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El sonido infernal de la alarma retumbaba en su cabeza. Definitivamente no fue una buena idea salir con Namjoon un domingo.
Si bien la deprivación del sueño no era suficiente para que Hoseok se encontrará de mal humor, pues había dormido cerca de tres horas, la increïble resaca que tenia no hacía mucho por ayudarlo.

Apagó el despertador lo antes posible, y en un intento en vano por volver a ser humano levantó un poco la cabeza para incorporarse, pero al instante la luz del sol, que se colaba por las rendijas de su persiana, le cegó como un si fuese un foco de luz.
Volvió a hundir la cabeza entre las almohadas y despeinó su cabello intentando masajear su cabeza. Cuando levantó de nuevo la cabeza, intento acostumbrarse al brillo de la habitación, y cuando lo consiguió se incorporó entero.

Su pecho estaba desnudo, al igual que sus piernas. La única prenda que lo cubría eran unos boxers.
Frotó su cara de una manera cansada y desesperada. De verdad no querría vivir esa mañana. Solo quería volver al mundo de los sueños donde no hay resacas, ni estudios, ni trabajos.
Muy a su pesar no querría ser despedido de la cafetería ruidosa en la que trabajaba. Tan solo si pudiera ir a la universidad por la mañana y al trabajo por la tarde y no al revés... Tan solo si fuera así, Hoseok podría volver a cerrar los ojos y descansar en paz.

Decidió no darle más vueltas al asunto, ya que era inservible quejarse. Se levantó de la cama y se fue directo al baño. Todos sus poros emanaban alcohol. Necesitaba ducharse.
Abrió el grifo y reviso el móvil mientras esperaba a que el agua se calentara. Una vez el agua estaba a una buena temperatura, Hoseok se metió en la ducha e hizo lo propio.

Una vez salió del baño se vistió como siempre hacia: sudadera y tejanos. Arregló rápidamente la mochila, cogió un paquetito de galletas de un armario de la cocina y salió por la puerta. Cada mañana se repetía lo mismo. Hoseok remolones a en la cama hasta que era demasiado tarde y tenía que acabar saliendo corriendo de su casa con el desayuno en la boca para no llegar tarde.

A un par de manzanas más lejos de su casa se encontraba la parada de el bus. Como cada mañana llego justo a tiempo: exactamente cuando el bus llegaba. Se subió e intentó buscar un buen lugar, aunque dado la cantidad de gente que tenía que trabajar no fue tarea fácil. Optó por quedarse de pie hasta llegar a la estación de tren que lo llevaría a la capital, pues el vivía en las afueras.

Una vez hubo llegado, esperó varios minutos hasta que llegara el tren KTX-80 con destino Beomcheon-Dong, donde se ubicaba la cafetería donde trabajaba. A pesar de que el tren iba bastante lleno consiguió encontrar una zona prácticamente aislada. Había bastantes sillones vacíos así que se sentó en uno que tenía ambos sillones (el de su lado y los dos de delante) vacíos.
Una vez se sentó enchufó sus cascos y se dispuso a escuchar música mientras apoyaba la cabeza en el cristal y cerraba los ojos para poder descansar.
El traqueteo de los vagones era relajante. Hoseok juraría que se podría quedar dormido. Lástima que si lo hacía perdería su parada.
A Hoseok le gustaba mirar por la ventana, era relajante: ver el paisaje moverse al compás de el tren, las nubes blancas que escondían un sol que aún no había salido del todo, los árboles verdes y floreados... Definitivamente era muy bonito.

Sin embargo, algo lo hizo apartar su vista de la ventana. Un chico había llegado y tuvo que incorporarse y apartar las piernas para dejarlo pasar.
El chico se sentó delante de él y el menos de un minuto ya había cogido un libro de su mochila, dispuesto a pasar el rato.
El chico era moreno. No demasiado alto. Tenía unos labios bastante grandes y ,al contrario, unos ojos pequeñitos. Su rostro estaba adornado por unas gafas algo grandes de color negro que lo hacían verde más interesante.
Llevaba una camisa de cuadros amarillos y verdes y una camiseta blanca debajo. También vestía unos tejanos simples y unas bambas deportivas. Quizás Hoseok se estaba fijando en demasiados detalles, y Hoseok se dió cuenta cuando el chico hizo ademán de levantar la mirada. En seguida Hoseok quitó sus ojos de encima del chico y los volvió al paisaje.
Cuando el chico sin nombre volvió la vista a su libro, Hoseok volvió la vista a la ventana, sin dejar de echar alguna que otra ojeada disimuladamente y de reojo.
Ese chico era verdaderamente guapo. No era la belleza de un hombre, ni de una mujer, era algo etéreo. Su rostro era gentil y suave, pero su cuerpo era fuerte. Era una combinación extrañamente perfecta.

Train Boy  » Jihope/HopeminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora