Heme aquí, reviviendo mis temores, a punto de contarles una historia que aún me provoca pesadillas por las noches. Pero no de esas pesadillas fáciles de olvidar a los minutos, no, si no más bien esas que atormentan tu día y quedan grabadas en tu piel como una marca de fuego. De esas lastimaduras que duelen si ser tocadas y parecen no cicatrizar jamás. Así es como lo sentía, sentía que aquel recuerdo nunca cicatrizaría y quedaría latente de por vida en mis pesadillas.
Temo quedarme dormida, pues no quiero soñarlo, no quiero revivirlo, no quiero volver a aquel lugar jamás, con una vez bastaba, pfff, y vaya que bastó. Bastó para sentirme insegura por las noches, para sentir el temor a donde sea que vaya, para sentir que aún no había acabado.
Ni Miles, France ni Eira me lo han confesado, pero estoy segura que les pasa lo mismo que a mí. Lo puedo percibir en sus ojos desorientados, desvelados y aún temerosos.
Eira ya no es la Eira de antes, ahora su buzón interno de quejas está vacío, pues dejó de ser irritante e inconformista, ya no se queja de nada, es más, siquiera habla y cuando lo hace es para pronunciar un simple e imprescindible "hola". En cuanto a France, esta no para de fumar, consumiendo tres cajas de cigarrillos por día con la excusa de "calmar la ansiedad." Y Miles, pfff, de él ni hablemos, el pobre está más aterrado que todas nosotras, definitivamente fue el más afectado del grupo.
No pretendo cargar la culpa sobre sus hombros, pero técnicamente él fue el responsable número uno de todo lo sucedido, no solo por su obstinada cabezota, si no por la simple razón de que él fue quien nos arrastró a aquel escalofriante lugar.
Todo comenzó por un concierto, un estúpido concierto de rock. Nos dirijamos a presenciar la gira de U2 cuyo único show en nuestro país tendría lugar en la capital, lo que implicaba un viaje de dos días en el viejo y apestoso coche de Miles para trasladarnos de una punta del país a la otra. Y nuestro amigo quien dijo planear todo a la perfección, encontró un parador "muy pintoresco" en el cual pasar la noche para seguir viaje ya más frescos y descansados al día siguiente. Pero le faltó mencionar un pequeño detalle: que aquel lugar sería escenario de una de las experiencias más escalofriantes de nuestras vidas.
Y así como todo comenzó en la carretera, finalizó del mismo modo. Una carretera que desde un principio no advertía nada bueno, y así lo fue. Esta nos condujo hacia la peor experiencia posible y nos devolvió con la peor sensación, los rostros petrificados, el corazón estreñido, y sin habla. Nunca hicimos comentario alguno, nadie se atrevió a pronunciar una palabra, no sólo por el miedo, si no por volver a revivir con palabras aquello que pasaba por nuestra mente una y otra vez. Una vaga esperanza quería hacerme creer que aquello nunca había pasado realmente, pero la carretera no mentía, pues provenía de aquel lugar. Un lugar que quedaría grabado permanentemente en nuestros recuerdos. Por más que no queramos, por más que lo intentemos, por más que hagamos fuerza para ocultarlo y borrarlo de nuestro pasado, lo recordaremos de por vida. Seguirá ahí, presente en nuestras malditas cicatrices, presente en nuestras pesadillas, enterrado en lo más profundo de nuestros oscuros secretos.
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El Caminante ©
Mystery / ThrillerCuatro amigos pasan la noche en un parador muy peculiar, un lugar aislado, añejo, y testigo de cientos de historias de un pasado remoto: una estación de trenes abandonada. Estos personajes enfrentarán algunas sorpresas durante la noche, una noche qu...