Capitulo 4

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Empecé a abrir los ojos. Alguien me estaba zarandeando de un lado a otro. Cuando me di cuenta que obviamente era mi hermano pequeño. Tenía 10 años, mis padres tardaron bastante tiempo en tenerlo, lo sé. A veces me pregunto si alguno de los dos fue un hijo no deseado y que por culpa de no tener cuidado crearon. Espero que no.

-Eva, despierta. Son las nueve de la noche. Tenemos que cenar.- me dijo con una sonrisa en la cara, mirándome con sus enormes ojos marrones. La verdad yo no sé porque tengo los ojos azules. Mis padres no tienen los ojos muy claros que se diga. La única que tiene los ojos azules de la familia es mi prima Inés. La pena es que no la vemos mucho porque vive en otra ciudad.

- Vale, ahora mismo bajo. ¿Cuánto tiempo llevo dormida?- le pregunte, únicamente por curiosidad.

- Pues no sé, cuando llegamos a las dos y media ya estabas dormida.- me dijo mientras salía por la puerta.

Me levante de la cama, me puse las zapatillas y fui a mirarme al espejo. No era guapa, pero tampoco fea. Mis amigas decían que tenía un tipazo de la virgen, yo no lo creía. Era delgada sin llegar a estar, como decirlo, ¿anoréxica? No se la verdad. Mis ojos azules destacaban gracias a mis pecas sobre mi nariz. Y mi pelo era rubio, pero no rubio como el de la Barbie, sino un rubio apagado pero con brillo. En ese momento mi pelo era un dilema lo tenía entero enredado y con las puntas abiertas. Tendré que ir a cortármelo, pensé.

Fui al baño, me recogí el pelo en un moño. Baje a la cocina y cene. No abrí la boca no quería que me riñesen o cualquier cosa. Cuando acabe de cenar, recogí el plato y me fui a mi habitación. La verdad tenía ganas de salir pero no me iban a dejar, así que me metí en la cama y me puse a escribir, luego a leer, a escuchar música, hasta que por fin me quede dormida.

Me desperté a las nueve de la mañana. No tenía ganas de quedarme en casa. Así que me puse unos playeros unos shorts deportivos y una camiseta. Cogí una manzana del frutero y un zumo de la nevera y salí fuera a desayunar. Hacía muy bueno, no hacia frio y tampoco calor, y el sol te daba calentándote lo suficiente. Hice la rutina de todos los domingos dar una vuelta a la manzana. De la que volvía vi a Justin salir a toda prisa de su casa. Rece porque no fuese a por mí, por desgracia así era. Intente correr más rápido pero me cogió del brazo y me giro, quedándonos así cara a cara.

-¿Puedes dejar de escapar de mí, por favor?- me dijo, todavía agarrándome del brazo.

- Si me soltases…- dije haciendo un gesto con la cabeza indicando su brazo agarrando el mío.- ¿Qué quieres? Tengo cosas que hacer.

- Mira, sé que no me creerás, pero de todos modos lo voy a intentar. Lo siento, fui in completo idiota.

- Lo sé, que se le va a hacer hay gente que es así desde que nace y otra que a medida que cumple años va aumentando.- le dije sarcásticamente junto con una mirada asesina

- ¿Puedo seguir?- asentí con la cabeza de poca gana.- Lo siento de verdad. No te lo estoy diciendo de verdad, le he estado dando vueltas toda la noche a lo que me dijiste, y tienes razón. ¿Puedo compensarte invitándote a un batido?

- Vale.- acepte, no sé porque la verdad fue un impulso.

- ¿Te paso a recoger hoy a las 5?

- Está bien, se puntual.- le conteste mientras que me daba la vuelta.

Notaba una sensación extraña, como si me observasen. Me di la vuelta y vi que Justin me estaba mirando con una sonrisa en la cara. Le devolví la sonrisa tontamente y sin darme cuenta. Entre en casa, y me di una ducha de agua fría, a ver si así espabilaba un poco.

Después de comer, me prepare para la “cita” que tenía con Justin. No sabía que ponerme. Al final opte por un vestido blanco con un estampado de flores en la parte de abajo y unas alpargatas, me eche un poco de rímel y gloss. Llegaron las cinco y no tardo en sonar el timbre ni cinco segundos. Salí al porche y vi a Justin apoyado contra la valla.

-Hola.- le dije.- Ya estoy lista.- se dio la vuelta y tardo en reaccionar un par de segundos.

- Hola, estas muy guapa, y lo digo en serio.

- Gracias.- le conteste sonrojándome, no sabía porque pero bueno.- ¿A dónde vamos?

- No se… ¿Starbucks?

- ¡Sí! – creo que mi entusiasmo se notó demasiado porque empezó a sonreír. Me tendió el brazo. Dude un minuto en aceptarlo.

Cuando llegamos al Starbucks yo me pedí un batido de fresa y plátano, nos sentamos en una mesa de una esquina, pequeñita, para dos personas. Había un silencio incómodo. De repente vi a Irene entrar con una de sus amigas del instituto.

-Voy a saludar a una amiga Justin, ahora vuelvo.- le dije mientras me acercaba a ella.

- ¡Hola, Irene! ¿Qué hay de tu vida, tía? - la pregunte y la di dos besos.

-Hola, bien. ¿Con quién has venido?

- Con un amigo… - dije dubitativa y me gire para mirarle. Vi cómo nos observaba.

- Ui, que mono… voy a saludarle.- me dijo ya yendo en dirección a Justin.

- ¡Irene, te mato!

- Hola, soy Irene una amiga de Eva.- dijo sonriente. Justin se levantó la dio dos besos y le devolvió la sonrisa.

- Hola Irene. Yo soy Justin.

- Encantada.- le dijo aun con una gran sonrisa.- Trátamela bien ¡eh! Os estaré vigilando

- Hasta luego.- le dije yo mientras ella me daba dos besos y un abrazo.

- Perdónala es así la pobre.- le explique con una sonrisa tímida.

- Que no se preocupe que yo te trato bien.

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