Capítulo 7

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Sábado. Por fin. Tenía unas ganas locas de que fuese ya sábado, únicamente para salir y a ver si emborrachándome me olvidaba algo del impresentable de Justin. Aun le seguía dando vueltas a lo sucedido en su casa ese lunes, lo odiaba, odiaba pensar que podría enamorarme de él. Ya me había roto el corazón una vez, no de la misma manera en la que tu pareja rompiese contigo, pero eso no quita que me hubiese destrozado. Intente quitarme eso de la cabeza, no quería seguir pensando en ello.

Por suerte la semana se me pasó rápido y solo tuve que ver a Justin en clase. Pasaba de él, no podía ni mirarle a la cara. A lo largo de la semana les fui contando a las chicas lo de Justin, me costó mucho, pero al final les solté todo. Ellas reaccionaron bien a esto y me comprendieron, aunque lo de que estaba demasiado cachondo no se lo callaron.

Llamé a Olaya para ver si podía venir a comer a mi casa. Necesitaba verla, ella es de las pocas personas que me pueden sacar una sonrisa en cualquier momento. Gracias a Dios podía venir. Me di una ducha rápida, me sequé mi largo pelo rubio y me puse un pantalón de chándal y una camiseta. Después de una hora, llegó.

-Hola- me dijo con una sonrisa en su preciosa cara.

-Hola- le di un abrazo y nos fuimos a sentar al sofá.

- Tengo una sorpresa para ti… te va a encantar estoy segura- sacó una pequeña bolsita de detrás de su espalda. No me lo podía creer, después de tantos años seguía haciéndome lo mismo.

- ¿Qué te dije de los regalos? Lo sabes de sobra, no quiero regalos.- le dije tajante pero sin poder evitar que mi rostro formulase una sonrisa

- ¡FELICIDADES!- como supongo que os estáis imaginando, sí, era mi cumpleaños. Me entregó en paquete y lo abrí. Dentro había una cajita rosa y azul celeste envuelta con un lacito y una nota que decía: “Por todos nuestros bailes, libros, peleas y todo lo demás. Más años junto a ti, es lo único que pido. Siempre pequeña.” No podía aguantarla, la quería demasiado.

Abrí la cajita y dentro había un hermoso colgante dorado con forma de corazón, por delante estaba grabado un dibujo de unas puntas y por detrás unas Converse, y dentro uno de nuestros famosos “Okay? Okay”. La miré con los ojos humedecidos, me temblaban hasta las manos. La abrace, la abrace tan fuerte como pude.

-Gracias. De verdad. Muchas gracias. Te quiero mucho.

- Eso ya lo sé, soy perfecta.

- Tampoco te flipes maja

- Vale –dijo prolongando la última vocal de la palabra.- Pero me amas – continuó entre risas

- Si anda si…

Como mis padres no estaban en casa, se quedó a comer, nos hicimos un plato de pasta y pedimos unos mousse a domicilio. La verdad, no sé qué haría sin ella. Me da fuerza y yo a ella, nunca la abandonaría, aunque ella piensa que no es más que una chica del montón no sabe lo mucho que se equivoca.

Suena el teléfono. Es Claudia. Lo cojo, a ver qué le pasa.

-Hola gordi- me dice con su peculiar voz cantarina y alegre.

-Hola, ¿qué pasa?

- Tengo un problema muy grave. Ya sabes que voy a ir hoy a una fiesta y que voy a ir con Charly. Asique quiero ir perfecta ¿puedes venir a casa y me dices que me pongo? Por favor te lo pido, como buena amiga que eres-

-Está bien. En una hora voy a tu casa. No te preocupes, tú siempre estas guapa y más desde su punto de vista. Hasta luego- cuelgo.

Me preparo. Me pongo unos pitillos negros, una blusa azul y unos botines. Me paso la plancha por el pelo me hecho un poco de rímel y gloss, y ya estoy lista. Salgo de casa y llego allí antes de lo previsto, pero a ella no le importa.

El ReencuentroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora