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¡Mierda, mierda, mierda!¿como puedo ser tan estúpido? Pensaba Hoseok para si mismo. Jung Hoseok era un hombre tan inteligente y atento que había olvidado poner en marcha el despertador para que sonara a la mañana siguiente. Ahora tenía quince minutos para vestirse, desayunar, peinarse, lavarse los dientes, hacer la mochila, coger la bici (porque ya había perdido el bus), ir hacia la estación y coger el tren a tiempo si no quería que su jefe le quitará del sueldo las horas que no haría ese día.

Situaciones desesperadas requieren medidas desesperadas.
Dormir con chándal tenía algunas ventajas así que Hoseok solo tuvo que cambiarse de camiseta, pues estaba algo sudada y ponerse los primeros zapatos que encontró. El pelo y los dientes tendrían que esperar. En ese momento la higiene pasaba a un segundo plano. Cogió la bicicleta de su balcón y antes de irse cogió un paquete de galletas por si le entraba hambre en el tren. Cogió la mochila tal y como estaba y salió por la puerta.

En cuanto estuvo en la calle comenzó a pedalear como un loco. Sudando a más no poder. Iba lo más rápido que podía, pues solo tenía diez minutos para llegar a la estación. Estaba claro que no lo conseguiría. Sin embargo, Hoseok debía intentarlo. Pedaleo lo más rápido que pudo por mucho que le faltará el aliento. En cuanto llegó a la estación encadenó la bicicleta en una farola cualquiera lo más rápida que pudo y entró dentro. Tenía suerte de conocer el camino y no tener que pararse a leer por donde se iba a que vía. Comenzó a correr por las escaleras mecánicas como un loco, pero eso no fue nada a lo rápido que las bajó cuando se anunció la salida de su tren por megafonía.
Llegó abajo. Las puertas del tren estaban abiertas. Hoseok se abalanzó sobre las puertas del tren y entró justo antes de que las puertas cerraran.
Lo había conseguido.

Hoseok estaba todo sudado y cansado. Se había despertado hacía quince minutos, por el amor de dios, nadie seguiría en pie después de pegarse el duatlón de su vida unos minutos después de despertarse. Hoseok fue hacia el asiento de el día anterior y se dejó caer. Estaba muerto. Apoyó la cabeza contra el cristal y cerró sus ojos, en parte deseando poder dormir un poco más, en parte aliviado por haberse subido al tren a tiempo. El traqueteo del tren era extrañamente tranquilizante. Si no fuese porque su parada estaba relativamente cerca y porque no confiaba en su oído para despertarse, se habría dormido allí mismo.

Hoseok era todo un cuadro: moflete estampado contra el cristal, labios rojos y abultados por culpa de la pòsición, cara levemente hinchada, pelo que más que pelo parecía un nido de pájaros, chándal arrugado y mochila tirada en el suelo de cualquier manera. Sólo le faltaba comenzar a roncar.

Hoseok aún con los ojos cerrados no se dió cuenta de que aquel chico que le había dejado una fuerte impresión el día anterior acababa de entrar al tren y, igual que la otra vez, se acababa de sentar delante suyo. El chico de pelo negro dejó su mochila bajo su asiento y se sentó como una persona normal, todo lo contrario a Hoseok, y la verdad es que si era todo lo contrario. El chico llevaba el pelo muy bien peinado, la cara lavada, una ropa elegida a propósito y unas zapatillas a conjunto también. Por si no fueran pocas las diferencias entre ellos dos, el chico del tren no era un flojo que podía dormir en cualquier sitio. Apoyó su brazo en el asiento como toda persona normal haría y sacó su libro de persona que prefiere entretenerse en el tren antes que escuchar música o recuperar las horas de sueño que no había podido dormir la noche anterior (de nuevo, al contrario que Hoseok).

El chico recién llegado no pudo evitar examinar el aspecto de Hoseok. Se veía muy gracioso, la verdad, tanto así que el chico no pudo evitar dejar salir una pequeña risa antes de volver a su libro. La verdad es que el chico dormilón (como lo acababa de apodar él) se veía adorable.

Hoseok no pudo evitar abrir los ojos cuando escuchó una sonrisita. Levantó la mirada justo a tiempo para ver a un chico sonreir y volver la vista a su libro. Bueno, no era un chico cualquiera, era el chico del tren. Al parecer esa no sería la última vez que lo vería, probablemente también cogía ese tren a diario.

Train Boy  » Jihope/HopeminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora