La niña: Llorar

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Ahí estaba ella, llorando, no entendía como ni por qué le habían abandonado, solo sabia que le habían dejado sola, el único ser que le había amado la había dejado, el único ser en el que confiaba y que le acompañaba se había ido, no entendía el por qué su conejo le había abandonado.

Lo irónico es que hace un tiempo atrás, Aquí ya había escuchado a aquella niña llorar tan desconsoladamente como ahora, pero de alguna forma pudo consolarla, como si la escuchase, la entendiera y quisiera consolarla, sin embargo eso es solo un decir, porque  Aquí no es algo como un ser, pero el hacer esa clase de relaciones es algo muy humano, así que dejemoslo así. Entonces ¿Qué hizo Aquí para consolar a aquella niña?, lo que a cualquier niña haría dejar de llorar, darle lo que quiere.

En ese entonces La niña aun no entendía como funcionaba Aquí, ella solo estaba ahí llorando, porque estaba sola, ni su papá ni su mamá estaban con ella, tampoco estaba en su casa, ni en su cama, ni con sus peluches ni con su música, nada, Aquí era blanco de punta a punta y en él nada había, en definitiva, estaba sola en la nada y eso le hacia sentir enormemente triste.

Tenia su pijama de siempre y su cara de siempre, pero en un momento que había dejado de sollozar, más porque sus pulmones ya no daban más que por el hecho de que se hubiera cansado, se miró un rato, se miró las manos, su dedos específicamente, algunos sin uñas, otros con  estas mismas tan cortas que dolía de solo mirarlas, ya que la carne bajo ellas estaba irritada y roja, con rastros de sangre seca. 

Odiaba sus manos, por más que suplicaba cada noche, cada vez que sus manos comenzaban levemente a recuperar un color natural o sus uñas comenzaban a crecer sobre la carne magullada, se las volvían a arrancar, era tan doloroso.

Ya divagando en sus memorias la niña ni pensaba en que estaba llorando recientemente, solo pequeños jadeos quedaban de aquellos, cortando constantemente su respiración mientras seguía mirando sus manos sobre sus rodillas. -Odio mis manos, son horribles, ¿cómo alguien podría querer a alguien de tan horribles manos y tan feo aspecto?, me gustaría tener manos bonitas-. En ese momento no solo deseó tener lindas manos, sino que las vio, se vio a ella con manos de dedos largos y uñas perfectas, y en cuanto se vio con ellas las obtuvo. A sus dedos le crecieron las uñas, el color de su carne dejó el rojo intenso y cada despedazamiento de piel se curó. De la impresión la niña hasta dejó de jadear, ya de su llanto no quedaba nada, miró sus manos sin creer lo que le había pasado, eran hermosas. En verdad solo eran manos sanas, pero solo ella podía entender tan bien lo hermoso de la salud. 

Entonces se levanto, miró a todos lados y luego miró sus manos otra vez, todo era muy surrealista, en ese momento entendió que estaba soñando, un feo sueño, pero era un sueño después de todo, por eso lo que ella deseara se haría realidad, pues era su mundo, entonces en ese momento dejó correr su imaginación.

-Quiero un vestido-, deseó, un hermoso vestido con tirantes, pero no lo obtuvo. Soñar no era tan fácil como le habían contado, entonces deseó una cabellera hermosa, sin ningún mogollón, pero tampoco lo obtuvo, no entendía, se sentó nuevamente en el piso.

Entonces miró sus manos, aquellas lucían hermosas aún, quizás con eso era suficiente, podía verse como un niña hermosa sin necesidad de tener un hermoso vestido, como lo hacia cuando jugaba en su cuarto, entonces se imaginó como una hermosa niña de un cuento, con su vestido, con sus zapatos y hermoso pelo largo, y entonces lo obtuvo.

Era una niña hermosa, tenía un largo cabello negro como el petroleo, su tes era clara, sus labios delgados, tenía un vestido rojo intenso con un listón, debajo de este le seguían una medias y al final de sus piernas le terminaban unos zapatos de charol negro tan brillante que se podía ver en ellos. Había entendido como controlar su sueño, su sonrisa cubrió todo su rostro, ya nadie recordaba que allí una niña había estado llorando desconsoladamente.

Jugó todo el tiempo que la eternidad le puede entregar a un niño, fue todo lo que siempre soñó, hizo todo lo que siempre soñó, tuvo todo lo que siempre soñó, sin embargo no tardó en entender que Aquí era cruel con los seres que alguna vez vivieron, en verdad más que culpa de Aquí, era culpa de los paradigmas que se inculcan en las consciencias de todo ser que alguna vez tuvo un cuerpo físico. Para nosotros, los que hemos vivido, todo es lo que podemos ver, tocar, sentir; si no cumple alguno de estos requisitos quizás puedas ser, pero nunca existir, existes porque puedes ser visto o tocado , y eres tú porque te vez, te palpas o te sientes como tú. Entonces ¿Qué hay que hacer para ser tú? ¿Y si no lo cumples?.

La mente del ser humano es un lugar muy frágil, frágil como el cristal.


Un día en AquíWhere stories live. Discover now