Apreté el puente de mi nariz, apoyando un brazo en la mesa mientras esperaba el desayuno en un caro restaurante en el aeropuerto Juan Santamaría.
Por cierto... ¿Juan Santamaría? ¿Qué clase de nombre era ese?
—¡Ya te lo dije, Gael! Yo no tuve la fortuna de nacer en una cuna de oro a como lo hiciste tú. Tengo que trabajar, los zapatos no se compran solos —habló Fran a través del teléfono.
Puse los ojos en blanco, mientras Frankie soltaba risillas divertidas frente a mí.
—¿Trabajar? ¡Tú nos invitaste a venir! Al menos esperé a que estuvieras en el aeropuerto.
—Deja el drama, hombre. No van a perderse.
—Créeme, sé que no nos perderemos —dije con diversión al ver el lugar fuera de las ventanas.
—Ya deja de reírte de mi país —murmuró con molestia.
Sentí que alejó el teléfono de su oído, porque de pronto comenzó a lo que parecía ser, silenciar a un grupo de niños.
—¿Dónde estás?
—Ya te lo dije, estoy Tra-ba-jan-do. Y ahora tengo que irme, hoy los niños están muy inquietos.
—Espera, Fran. Hay ciertas cosas que no entendí de la lista.
—¿Qué no entendiste? ¿Acaso necesitas adecuación significativa?
Puse los ojos en blanco mientras me armaba de paciencia. ¿Por qué todas las mujeres que conocía solían ser así de odiosas?
—¿A dónde debemos de ir primero?
—Veamos... Les metí Guanacaste, San Carlos, Limón, Zapote y Tibás —habló para sí misma—. Sería mejor que vengan primero a San Carlos, y de ahí se dirijan a Guanacaste. Zapote y Tibás los dejan al último porque me temo que necesitarás atención médica después de eso —rio.
—¿Qué cosa?
—Nada, no he dicho nada.
—Cuando vayamos al estadio... ¿Por qué tenemos que sentarnos lejos de "La Ultra"? ¿Quienes son ellos?
—Un grupo de aficionados que aman al Saprissa, Gael. Y digamos que si nuestro equipo va perdiendo, tienden a ser un poco... Agresivos.
—¿Y contra quién es el juego?
—Contra nuestro peor rival, la Liga. Así que ni se te ocurra ponerte una camiseta roja y negra porque yo misma voy y corto tu pequeño miembro.
Puse los ojos en blanco.
—¿Quién dice que es pequeño?
—Yo te creé, así que si a mí me da la gana de que sea pequeño, lo será y punto.
—¡Jo! Relájate, con mi amigo no te metas.
—Oye, estoy dando matemáticas. Me estás atrasando, ¿Qué más quieres saber?
—¿Pura vida, mae? ¿Y eso que significa?
—Es nuestra manera de saludar y decir que soy amable. Aprendelo, rubio. Si no entiendes algo, sólo contesta eso.
Miré sobre el hombro de Frankie, un hombre con dos platillos caminaba hacia nuestra mesa. Mi estómago rugió al instante, al darme cuenta de que era el desayuno.
—De acuerdo, amargada. Gracias por la ayuda.
—¡Saluda a Fanny de mi parte!
Terminé la llamada y le sonreí a mi esposa, quién me observaba con expectación.
—¿Qué dijo?
—Que fuésemos a San Carlos de primero, y que cuando vayamos al estadio, nos sentemos al lado de La Ultra.
—Pero la hoja dice que...
—Shhhh sólo hay que ignorar la hoja, mi amor.
El chico se detuvo frente a nuestra mesa, colocó ambos platillos y retrocedió, diciendo oraciones que bien podría ser algún tipo de maldición para mí, al no entender una jodida palabra, pero de pronto ahí me encontraba yo, tan obediente como siempre diciendo en respuesta:
—¡Pura vida, mae!
Con la sonrisa y el asentimiento por parte del sujeto, supe que quizás la loca con la que acababa de hablar, tenía razón ante esa frase. Tal parecía que era fácil mantener a los ticos felices.
Miré mi plato y mi sonrisa se esfumó. No entendía qué había ahí, lo único que conocía a la perfección, eran los huevos revueltos, pero la consistencia oscura que los acompañaba, nunca la había visto.
—¿Qué es? —le pregunté a Frankie.
—Es el "Gallo pinto" mi amor —contestó, llevando una cucharada a su boca—. Y está buenísimo.