Podía sentir los latidos de mi corazón, golpeaban mi pecho de forma irregular y dolorosa. Algo estaba molestando mi nariz y me dificultaba respirar. Era malditamente molesto. Quería quitarlo, pero mi mano no le hacía caso a mi cerebro, por más que lo intentara, el brazo parecía literalmente muerto.
—No, Michael, no creo que pueda soportar otra cosa como esta, esta chica te va a enfermar, nos va a enfermar a todos si no hacemos algo al respecto —Con tan solo escuchar la voz de mi madrastra, quise volver a caer inconsciente.
Ya sabía dónde me encontraba, estaba en un hospital, podía sentir como la aguja se enterraba en mi brazo, lastimándome, picándome, molestándome al igual que la voz de la horrible de mi madrasta Clementine.
No quería abrir los ojos, quería fingir estar dormida hasta que ellos se fueran, no creía poder soportar a los dos gritándome lo estúpida que era, en lo imprudente que me he convertido. Como siempre lo hacen últimamente. Es como un maldito disco rayado, todos los santos días dicen lo mismo.
Ugh, el dolor de cabeza me estaba matando.
¿Qué me había pasado, de todos modos? No podía recordar la mitad de lo que sé que había hecho la noche anterior.
Recuerdo haber ido a una fiesta con mis amigos, y también recuerdo consumir cocaína y heroína como habitualmente lo hago, pero luego de estar bailando, de ver que la habitación daba vueltas. Nada. No recuerdo nada más, es todo un condenado borrón.
—Clem, tienes que calmarte, sabes todo con lo que Aly ha tenido que lidiar, si-simplemente... tenemos que ser pacientes La voz de mi padre se escuchaba cansada y con un tono más bajo de lo habitual, de por sí, ya habla como si todo lo que dijera fuese un secreto.
—¡¿Pacientes?! ¡¿Pacientes, Mike?! Hemos sido pacientes por 3 años, hemos sido comprensivos, tú la has dejado hacer todo esto en vez de tomar cartas en el asunto cuando debiste, ¿es que no la ves? Ella necesita ayuda de profesionales, ya no es un juego de niños, no es una estúpida etapa, tu hija tiene serios problemas y hay que arreglar esos problemas antes de que... —Clementine se detuvo en seco.
—¿Antes de que pase qué? —Mierda, mi voz se escuchaba terrible, rasposa, vaga, enferma.
Los párpados me pesaban, pero me las ingenié para poder abrir los ojos y ver las expresiones de conmoción de los presentes. Mi padre estaba parado junto a la camilla de hierro, enfundado en su habitual abrigo azul, su fría mano estaba cerrada sobre la mía y ni cuenta me había dado.
Lo cierto es que no sentía gran parte de mi cuerpo.
Clementine estaba cruzada de brazos a unos metros de nosotros, su rojizo cabello se encontraba perfectamente peinado en una apretada cola de caballo, y su blanco y suave rostro maquillado se mantenía arrugado en disgusto. Ella era tan falsa que me daban ganas de vomitar de tan solo verla. Nada comparada con la belleza natural de mi madre.
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Holding on and Letting go ©
Teen FictionAlyssa no tiene amigos, ella tiene a la cocaína, a la heroína, a la marihuana, al éxtasis y al alcohol. Ella no tiene madre, tiene madrastra. No tiene estabilidad, ella sólo sobrevive. Alyssa no está bien, ella está rota. Con 19 años de edad y un ac...