Última parte

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Se abre la puerta de la habitación y nada me hace más feliz que ver el rostro de preocupación Eira.
—¿Qué...? ¿Qué te pasó?
Rápidamente me ayuda a incorporarme e inevitablemente le cuento con unas resumidas palabras lo que había vivido segundos atrás.
—Zapatos en la vía... Llantos, respiración... Hay... Hay alguien— apenas podía hablar, aún seguía jadeando, agitada y en shock.
—¿Qué dices? Te golpeaste la cabeza, mírate estas lastimada
—Esp... Espíritu
—No, el golpe te afectó. Estas delirando, dices incoherencias— responde ella modulando bien cada palabra y abriendo bien la boca, parecía hablarle a un niño de cinco años.
Ante el escándalo, France se asoma por la puerta con cara de dormida y de pocos amigos.
—¿Que mierda les pasa? ¿No vieron la hora que es?— dice gruñona y aún con los ojos pagados.
—Es que se chocó contra la...
Eira terminaba la frase cuando un sonido ensordecedor opaca su voz aguda y chillona. Una estruendosa bocina nos desconcierta totalmente y despega por completo los adormilados ojos de France los cuales quedan abiertos y brillantes como dos bolas de billar. Era nada más y nada menos que la bocina que producían aquellas locomotoras antiguas de vapor. Aquel era el sonido que me había despertado, sabía que no estaba loca, sabía que aquello no era producto de mi imaginación, pues Eira y France también eran testigos. Una vez la bocina se detiene, le da paso al silencio, permanecimos mudas, nuestro escándalo había terminado.
Todo se hallaba en penumbras pero el farol seguía aún ahí, tirado y según la iluminación que este brindaba la vía se hallaba completamente vacía, sin rastro de algún tren o locomotora. Además, aquel edificio no tenía más la función de estación, por lo que aquel sonido era completamente ilógico.
Seguimos en silencio, tratando de procesar lo que nuestros oídos habían captado. Hasta que Eira, aterrada, deja escapar un grito desgarrador que despierta al único bello durmiente, ausente durante el aterrador espectáculo.
Miles sale como despavorido de su habitación.
—¿Qué pasó? ¿Qué mierda pasó?— se dirige preocupado hacia nosotras, fijando la vista en mi sangrante cabeza.
—¿En serio preguntas qué pasó? ¿Qué no tienes oídos?
—Cálmate France— retrocede él.
—¡No me pidas que me calme cuando tú fuiste el que nos trajo a este maldito lugar embrujado!— responde ella subiendo el tono de voz.
—No me digas que tu también crees en esas tonterías
—No son tonterías— respondo limpiándome las gotas de sangre de la frente con las mangas del pijama.
—Lo que ella dice es cierto Miles, algo claramente está pasando aquí— le explica Eira con más calma.
—Escuchamos la bocina de un tren, aquí no hay más trenes— explica France.
—Eso no es todo, más temprano, oí el llanto de una mujer, y vi nuevamente los zapatos, a unos centímetros apuntando hacia mí, pero esta vez sentí... — trago saliva aún recordando aquella horrible sensación— una respiración
Me doy cuenta como Eira y France se tensan al oír mis palabras, en cambio Miles sigue indiferente.
—Vamos, no bromees, estas asustando a las chicas— dice él.
—A ver "Machote" ¿Por qué no te acercas a la vía y lo compruebas tú mismo?— lo reta France, más enfadada que nunca.
—Sí, Señor Valiente, demuéstranos que estás en lo correcto y que no hay nada que temer— agrega Eira de brazos cruzados y desafiante.
—Joder, ustedes son infinitas. Ya verán— ríe él sacando pecho y alargado el cuello.
Las tres cruzamos cómplices miradas y nos dedicamos a observar el espectáculo rogando para qué algo aterrador le diera el susto de su vida a nuestro ignorante amigo. Pero de haber sabido lo que ocurriría no lo hubiéramos siquiera deseado.
Miles de acerca al borde de la vía, se detiene y mira a sus alrededores expectante.
—Lo ven— se gira hacia nosotras alzando los brazos— nada fuera de lo común
Gira nuevamente hacia la vía de tren, pero inesperadamente recibe empujón por la espalda y cae de frente sobre la vía, golpeando su cabeza en uno de los fierros.
Instintivamente corrimos a acudirlo, encontrándonos así con la peor imagen de nuestras vidas: Miles tirado inconsciente y a su alrededor nada más y nada menos que un montón de huesos y cráneos humanos, junto a nuestra peor pesadilla: el viejo par de zapatos.

El Caminante ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora