Era una mañana fría, como todas. Alan había salido a cazar. Estaba en el bosque de enormes pinos. Era una época donde la nieve estaba ligeramente derretida. El sol salia y duraba 6 horas, su resplandor no era muy fuerte, pero si lo suficiente como para calentar un poco, ademas de que duraba dos horas más que lo que comúnmente dura en el di. En las tierras del eterno invierno no hay estaciones, siempre es invierno, aun así en esta época del año se podía ver algo de pasto y algunos arboles florecer y los animales aprovechan en comer todo lo que mas pueda, ya que el resto del año hay poca vegetación.
Con un arco y una flecha Alan caminaba por la nieve con su enorme abrigo rojo cubriéndolo, esperando encontrar algún animal para cazar. Los zorros blancos, jabalíes, conejos, ardillas o algunos pájaros son la mejor opción para la caza y mas sabrosos también.
Las cosas con tío Ernet no habían cambiado desde aquella vez, hace tres años, donde casi muere por dejarlo en la tormenta. Ernet sigue tratándolo igual. La única diferencia es que Alan pasa la gran parte del día, cazando o recolectando algo por allí para llevar a casa de su tío. Alan se habia vuelto muy bueno con el arco y la flecha, a los doce se encontró con un jabalí muy grande que lo estaba persiguiendo mientras recolectaba bayas un día. El jabalí lo comenzó a perseguir y Alan tuvo que correr lo más que pudo, pero el jabalí estaba por alcanzarlo cuando de pronto un flecha le atravesó un ojo, matando al animal en seco. El hombre que disparo la flecha es un vecino de su tío. El fue quien le enseño a utilizar el arma y Alan se había vuelto realmente bueno. Pero cuando su tío se entero, fue un gran alboroto. Ernet fue a la casa de su vecino y armo un lió, por haber enseñado a Alan a utilizar el arco. Por la actitud grosera de Ernet se fueron a los golpes y Ernet fue quien salió perdiendo de la riña, y su rabia la busco pagar con el pobre de Alan, afirmando que todo fue su culpa. Le rompió el arco y le dio una paliza ese día y lo mando a dormir sin comer nuevamente. Alan apesar de eso, no dejo de practicar con el arco, se fabrico uno y siguió lanzando flecha a escondidas. Un día cazo una liebre y su tío supo que aun utilizaba el arco, está vez no se molestó. Pero ahora es Alan quien se encargara de traer la carne y la casa. Y eso le gusto mucho. Pues conseguía mantenerse todo el día fuera de la vista de su tío y de sus primos.
Mientras caminaba, por la nieve, hallo un arbusto de morazules bastante cargado. Se acerco y comenzó a guardar moras en una bolsista que había traído. Con esas moras se haría un jugo o se las comería, lo importante es que Alan estaba muy contento de encontrarlas. Siguió caminando y se adentro más profundo en el bosque. Los pinos eran muy altos y los troncos muy gruesos y eran tantos que se superponían uno detrás de otro formando una pared que impedía ver hasta el fondo. Ya en el suelo no habia solo nieve, si no también montones y montones de ramillas secas que lo cubrían todo. Se adentro en una zona muy peligrosa, que le habían advertido que no se metiera. Aun asi el tenia su arco y su flecha, y eso le daba valentía para adentrarse a ella y así fue, con morazules en su bolsita y en su boca anduvo con paso lento observando todo a su alrededor. Con su mano izquierda sostenía el arco y con la derecha la flecha. Se sentía como todo un explorador descubriendo nuevas tierras. Oyó un ruido. El crugido que venía del otro lado de una hilera de grandes piedras que no dejaban ver mas allá. Se acercó con cuidado para no aullentar lo que sea que estuviera allí, trató de ver por encima de las piedra hacia bajo, para el otro lado. Pero no lograba ver nada. Se oyó un chillido y luego algo chupando. Alan inspeccionó con mas cuidado para ver que era. —A lo mejor era un lobo que atrapo a un ciervo—pensó. Luego se detuvo, se acordó que lo lobos cazan en manada. Si eran lobos seria peligroso, pero si fueran lobos, ya lo habrían encontrado, asi que continuó y fue ahi cuando lo vio. No era un lobo, pero si algo peor, su boca esta pegada al cuello del animal, y chupando su sangre afanada-mente. Era un Vampiro. Alan se aterró cuando lo vio, trato de no moverse, sentía miedo de que lo descubriera y lo atacara. Trato de calmarse recordando que ellos no lo pueden pueden lastimar humanos, debido al tratado de Valia. Pero, estaba en el bosque, solo, y eso estaba allí. Si decidiera alimentarse de Alan no habría ninguna tratado moral que lo detuviera, era sencillo, lo mataba y lo dejaba tirado en algún lugar donde los lobos viniera y lo despedazara, para cuando encontraran lo que quedaba Alan, creerían que fueron los lobos y no un Vampiro. ¿Dispararle una flecha? Eso no los mataría, eso lo sabia de ante mano, uno de sus vecinos, el que vive en la cabaña mas alejada, es un vampiro y por él sabe que los Vampiros no los puede matar una flecha en la cabeza, ni en el corazón, solo una flecha de Oro los puede herir y de esas el no tenia. Pensó en salir corriendo, pero también recordó que ellos son veloces, así que no valdría la pena tampoco. Alan no sabia que hacer y comenzó a sudar, las manos le temblaban y las piernas le dolían.
—No te haré nada niño— escucho la voz del Vampiro desde el otro extremo de las piedras. Saco un pañuelo y se comenzó a limpiar la boca. Se volvió hacia donde estaba Alan.—no me alimentare de ti. Acabo de comer y ya estoy satisfecho con eso. Además la sangre y la carne humana, no son de mi a grado—comentó.
Alan aún se mantenía callado, con el arco firmemente aferrado al pecho, dio dos paso atrás y se dio la vuelta para salir corriendo, pero se encontró de frente con el Vampiro.
—Este bosque es peligroso, niño. No deberías de estar aquí.
Alan apunto su flecha hacia la cara del vampiro en un acto de reflejo —Alejese, o... O disparare— con temor Alan amenazó al vampiro. La punta de la flecha se movía demasiado.
—tu eres muy estúpido verdad. Baja eso o te sacaras un ojo. No me harás daño con eso. Necesitas que sea de oro para herirme.
Al parecer el vampiro no pretendía hacerle nada, por lo que Alan bajo la flecha más no la guardia.
—Ves. Así esta mejor ¿como te llamas niño?— pregunta el Vampiro.
—Me llamo Alan señor—responde aunque no estaba seguro si llamarlo Señor era lo correcto. Porque ellos no son humanos, se parecen a uno, pero no lo son.
—¿y que demonios haces aquí Alan? No vez que este bosque es sumamente peligroso. O acaso ¿me estabas espiando?. ¿quien te envía a espiarme? Dice el vampiro con un burlesco tono de intriga.
—Vine de cazeria, señor, solo eso. No lo estoy espiando ni nada parecido. Solo escuche un ruido y sin querer me tope con usted. Lo siento ya me iba.—contesto Alan con nerviosismo, al tiempo que pretendia levantar el paso. Y de nuevo el vampiro le aparece de frente. Es un hombre muy intimidante. Alto, con la piel blanca y ojos azul intenso. Llevaba un traje muy elegante de color azul tambien, una botas de cuero bien lustrada. Un cinturon que mantenia la elegante tela en su lugar y un pañuelo con el que se habia secado la sangre de la boca.
—Yo me llamo Alfred Canthian, soy un miembro de la Familia Casthian. Tal vez no sepas quienes somos, pero igual te digo quien soy, para que sepas con quien te topaste. Me tengo que ir niño. No haré más nada con el jabalí, puedes llevártelo y sera mejor que te vayas de una vez. Los lobos olerán la sangre y pueden que lleguen pronto— Alfred se da la vuela y desaparece por entre unas rocas caminando. Alan saca una soga y amarra las patas del jabalí con un gran nudo, y lo comienza a arrastrar.
Mientras Alan va arrastrando el cuerpo de jabalí muerto. Trata de recordar donde a visto a este Alfred. Siente que lo había visto en algún lugar, pero no recordaba donde... ¡Crisálida! Le llega de pronto el lugar.
La gente del reino Crisálida. Conviven con los vampiros de forma natural, las personas no tienen miedo de ellos y es que nadie debería. Los vampiros dejaron de alimentarse de los humanos hace muchos, muchos años. Para ello tuvieron que pasar muchas cosas y muchas muerte y muchas guerras, para llegar a ese punto. Por el cual los vampiros y los humanos viven en conjunto. Sin embargo hay un país, que queda después de las grandes montañas heladas, donde viven todos ellos.
Los vampiros cambiaron su bases alimenticia, no necesitan alimentarse de la sangre humana, puede vivir plenamente con sangre de cualquier animal e incluso comen la carne de esos animales. Sin embargo hay vampiros que desobedecen las normas y el tratado de Valia. Son des-adaptados criminales que se alimentan de humanos o los matan por placer. Lo cual esta condenado totalmente por las leyes y el Alto consejo de Vampiros. Estos criminales pagan el precio justo por violar la ley. Hace un tiempo Alan había precensiado la ejecución de un Vampiro el cual fue encontrado culpable de matar a un humano y alimentarse de una mujere embarazada, de haber robado y de traición. El rey, el padre de Alan, había pedido al consejo de Vampiros que le entregaran a este individuo para ellos dictar la ejecución. Y el consejo aceptó. El vampiro fue trasladado al reino y en una gran plaza pública se llevaría a cabo la ejecución. Uno de los que estuvo presente ese día como observador. Era ese Alfred Casthian, Alan lo recordó claramente, porque el estaba junto a su padre el Rey, quien dictó la sentencia y los cargos y luego observó al vampiro ser ejecutado por 21 flecha de oro atravesándole todo el cuerpo. Alan vio como se quemaba por el oro, vio cómo gritaba y se retorcía del dolor. Y vio como la piel se le desprendía mientras la muchedumbre gritaba "justicia" y aplaudía alegremente.
Ese vampiro cometio un crimen, quebrantó las leyes y pago por ellos como un humano normal. Ante tal espectáculo tan desagradable. Alan ese día se dio cuenta que los vampiros y los humanos, no son muy diferentes entre si.
Continuara....
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Mizpha: Espadas de sangre
FantasyEn las tierras del eterno invierno el frío es incesante, el sol sale poco y la sangre esta a la orden del día. Alan es un niño que por fatales razón termina viviendo con el desagradable Tío Ernet y su familia, quienes adoran humillar y agredirlo a s...