IV

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No puedo evitar llorarte. No puedo evitar sentirte lejos. No puedo evitar dejarte en leído. Sumarme un día menos. ¿Gano días de vida o los pierdo? ¿Cumplo años o me despido de ellos? ¿Me rebajo un instante o debería olvidar el tiempo? ¿Sientes la lágrima rota, que en su reflejo cabe el mundo y explota, fría y caliente por mi piel, agujereada, inacabada, por la tozuda de mi tez, mata y destroza acostumbrada?

Voy a vomitar.
Luego lloro cuando me dejas en leído. Luego sufro cuando mientes en lo eterno. Luego me escondo tras el calendario, dejo que los días pasen lentos. ¿Me amas? Te amo. ¿Me quieres? Te adoro. Te creo cuando lo afirmas, suplico al destino por vernos. ¿Y si me escondo del viento? ¿Y si le digo al mundo lo débil que soy y me entierro en tus brazos, me escondo en el intento? ¿Me amas? Lo haces. ¿Me quieres? Lo demuestras. ¿Me adoras? Lo sabes.
No nos amamos en secreto.

Déjame llamarte cielo y quedarme seca sin cumplidos, cuando cumplas lo que prometes y nos olvidemos del olvido. Déjame ser Cupido, sin flechas y sin heridos, déjame lamer lo que quede del alma, ver cómo asoma el alba, robarte el último suspiro.

¿Me lees precipitada? ¿Sientes la necesidad? ¿Sientes el grito y el ritmo, el avanzar con zancadas, puntillas robadas, para clavarte a la pared como un ángel sin alas? ¿Te amo? Con locura. ¿Te quiero? A mi lado. ¿Te adoro? Como a un santo, sin cruz, salvación o rosario. Quédate soldado, seré quien quieras que sea, déjame ponerme de rodillas y quedarme de ti muy cerca. Déjame besarte y te prometo mi vida entera. Caballero sin armadura, te amo con locura, desesperación, cal y una capa de arena.

Calla. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora