Capítulo 3

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Tanto miedo

Capítulo III

Por Tita Calderón

Estaba tan enojado que fui echando humo de regreso a mi departamento y de seguro también fui derritiendo la nieve a mi paso porque transpiraba lava.

Candy estaba muy equivocada si pensaba que así de fácil se iba a librar de mí.

No me conocía.

Al abrir la puerta me encontré con un papel. Lo levanté y lo arrugué antes de leerlo, luego lo abrí y lo leí, para romperlo en mil pedazos y arrojarlo en el tacho de basura.

Era la madre de Susana.

Ni siquiera entendí lo que me decía. Quise leerlo nuevamente pero ya estaba hecho añicos.

Para lo que me importaba.

Empecé a dar vueltas en mi pequeño departamento como un tigre enjaulado.

¿O sea que Candy quería tener una mamá que obligara a Albert a casarse con ella?

Mataría a Albert, luego a esa traidora de Candy y luego a Susana y su madre.

Mataría a todo el mundo

Imbécil y mil veces imbécil.

Yo muriéndome de amor por Candy y ella pensando en Albert.

Me tiré a la cama y me sumí en las tinieblas...

De un momento a otro me había convertido en un asesino serial y todo por culpa de esa traidora de la mona pecas. Borraría cada una de sus pecas y alisaría cada uno de sus risos antes de que se fuera con otro...

En el fondo una vocecita me decía: "idiota, lo entendiste todo mal"

No era que lo hubiera entendido todo mal, era que el solo pensamiento de imaginarme a Candy con alguien que no fuera yo me carcomía por dentro y me laceraba el alma. Y si no encontraba una manera de arreglarlo, eso era lo que pasaría tarde o temprano...

¡Oh Dios! no podía perder a Candy. A ella no...había perdido tanto en la vida, primero mi madre, luego un hogar y ahora...

- A ella no, a ella no, a ella no – repetí como un mantra.

Tenía tanto miedo.

Por un momento traté de imaginarme una vida sin ella, no es que supiera a ciencia cierta cómo era vivir con ella, pero el saber que era parte de mi vida, aunque fuera por carta me hacía feliz...y ahora, pensar en la posibilidad de perderla me desquiciaba.

¿Y si entre Albert y ella había algo?

- No hay nada idiota. – me repetí.

Pero podría haberlo si no encontraba un modo...Candy y Albert...se me pudrió el alma y se me reviró el hígado.

Ahora que podía ponerle un rostro a la posible pareja de Candy me hundí en las tinieblas. Imaginar que ella pudiera verle como me veía a mí, o peor, que lo besara como me besó esta tarde...se me consumió la vida.

Sin ella, nada tendría sentido ya no volvería a creer en el amor, me perdería.

Si no arreglaba esto, ella tarde o temprano se olvidaría de mí...

No, no y mil veces no.

Yo era su gran amor, nadie más que yo. Me llevé las manos a la cabeza tratando de detener la vorágine de pensamientos que me estrujaban el alma.

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