proologo

224 6 0
                                    

- ¡Hola Justin! - Le dije sonriente.

-Hola. - Me contestó seco. No entendía a que se debía.

-¿Qué pasa? ¿Por qué estas así?- le pregunté extrañada.

- No te preocupes por lo que te voy a decir o lo que va a pasar.- Me dijo

- Justin me estas asustando, ¿me lo vas a decir?- Me estaba poniendo muy nerviosa. Frote mis manos contra mis vaqueros. Él se dio cuenta y me cogió las manos.

- Me voy-. Se me callo el alma al suelo, no me creía lo que acababa de decir. Lo conocía desde que teníamos tres años y ahora me dice que se va, que me deja sola, tirada.

- No hablas en serio. No es verdad.- Le dije aún más nerviosa que antes.

- No te preocupes, ¿vale? Me tengo que mudar, todo es culpa de mis padres, dicen que nos tenemos que ir, que es por el trabajo me dicen. Lo siento, he intentado convencerles, decirles que no me puedo ir.

- Pero… y yo que voy a hacer. Ahora que vamos a empezar al instituto no…, no conozco a nadie…- le digo asustada. Las lágrimas iban a empezar a brotar de mis azules ojos  en cero coma.

- Tranquila, por favor.- Me ruega el mientras me abraza.

- No sé qué haré sin ti.- le digo. Ya no aguantaba más. Rompí a llorar. El me abrazo más fuerte. Y yo hice lo que él.

- Te prometo que te llamare, te escribiré, y al menos ya te han regalado un móvil por tu cumpleaños. Podremos chatear, te prometo que estaremos en contacto.

- ¿Me lo prometes de verdad? ¿Lo juras con el meñique?- le pregunte. Teníamos esa manía de prometernos las cosas, ya que rememorábamos nuestra infancia.

- Te lo juro.- Dijo él con su peculiar sonrisa pícara. Le encantaba que le hiciera jurar cosas con el meñique.

Juntamos nuestros dedos meñiques y tiramos. Al igual que hacían Kenai y Koda en Hermano Oso. Era “nuestra película”, nos encantaba desde que la vimos por primera vez. Lo abracé con todo el ímpetu que pude. Era horrible despedirse de alguien al que has estado unido toda tu vida. Y así como vino se fue. Estaba destrozada, mis padres intentaban consolarme, decirme que todo iría bien, que le volvería a ver. Pero eso nunca ocurrió.

El primer año que estuve separada de él fue horrible, al menos nos manteníamos en contacto. Nos mandábamos fotos de nuestros nuevos amigos. Pero yo sabía que nunca tendría un amigo como el nunca nadie lo superaría. A partir del segundo año empezamos a hablar menos, éramos más secos el uno con el otro y a mí eso me partía el corazón, lo quería tanto y ahora el me dejaba tirada.

Al tercer año ya no sabía nada de él. Desapareció de mi  vida. Entre en una gran depresión y no podía salir casi de casa, todo me recordaba a él. Esas tardes en el patio de atrás haciendo guerras de agua o de barro según nos diese. O cuando me enseñó a montar en bici y me caí, el me llevo a caballito hasta casa y me curo las heridas. No podía creerme que todas esas promesas quedaran enterradas en el olvido.

El ReencuentroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora