Le dije que no lo haga, nos van a descubrir pero no me hace caso.

Ella no entiende que me meterá en problemas si mis padres descubren que la dejé entrar. Mara no me escucha, eso me molesta pero no parece importarle. Desde que la conocí supe que era alguien especial, la persona que mi mamá siempre describe cuando habla de ángeles.

Ella no es un ángel, es más que eso.

—Deja de llorar como bebé y ayudame, trae el cuchillo. —me mira molesta apuntando a la mochila en mi espalda— Recuerda lo que te dije, intenta no tocar nada o nos van a descubrir.

Me mira sonriendo de una manera rara, ojos brillosos, tiene la mano estirada esperando a que le de el cuchillo, manos pequeñas. Se lo doy y entramos a la casa del señor Lopéz, mi vecino anciano. Siempre me dió miedo su casa, parece salida de un cuento de terror de esos que mi mami esconde para que no los lea nunca. La sigo hasta la cocina y la veo tomar otro cuchillo aún más grande.

—Toma, lo necesitaremos — extiende el cuchillo frente a mi haciendo que una luz del exterior se refleje en mi rostro— vamos que nos queda poco tiempo.

Tomo el frio afilado y la sigo sin hablar, solo pensar qué es lo que quiere hacer me asusta y mi garganta comienza a sentirse pequeña. Esto solo pasa en las películas que mi mami no me deja ver, las que pasan en la televisión por la noche donde los gritos y el personas llorando hacen temblar el televisor casi toda la película. No me gusta estar aquí sin permiso, mis papás se van a molestar.

Entramos a la oscura y mal oliente habitación del viejo y lo vemos recostado roncando, siento que mi espalda se tuerce un poco y Mara se ríe sin hacer ruido alguno. Se acerca demasiado a la cama y queda frente al anciano, se sube sujetándose de las cobijas, jalandolas, y al subir me mira sonriente al estar sobre mi vecino.

Desearia poder regresar el tiempo unos segundos y cerrar los ojos.

El cuchillo se encaja en la cara del señor Lopéz provocando un grito horrible, el anciano esta removiéndose en la cama como si fuera mi pez aquel día que lo dejé fuera del agua. El señor López intenta tomar a Mara por los brazos pero ella se mueve como gusano y se saca de él. Mara saca el cuchillo del rostro y la sangre salpica en todos lados, me volteo al piso para no vomitar. Creo que el señor Lopéz no puede ver pero sigue gritando muy fuerte. Lamento que esto tenga que pasar.

Mara vuelve a tomar el cuchillo y esta vez lo entierra en el pecho del anciano. Me da asco ver tanta sangre y Mara se da cuenta, pero le da risa. Me aguanto las ganas de vomitar y ella me pide el cuchillo que me dio al entrar. Ese cuchillo lo entierra en la cama del lado que esta libre y lo desgarra, mete la mano en el hoyo que acaba de hacer y saca una muñeca.

La muñeca es de trapo y lleva un vestido azul claro sucio, exactamente como la imaginaba.

Mara toma el cuchillo enterrado en el, ya muerto, señor Lopéz y el que uso para romper el colchon y baja de la cama de un salto. Me dice que la siga y camina de vuelta por donde llegamos tomando mi mano, una madera floja del piso que es la entrada a un túnel. De no ser por Mara nunca me hubiera enterado que estaba en el patio de mi casa. Yo entro primero y Mara después de mi para cerrar el túnel.

Al llegar a mi cuarto me deja la muñeca diciendo que la cuide mientras regresa y me deja con ella.

*
Hace unos días que no veo a Mara, no se exactamente cuántos. No soy bueno con los números ni recordando que día es.

Mami no me deja salir ya, dice que afuera es muy peligroso. Creo que se asustó mucho por lo que le paso al señor Lopéz, lo vimos todos en las noticias. Dijeron que tenia heridas de cuchillo, las que Mara le hizo, y que no sabían quien lo mató pero estarán buscando. Mamá me mandó a mi cuarto para que no mirara las imágenes del señor Lopéz muerto, pero no saben que lo vi morir frente a mi.

No creo que puedan encontrar a Mara y aunque la encontraran no le pueden hacer nada, ella es muy lista y no dejara que la metan a la cárcel. Mami dice que también los niños van a la cárcel, aunque Mara diga que ella no es una niña. Si se ve como yo debe ser como yo, una niña.

Como ya no puedo salir Mara dice tiene que visitarme en mi cuarto en secreto, después de que las noticias dieran la muerte de mi vecino, ella vino a contarme lo siguiente del plan. Mara quiere que vayamos esta noche a la casa del anciano pero no me quizo decir para qué.

Preparo mi mochila con una toalla y la muñeca de Mara, dice que se llama Lola. La he tenido en el closet desde que Mara la dejó aquí para que mi mamá no la vea. La voz dulce y ronca de Lola no me deja dormir por la noche pero no me da miedo, Mara me dijo que Lola es buena así que si ella lo dice le creo.

Ella esta en la ventana esperándome, tiene puesta la pulsera que le regalé, mi amuleto de la suerte. Abro la ventana y aviento mi mochila primero y después salto yo. Que bueno que mi cuarto esta en el primer piso porque si no mi perro ladraria y despertaría a mis papis. Vamos al túnel y entramos lentamente. Esta oscuro pero no me da miedo porque Mara esta conmigo. Ella es una gran amiga, la única que tengo. Todos dicen que soy muy raro pero ella no. Ella dice que soy especial y los demás tienen envidia porque nunca podrán ser como yo.

Llegamos a la casa y veo que esta llena de listones y las cosas están movidas, esto no estaba así cuando murió. Mara corre a la recamara del señor Lopez y la sigo mirando al rededor, llevo mi mochila como ella dijo. La cama esta llena de sangre al igual que las paredes, solo que ahora se ve negra. Ella toma mi mochila y saca su muñeca, la pone en la cama donde estaba dormido el señor Lopéz y comienza a cantar en voz dulce, jamás había escuchado a Mara cantar:

Ríe Lola, dulce Lola, canta.
Mi linda Lola, canta.
Eres libre, sonríe, mata a todos, canta.
Ríe Lola, dulce Lola, canta.
Haslo ahora, ríe ahora, mata ahora Lola.

La muñeca se levanta y hace lo que Mara le dijo, ella ríe. Su risa me hace temblar junto a la habitación y me da miedo que se quiebren las ventanas, me da miedo. Las dos me miran riéndose y se acercan a mi lentamente. Puedo sentir mi corazón latir muy rápido pero yo no tengo miedo. Lola toma el cuchillo que le da Mara y las dos me los encajan en diferentes partes de mi cuerpo, para mí sorpresa no siento el dolor, es como si la mirada triste de Mara me calmara de algún modo.

No puedo hablar, no puedo respirar, ellas solo me miran atentamente y mis párpados están pesados. No quiero dejar de verla. Mara me quiere decir algo con sus ojos, lo se. Siempre está ahí. Pero yo no sé leer los ojos.

Descuida Mara, estoy seguro que así debía ser y algún día nos volveremos a ver.


















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Está historia será continuada en Junio/Julio del 2020.

Carisma: Mara © #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora