#2: La Ceremonia de Entrada.

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Casi me estaba produciendo migraña el primer día de clases y a penas hacía un par de horas que había tocado el instituto por primera vez. Gruñí en mi fuero interno e ignoré a todas las personas que me miraban como si fuese un bicho raro… Que tampoco es que no lo fuera, pero aún así. Finalmente el idiota arrogante que al parecer era conocido por todos en el instituto se había sentado unas sillas más allá, completamente alejado de mí. Suspiré con alivio y me crucé de piernas una vez que un señor de aproximadamente unos cuarenta años y bastante atractivo para ser siquiera un profesor de aquí se acercaba al estrado y se aclaraba la garganta contra el micrófono que se encontraba sobre él. Lo miré con atención mientras jugaba con un mechón de mi cabello tranquilamente, se terminó de arreglar los puños de su camisa de vestir, se sacudió el saco y colocó ambas manos a ambos lados del estrado para hablar, se veía que era una persona con bastante respeto entre los alumnos, porque de inmediato todos se quedaron callados y prestaron atención.

—Muy buenos días, alumnos. Es un honor para mí como Director Académico de esta institución darles la bienvenida a los nuevos y a los no tan nuevos a este año escolar que recién empieza. —Su voz sonaba firme y segura, completamente confiado de sí mismo. Me sorprendí al escuchar que era el Director del instituto, realmente no parecía alguien así. Aunque realmente era yo la que pensaba que sería un viejito con bastón. —Estoy realmente agradecido con todas las personas que han mantenido esta institución hasta el día de hoy, ayudándome a darles a ustedes, alumnos, el mejor de los programas académicos de la ciudad. —Sonrió con sinceridad y se pudo escuchar un murmullo de parte de las chicas, al parecer no sólo era increíblemente respetado sino que también tenía unas cuantas enamoradas.

Sonreí de lado y ladeé la cabeza viendo como asentía con la cabeza y daba paso a otra persona para que hablara, según había escuchado era la subdirectora, pero también era la tutora de los alumnos de tercer año, es decir, mi tutora.

Mantuve mi serenidad y observe como una joven de unos treinta y pocos o veinte y muchos se posaba ahora en el estrado. Sonrió con dulzura y observó a todos los presentes como si fuésemos bebés de los que ella tendría que hacerse cargo. Se aclaró la garganta igual como había hecho el Director antes y tomó el micrófono entre sus manos para llegarlo a sus labios. Un brillo de admiración se hizo presente en mis ojos y casi me quedo viéndola embobada por la increíble elegancia que poseía. Se relamió los labios para empezar a hablar y volvió a sonreír haciendo que unos cuantos de los presentes actuaran justo como las chicas anteriores con el Director. “Vaya, no sólo el Director sino también la subdirectora. ¿En dónde me he metido?” pensé divertida mientras me acomodaba en mi asiento y sonreía de nuevo.

 —¿Así que la nueva puede sonreír? —Escuché una voz cerca de mí, pero no era la de la subdirectora que tanto esperaba escuchar. Mi sonrisa se desvaneció para pasar a formular una mueca de fastidio y mis ojos pasaron de ver al estrado a observar con cautela a mi lado derecho. El mismo idiota de antes estaba a mi lado con una de las sonrisas más estúpidas que alguien ha podido tener en su vida. Rodé los ojos y bufé mientras me cruzaba de brazos y volvía a observar el estrado. La señorita Wilson —así había podido escuchar que se llamaba la subdirectora— estaba dándonos la bienvenida a todos mientras mencionaba las reglas de la institución, debía de prestarle atención a eso pues lo que menos me gustaba era meterme en problemas. Mientras pasara desapercibida, mejor.

 —…recuerden que no pueden pasar por esta área. —Mierda, no había escuchado cuál. —Es de suma importancia que sigan todas las reglas para que el orden y la organización de la institución no se desmorone. Las actividades extracurriculares pueden sumarle puntos en algunas materias que tengan que ver con ese asunto. Todos los estudiantes deben permanecer al menos en un club el primer trimestre para empezar a adaptarse y, la última pero no menos importante, para deporte deberán usar el uniforme respectivo que se les será asignado una vez termine la ceremonia, de resto, pueden usar la ropa que deseen a excepción de lo que esté asignado en los clubes que escojan.

Suspiré. No había escuchado la mayoría de las reglas y todo por culpa del idiota que tenía al lado. Volteé para fulminarlo con la mirada pero ya no se encontraba a mi lado, ¿a dónde se había ido? Empecé a buscarle con la mirada pero no le había visto el suficiente tiempo para saber cómo iba vestido o el color de su cabello… ¿Castaño, quizás? Lo que sí recuerdo eran esos ojos azules. Esos jodidos ojos azules que disparaban arrogancia y egocentrismo a cualquier lado que mirara. Rodé los ojos de nuevo fruncí el ceño volviéndome a masajear la sien para tranquilizar el dolor de cabeza que estaba empezando a tener.

                                                               ~o~

Finalmente la ceremonia había terminado y podría irme a leer un libro hasta que me dejaran ir a casa. Tomé mi bolso, me acomodé el gorro y empecé a dirigirme hacia la salida mientras sacaba mi teléfono móvil y empezaba a jugar con él. Agradecía el hecho de que podía estar leyendo o jugando con el móvil mientras caminaba y no me caía o tropezaba, había sacado esa agilidad de mi madre y el amor por la lectura de mi padre. Salí del gimnasio y observé que la gente se amontonaba en frente a la cancha de fútbol que antes había visto. Me acerqué con algo de cautela por si acaso me aplastaban o algo y me puse de puntillas para medio ver qué demonios estaba pasando, mis pantorrillas empezaban a doler por lo que me resigné a estar de puntillas y empecé a tratar de pasar por la multitud para llegar a la reja y ver qué pasaba. Por suerte pude escurrirme entre la gente hasta llegar a mi objetivo.

Casi se me cae la baba.

Todos los chicos guapos del instituto estaban jugando fútbol sin camiseta y a algunos les cubría una de esas camisetas que se les ve todo igual para distinguirse los unos de los otros. Tenía la boca abierta mientras mis dedos estaban aferrados a la reja que separaba el camino y protegía la cancha, los gritos de las chicas se escuchaban por todos lados y proclamaban los gritos de algunos chicos. No tenía ni idea de quién era quién, pero tenía que admitir que me sentía algo más contenta de que me hubiesen inscrito en este instituto. Era como ver un partido entre veintidós dioses griegos.

De un momento a otro, sentí una mirada punzante en mí, cerré la boca casi al instante y traté de no mirar al culpable de esa mirada mordiéndome el labio y colocando toda mi fuerza de voluntad, pero al parecer definitivamente tengo una parte de felino porque la jodida curiosidad mató al gato y terminé mirando hacia mi derecha. Era él, el mismo idiota que me llevaba molestando desde la mañana. No pude evitar clavar mi ojos en los suyos y empezar a bajar lentamente desde sus ojos hasta sus pómulos y de sus pómulos hasta su cuello y sus clavículas, Dios que las tenía marcadas, mi mirada se quedó clavada en su increíblemente sexy y marcado abdomen y bajó hasta detenerse en el tirante de su pantalón. Volví a subir la mirada para encontrarme con la estúpida sonrisa triunfante del idiota de cabellos azabaches —sí, al parecer no estaba tan equivocada con el color— y el encanto que podía tener sobre mí con su cuerpo desapareció completamente, definitivamente estaba buenísimo pero su estupidez era demasiada.

Rodé los ojos y empecé a escurrirme nuevamente entre la gente hasta llegar al camino de antes, agradecí por completo haber sostenido mi móvil entre mis manos para que no se me cayese y empecé a caminar hacia algún lugar en donde pudiera estar sola, no conocía para nada el instituto pero tampoco podía perderme en un sitio así. Caminar me hacía bien y siempre me tranquilizaba, realmente no había sentido nada de emoción al encontrarme con la mirada triunfante del chico, ni siquiera vergüenza. Cualquier chica de mi edad que se hubiese comido con la mirada a alguien de la manera que lo hice yo y fuese captada en el proceso se hubiese sonrojado hasta más no poder y hubiese sentido la peor vergüenza de todas, pero yo sólo sentí fastidio al ver esa sonrisa. 

De un momento a otro me vi en un sitio que no reconocía, empecé a ver a mi alrededor tratando de encontrar un punto de referencia que me dijera donde mierdas estaba, pero sólo podía ver un pequeño jardín bien arreglado y unas cuantas sillas con mesas de picnic, suspiré con molestia y coloqué mis manos a ambos lados de mi cadera. Sí que había encontrado un lugar que estuviera solo.

—Oh vaya, ¿tú eres Isabella Rizzuti? —Alcancé a escuchar una voz detrás de mí, me giré aún con las manos en mis caderas y ladeé la cabeza al ver a la persona que tenía frente a mí. 

—¿Y tú eres?

¡Hola! ¿Cómo están? ¡Segundo capítulo de la novela! Muchas gracias por leerlo, pronto subiré el tercero. Espero que les guste.

Hasta luego, A.

Cenizas de Azúcar.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora