Capitulo 13:

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Un relámpago iluminó el cielo, seguido por un trueno lejano. Con los nervios de punta por la tormenta que se acercaba, Lance se deslizó entre las tiendas del poblado. Su plan era llevarse a Amelia mientras todos dormían y estar ya lejos de allí cuando se despertaran. Las posibilidades de éxito eran escasas. Un guerrero comanche que lograba colarse en un campamento enemigo para robar mujeres o caballos era considerado un héroe, pero no conocía antecedentes de un comanche robando a otro comanche.

Un perro ladró a lo lejos, pero Lance siguió avanzando sin detenerse. A medida que se acercaba a la tienda de Tuhsinah, el corazón se le aceleraba. En la oscuridad, le costó distinguir la puerta del tipi, atada con fuerza para protegerse de la lluvia y del viento. Sabía que Amelia estaría cerca de la puerta, lo más lejos posible del lugar de honor. Ignorando la puerta, Lance se agachó y se sacó el cuchillo de la funda. Llevaba dos días esperando esa oportunidad. Al ver que el dueño de Amelia no salía a cazar, había decidido aprovechar la tormenta. Además de ser un buen augurio, le serviría de distracción. El sonido del viento y los truenos disimularía el ruido de sus pasos y, con suerte, su huida, mientras que la lluvia borraría las huellas en minutos. También cabía no olvidar una ventaja adicional: los comanches eran un pueblo valiente que se jactaba de no temer a nada ni a nadie, pero eso no incluía a los rayos y los truenos. Si podían evitarlo, no salían cuando había tormenta. Aunque Tuhsinah se despertara, era poco probable que fuera tras ellos. Siempre y cuando lograra llevarse a Amelia, claro. Con los sentidos afilados como los de un lobo en plena caza, Lance deslizó el cuchillo por la parte baja del tipi y cortó los tendones de búfalo que servían para atar la cubierta al suelo. Cuidadosamente, retiró una de las estacas clavadas en la tierra para ganar espacio por donde entrar.

Lance maldijo en silencio cuando los truenos sonaron más cerca. Esperaba que la tormenta se mantuviera algo alejada hasta que hubiera sacado a Amelia de allí. Los caballos estaban a escasa distancia del campamento. Si llegaban hasta ellos tendrían alguna oportunidad de sobrevivir. Arrancó una segunda estaca antes de tumbarse de espaldas. Lentamente, levantó la cubierta y miró dentro del tipi. El leve resplandor de las ascuas del fuego que ardían en el centro de la tienda le permitió distinguir las figuras que había allí. Tuhsinah sólo tenía una esposa y dormía con ella a varios metros de distancia. A un metro a su derecha, Lance vio a la cautiva, que dormía desnuda en el suelo. Volvió a maldecir para sus adentros. Amelia estaba de espaldas a él, y con la cabeza en la otra punta. Iba a tener que entrar más en la tienda para despertarla. Centímetro a centímetro, se deslizó hacia el interior. Una vez dentro, permaneció quieto, hasta que el corazón se le calmó un poco, sin perder de vista en ningún momento a los comanches dormidos. Arrastrándose por el suelo muy despacio, se acercó a la mujer. Oyó el viento soplar con fuerza y supo que la tormenta no tardaría en situarse encima del campamento. Apoyándose en un codo, se incorporó y acercó la mano a la boca de Amelia. No quería correr el riesgo de que gritara al despertarse, y despertara a sus captores al mismo tiempo. Ella se encogió al notar su contacto, pero no hizo nada más.

—No tengas miedo —le susurró al oído—. He venido a ayudarte. Lance aguardó hasta asegurarse de que lo entendía. Luego, lentamente, sin destaparle la boca, la volvió de espaldas. Ella no lo miró. A la luz del fuego, Lance vio que sus ojos tenían la mirada sin vida de una mujer que había perdido la esperanza. Supuso que la habían violado tantas veces que una vez más ya no la alarmaba.

—No hagas ruido, ¿lo entiendes? —susurró, tratando de disimular la lástima y el enfado que sentía—. Voy a sacarte de aquí. Ella lo miró sin expresión.

Lance le destapó la boca muy despacio y con un gesto de la cabeza, le indicó que lo siguiera por la abertura que había hecho.

—Summer me ha enviado a buscarte —le susurró al oído.

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