Capítulo 2 : Hello Cold World

17.7K 1.2K 106
                                    

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


Exactamente dos días después, el doctor Mahili me dio de alta del hospital.

Mi estancia fue horrible, no pude pegar un ojo ni en una sola noche, como les dije antes, me parecía morboso hacerlo. La enfermera no ayudaba tanto tampoco, me llenaba de medicamentos con nombres extraños; diazepam o lorazepam, o bueno, una mierda parecida, ya ni recuerdo. Y qué tan irónico era eso, que ambas medicinas me hacían sentir somnolienta, eran relajantes musculares.

Agradecí que Clementine tuviera que trabajar y no iba a poder presentarse en mi salida del hospital. Su presencia no le hacía bien a mi "recuperación", de tan solo ver su cara, me hacía querer fumarme tres porros.

Tenía prohibido usar mi teléfono, lo cual fue tan espantoso como el hecho de ser obligada a comer las horribles tres comidas de hospital. Pan duro, gelatina, jugo de naranja. Sopa de pollo, un cupcake y jugo de zanahoria. Sándwich con jalea, una galleta de avena y de nuevo, jugo de naranja. La galleta de avena estaba lo suficientemente dura como para herir gravemente la cabeza de alguien.

Tomé la oportunidad de revisar mis mensajes mientras esperaba en el lobby del hospital a que papá hablara con el doctor Mahili sobre algo que no estaba enterada. Tenía solo tres mensajes de texto y dos llamadas perdidas de mis amigos. Dos mensajes eran de Nicki, preguntándome dónde mierda me había metido, y el otro mensaje —junto con las llamadas perdidas—, eran de Fox, avisándome que tenía más mercancía para mí, y que quería verme. Ninguno estaba al tanto de mi incidente.

Me llevé el teléfono al oído luego de marcar unos números y esperé, sin apartar la vista de papá, el cual ahora intercambiaba un montón de papeles con el hindú. Por alguna razón me sentí inquietamente curiosa, ya se había hecho todo el papeleo, ¿para qué más?

—Mi preciosa Aly —me atendió Fox al tercer tono—, estoy un poco enojado, no he sabido de ti en días.

—Lo siento —resoplé—, ha surgido algo. Por favor, no estés enojado, ¿sí?

—Eres mi diosa, Aly, ¿cómo podría yo estar enojado con mi diosa? —dijo, con esa ronca voz que sabía que me parecía de lo más sexy—. ¿Dónde estás? Necesito verte, iré por ti si quieres, extrañé tocarte estos días.

Nuestra amistad se basa en diversión, en hacer y decir lo que queramos, sin preocuparnos en involucrarnos demasiado románticamente —bueno, eso tratamos—. La verdad es que Fox está buenísimo, no voy a negarlo, cada vez que lo veo me recuerda a James Dean, pero nunca dejo que eso me afecte tanto, lo considero un compañero de satisfacción, física, mental y... también me da de su mercancía, gratis.

Lo conocí en la secundaria, justo luego de que mamá muriera. Cuando mamá estaba enferma, decidí que lo mejor era tomar clases en el hogar, para así estar más tiempo junto a ella, pero cuando falleció, papá quiso intentar una manera de seguir adelante, de superar las cosas, y se le ocurrió la gran idea de inscribirme en clases normales, en una secundaria normal. Ahí conocí a Fox. En una fiesta de los de último año, todo un buenazo y con una reputación de chico malo. Él me enseñó a olvidarme de los problemas fácilmente, de una sola inhalada, de un solo beso, de una sola calada. Le estoy agradecida.    

Holding on and Letting go ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora