Prólogo

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Una fugaz luz iluminó brevemente el interior de la oscura habitación presagiando la terrible tormenta que se desencadenaría aquella gélida noche, los relámpagos no habían cesado desde que abordó el tren de vuelta del trabajo; a fuera no tardó en comenzar a llover fuertemente y el sonido del silencio prontamente se transformaba en el repiqueteo de las gotas de agua contra el cristal de la ventana. En medio de la penumbra se quitó los zapatos con pereza y contempló en medio de la oscuridad el panorama, su pieza era algo parecido a un valle lleno de colinas y montañas, pero no de hermoso pasto verde sino de papeles, ropa y basura. Llegar tan cansada del trabajo no la motivaba para nada en recoger ese tiradero, así sucedía día tras día y el desastre crecía. Pero incluso aún en medio de todo aquello, sabía exactamente el orden en su desorden y si de algo estaba segura es que la ventana junto a su cama no la había dejado abierta. Efímeramente se iluminó de nueva cuenta la pieza, la cortina bailaba al son del viento enardecido, las gotas de lluvia entraban disparadas mojando lo que estuviera a su paso y el muchacho de ojos topacio al lado de esta la miraba intensamente sin mover un solo músculo de su lugar.

-Me has asustado... ¿Qué haces aquí?- le cuestionó ella con aire disgustado a la vez que sorprendido

Al parecer conocía muy bien la identidad de aquel intruso que acababa de asaltar su dormitorio.

-Sentí la necesidad de verte- contestó con simpleza, como si de beber agua o respirar aire se tratara

-¿Sabes? No deberías entrar a la habitación de otros sin permiso, mira la hora.- señaló el reloj junto a la mesa de dormir, marcaba las nueve de la noche con treinta minutos- Es peligroso que hagas esto ¿Y si nos descubren?- lo tomó de la camisa del uniforme escolar con fuerza- ¿Te imaginas lo que pasaría?

El chico río por lo bajo, en secreto le gustaba verle rabiar por su culpa, al menos así podía confirmar que él no era el único preocupado allí. Saber que día a día volvía más o menos a esa hora lo ponía intranquilo, muchas veces se planteó la idea de ir a buscarla y acompañarla de regreso a casa sin embargo sabía que lo rechazaría tajantemente. Pero ella era una mujer hermosa ¿Quién no la voltearía a mirar? Cuando pensaba en esas cosas se ponía aún peor. Es por eso que aunque pareciera acosador, había comenzado a seguirla en secreto para cuidarla de regreso a casa, con verla entrar a su hogar sana y salva se conformaba. Pero hoy no resistió la tentación de hacer más que eso, últimamente no se veían por su trabajo, ya no lo soportaba.

-También me alegro de verte - soltó irónico, su sentido del humor y demás sentimientos se activaban cuando estaba con ella, un respiro del diario vivir

La mujer no dijo nada, lucía un semblante todavía disgustado a pesar de que en realidad no lo estaba completamente. En su mente buscaba una forma de esconder los nervios que le daban tenerlo ahí de frente, en penumbra, a solas. ¿Su peinado estaría bien? Algo le decía que su traje estaba mal arreglado, de pronto la sensación de ser la mujer más defectuosa del mundo la invadía.

-Deberías volver a casa - le sugirió ella intentando no darle importancia a su presencia

-De acuerdo, no quiero molestarte - resignado se giró para salir por la ventana abierta

-Espera

Sonrió de lado mientras ella no lo veía, a veces podía ser un tanto malicioso, pero solo un poco, más que aprovecharse, prefería llamarlo como una forma de darle un empujoncito y ayudarla a expresar sus verdaderos sentimientos

-Entonces ¿Quieres que me quede?

-Pienso que no deberías irte con esa fuerte lluvia- se explicó lo mejor que pudo al tiempo en que el rostro se le enrojecía y miraba por todas partes de la habitación sin un punto en concreto- Puedes quedarte a esperar que pase, no quiero que te resfríes

A escondidasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora