Me llevé a mi madre al cine, le dejé elegir la película, mientras compraba palomitas y barritas de chocolate. Le encantaba el sabor de lo dulce y lo salado mezclado. Finalmente, eligió una película de terror, habría elegido esa también. Ella y yo éramos increíblemente parecidas, a veces parecía más como una hermana que como una madre.
Vimos la película en silencio, aunque hacíamos comentarios sobre la película.
Cuando caminábamos hacia el aparcamiento, mi madre no dejaba de hablar sobre el personaje principal. Ella sonreía, y yo estaba feliz de que pudiera darle aquellos momentos.
Nos metimos en el coche y regresamos a casa hablando de la película, pero mi mente seguía en ese pedazo de papel. ¿Cuál era su propósito? ¿No podía dejarme en paz?
- ¿__? - preguntó mi madre llevándome de vuelta a la realidad.
- Lo siento, mamá. ¿Qué decías? - dije sonriendo.
- Te conozco, cariño. Hay algo que te molesta, puedo ver eso. Sabes que puedes decírmelo todo, ¿no? - yo no podía dejar de reír.
- Me recuerdas a cuando tenía trece años, y tuvimos la '' conversación '' - dije.
- Era muy difícil hablar de sexo con mi hija.
- Claro, mamá.
Llegamos a la casa y para mi sorpresa Marissa estaba sentada en el sofá de la sala de estar. Se puso de pie en cuanto nos vio.
- ¡Hola! Sólo vine a ver cómo estabas, pero puedo ver que estás bien. - dijo, caminando hacia nosotras, abrazó a mi madre y le besó en la mejilla. Mi madre era cómo una madre para Marissa.
- Pensé que estabas ocupada, fuimos al cine. Te habríamos invitado si hubiéramos sabido que estabas libre. - le dijo mi madre.
- Está bien, no te preocupes. - respondió Marissa, después me miró. - Tenemos que hablar.
- Me voy a la cama, divertíos. - dijo mi madre caminando hacia las escaleras.
- ¿Cómo está? - me pregúntó inmediatamente cuando mi madre salió de la sala.
- Está bien. El tratamiento está haciendo maravillas en ella.
- No sabes lo que me alegra que me digas eso. ¿Y... qué pasa con Alex?
- Ni idea, sólo sé que mi madre está triste a veces porque no lo ve, pero creo que es mejor, Alex solo viene cuando necesita dinero. - Marissa asintió con la cabeza, en señal de comprensión.
- Ahora, señorita. Necesitas decirme todo sobre el chico caliente que has estado viendo. - ¿Qué? ¿Cómo era posible que lo supiera?
- A. ¿Qué sabes de él? Y B. No lo estoy viendo, es un cliente. - tuve que dejar las cosas claras.
- Bueno, vamos a decir... que las stripper no son personas muy reservadas. - explicó riendo.
- ¡Oh dios! Porfavor, no me digas que fue Alain. - Marrisa no respondió. Alain era una stripper del club; era buena chica, pero amaba los chismes.
- ¿Y cómo es?
- Es condenadamente sexy. Pero es un bastardo arrogante que piensa que puede tener el mundo entero, si él quiere.
- ¿Te gusta?
- Es atractivo pero eso es todo. Ni siquiera sé su nombre.
- Te gusta. - afirmó, sonriendo maliciosamente.
- Vale, tal vez un poco. Pero confía en mí, es un bastardo arrogante, y cada vez lo odio más.
- No lo conoces, así que no puedes juzgarlo.
- ¿Lo estás defendiendo? ¿Debo recordarte que eres mi amiga?
- Vale, vale.
- No estoy saliendo con él, sólo es un cliente.
- Si tú lo dices. - respondió rodando los ojos. Solía hacer eso cuando no me creía.
Pasamos el resto de la noche hablando de mi madre, Alex, y del chico caliente. Marissa decidió pasar la noche con nosotras, pero en cuanto toqué mi cama, me dormí inmediatamente.
- ¿Qué pasa, Rose? - saludó Alain, mostrando sus dientes blancos.
- No puedo creer que llamaras a Marissa, para decirle lo del chico caliente. - dije mientras me metía en mi camerino. Alain me siguió.
- Él es extremadamente sexy, sin duda me acostaría con él. - dijo. Alain era una persona extrovertida, y no le importaba hablar de sexo con cualquier persona.
- Lo sé. - le dije.
- ¿Conseguiste que tuviera una erección en el show privado? - pude ver la curiosidad en sus ojos.
- No sé, no me importa. - respondí seriamente. - No le presté atención a eso, por el amor de dios. - y la empujé fuera de mi camerino.
Kage caminaba hacia nosotras. Siempre aparecía en el momento adecuado.
- Hola, Kage. - dijo Alain con un tono lascivo.
A veces podía considerarse una perra. Kage no podía dejar de sonrojarse, Alain acarició su pecho hacia arriba y hacia abajo con su dedo, empecé a caminar a caminar hacia la salida para darles un poco de privacidad.
- No te preocupes, Kage. Voy a estar bien. - dije abriendo la puerta. No quería arruinar su momento, o lo que fuera. Me dirigí a mi coche revisando mi teléfono.
- ¿Necesitas que te lleve? - me quedé helada. Esa voz arrogante. Me dí la vuelta y allí estaba él. Todo de negro, y apoyado en su coche con los brazos cruzados sobre su pecho.
- ¿En serio? - pregunté sorprendida. Tragué salida.
- Soy persistente. - exclamó sonriendo maliciosamente, mosrando sus dientes blancos y perfectos. Me volví hacia mi coche de nuevo. - No seas grosera, Rose. - enfatizó mi nombre de stripper. Seguí caminando. - ¿O debería llamarte... __? - mi cuerpo se congeló por completo cuando le oí decir mi nombre real.
- ¿Cómo...? - pero no me dejó terminar.
- El dinero puede conseguir muchas cosas. - explicó, empezando a caminar hacia mí. - Mi nombre es Harry. - extendió su mano hacia mí. Le lancé una mirada asesina.
- Me da igual. - dije, abriendo la puerta de mi coche.
- ¿Estás libre mañana por la tarde?
Me reí y entré en el coche. Puse el motor en marcha, y oí unos golpecitos en el cristal. Subí la ventanilla. - ¿Qué? - entonces me dio un pequeño pedazo de papel.
- Quiero saber si cambias de opinión. - y volvió a mostrar su sonrisa. - Seguiré esperando todas las noches por ti hasta que te decidas a salir conmigo, es sólo para hablar. - puso cara de inocente, pero me mantuve firme.
- ¿Qué diablos te hace pensar que saldría contigo? - le pedí.
- Podemos ir a un lugar público si no confías en mi. - ofreció en serio.
- Bueno, la primera vez que hablé contigo, me ofreciste dinero si dormía contigo, así que, claro que no confío en ti.
- Puedes llevar a un amigo o lo que sea. Piensa en ello. - dijo dándose la vuelta y caminando hacia su coche.
Tomé una respiración profunda mientras conducía por el aparcamiento. Ese chico iba a volverme loca, lo sabía, y lo peor de todo era que yo lo estaba disfrutando.