7. Good bye until the next life.

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La primera vez que Hajime se dio cuenta que algo andaba mal con Oikawa fue cuando este se desmayó en pleno partido de práctica, durante el final de su segundo año en Aoba Johsai. No es que eso fuera lo único que estuviera mal con el castaño; había tantas cosas malas en este momento con Tooru que a veces Hajime no sabía qué hacer para sacar a su mejor amigo de aquel oscuro agujero. Lo más seguro es que ante ello, terminaría hundiéndose junto con él.

Aquel día, Hajime no pudo acompañarlo al hospital porque no lo dejaron entrar a la ambulancia. Y claramente tampoco pudo pegar ni un ojo.

Al día siguiente, un fresco Oikawa se presentó en la puerta de su casa. Iwaizumi lo miró a los ojos y pudo percibir las pequeñas ojeras que se habían formado debajo de estos.

"¿No deberías estar descansando?" No pudo evitar reprenderle. Aunque tuviera un temple de acero, Iwaizumi pudo jurar que estuvo a punto de perder los nervios la noche anterior.

"No fue nada, Iwa-chan, el doctor dijo que era solo cansancio, pero que igualmente tendré que hacerme los exámenes." Asintió de forma queda en cuanto escuchó aquella respuesta salir de los labios del ojimarrón. Se pusieron en marcha para ir a la escuela.

A pesar de todo, su sonrisa era demasiado deslumbrante ese día.

Esa noche, Hajime vio a través de la ventana una ambulancia pasar a mucha velocidad. Sin saber por qué, se mordió los labios.

Dos semanas pasaron y Tooru no se presentaba al instituto. Ni el lunes, ni el martes, ni el miércoles. Y así, una semana entera pasó. No era como que a Hajime le extrañara durante las clases, excepto porque no sólo faltaba a ellas, sino también los entrenamientos. Añadido a eso, todos sus mensajes e intentos por comunicarse con el otro fueron ignorados; el pelinegro no era el único preocupado: Hanamaki y Matsukawa estaban igual de nerviosos que él.

Cuando se plantó el sábado en la puerta de su casa, nadie le abrió. Nadie contestó. Hajime tuvo un extraño nudo en la garganta y una presión en el corazón que no supo explicar. Inconscientemente, rezó para que nada cambiara.

Todos los días, tanto en la mañana antes de las clases como en la tarde después de los entrenamientos, Iwaizumi se paraba en la fachada del hogar de su mejor amigo buscando, sin éxito, alguna señal de él. Incluso a veces era acompañado por los otros dos de tercer año.

En la tercera semana, Dios pareció apiadarse de él. O tal vez solo fue la anciana vecina del castaño quien, con una cara de preocupación, le comentó que se habían llevado a su mejor amigo de emergencia al hospital hace unos días.

Ah, esa ambulancia.

La escuela ese día podía joderse, y si tenía que agregar, el entrenamiento también. Sus pies se pusieron en marcha en el momento que su cuerpo reaccionó y la sangre se le descongeló.

"Por favor, por favor... Que todo esté bien" Musitó sin aliento cuando percibió el olor a desinfectante emanar de aquella edificación. Los hospitales nunca fueron del agrado del pelinegro.

Titubeó un poco, puesto que su corazón aún estaba intentando regular la velocidad de sus latidos. Hajime no sabía si era por el esfuerzo físico o la ansiedad de saberse ahí debido a que algo malo sucedía con Oikawa.

Tal parecía que hoy iba a ser el día de apiadarse de Iwaizumi Hajime, pues ante la cantidad desesperada de intentos por saber algo de su mejor amigo, la cansina recepcionista terminó por darle el número de la habitación. No obstante, cuando lo consiguió, su cuerpo no quiso moverse hacia su destino. Incluso su subconsciente no quería afrontar la realidad. Tomó aire y después el ascensor. El piso siete no le daba buena espina.

IwaOi Week 2017Donde viven las historias. Descúbrelo ahora