro, ellos se hicieron muy normales, pero para ellos, en el pueblo aunque el pueblo parecía muy humano, la forma de las personas no mucho.
La Niña se aburrió, ya me alaba del brazo para que fuéramos al parque a caminar, me di la vuelta par ver la tienda original última vez durante el día, los estantes viejos lusian como cada día, exactamente iguales, el hombre de rostro blanco y cinco cuencas seguía ignorandonos mientras hablaba con un ser cuadrúpedo en el cual lo más que podía entender era sus patas, lo demás no se podría clasificar como partes de cuerpo, como los conocemos, por lo cual no me tomaré el tiempo de intentar hacer comparaciones. Nos íbamos, salimos con la puerta mientras pasábamos al lado de más entre humadoides y otras cosas, vale decir que no es solo el hombre del lugar quien nos ignora, la verdad nadie en el pueblo nos dirige la palabra.
Fuimos al parque y paseamos por el lugar, como cada día, los árboles siempre eran otoñales y las mismas hojas siempre estaban en el mismo lugar del piso del tierra y pasto. Aun no terminaba de entender como funcionaba el pueblo, ni como podía haber una invención colectiva de algo en Aquí, pero sabía algunas cosas, los lugares siempre estaban igual y habían seres que no eran seres, eran invenciones del pueblos, ellos son los únicos que interactuan con nosotros.
Llegó la persona que vendía los helados, nos acercamos, nos dio los helados, todo era un show, no es que necesitaramos dinero o algo así, la chica, le sonrió a La Niña, y conversaron un rato sobre cómo estaba el clima y que era un lindo día.
Nos sentamos en una banca, seres pasaban, algunos nos ignoraban completamente, otros nos miraban con extrañesa y otros con desagrado.

Un día en AquíWhere stories live. Discover now