Capítulo 4 [Peligro]

25 2 0
                                    

Dos semanas han pasado desde la última vez que vi a Kat y aún puedo oler ese aroma a vainilla que tanto la caracteriza. Me estoy volviendo loco. La angustia me está matando. Ni siquiera me atrevo a decir que esto es amor, porque no lo siento así, es como una dependencia a su presencia, a su piel, a sus ojos... A sus besos. Solamente una vez me besó y yo siento que todo el puto universo colapsará si no roso sus labios una segunda, tercera, cuarta, quinta...

—Dante, ¿estás bien? —interrumpe mis cavilaciones Rick y se lo agradezco, pensar en Kat me ha echo bajar mucho la guardia y perder el objetivo por el que sigo aquí.

Asiento. Porque sé que es capaz de ver en mis ojos que estaba pensando en Kat, y que no, no estaba bien.

—Levántate —ordenó—. Debes hacer algo.

Ni siquiera pregunté. Dos escoltas nos acompañaban mientras pasabamos las paredes tétricas de la estancia. A lo lejos observé que un agente venía corriendo mientras decía a un aparato colocado en su muñeca "Pide refuerzos, no salgas de ahí. Vamos en camino"
Mas misiones, pensé. Pues esto no era extraño. Todos los días se hacía algo.

Aquí, nadie descansaba.

Rick se había detenido de repente, provocando que casi tropezara con su espalda.

—Pueden quedarse aquí —les dijo a los escoltas—. Tú, sigueme
—esta vez se dirigió a mi.

Entramos a su despacho después de que él introduciera una serie de códigos en el teclado de la pared. Por instinto volteé la cara. Pero Rick se percató de ello y me miró incrédulo.

—Me temo, mi querido Dante, que aunque hayas memorizado los números de ingreso, no podrías entrar. Por si no te has dado cuenta ni siquiera podrías haber llegado hasta aquí de no haber sido porque yo quise traerte —cuando se trataba de hacerme quedar mal, Rick era el segundo. Kat siempre sería la primera.

Me ruboricé. Y cuando mi mirada se desvió hacia los escoltas pude notar que sus facciones no habían cambiado. Seguían serios, igual de tétricos que las paredes de este lugar. Jamás lo pregunté. Pero me parecía muy extraño que cuando ganaban una batalla, nadie sonreía. Nadie. Esos escoltas parecían androides.

El despacho de Rick era espacioso. Aquella vez fue la primera ocasión en la que estuve ahí. Lo recuerdo perfectamente. En la esquina un enorme cuadro que decía "Shinets" acompañado de una insignia que al principio creí que era el escudo de aquel lugar. Pero que después de un tiempo descubrí que era la insignia de la familia de Rick. Cada familia tenía su propia manera de identificarse.

—La gente aquí nunca sonríe —dije aún observando cada detalle de su despacho—. Deberías darles vacaciones.

Rick tomó asiento y me invitó a hacer lo mismo a mí.

—No sonríen, no porque no quieran, Dante —explicaba—. No lo hacen, porque no pueden.

Aquello me conmosionó bastante.

—¿Qué? —no creo que pudiera decir otra palabra.

—No pueden hacerlo. Carecen de sentimientos. Por eso los enviamos a las batallas. No sienten dolor, ni angustia como tú puedes sentir —me cree un debilucho y llorón—. Y lo más importante, no tienen familia, nadie los lloraría si mueren.

Aquello era cruel. Muy cruel.
Sacudí mi cabeza para apartar aquella pequeña introducción entre los dos y le pregunté la razón por la cual me había traido hasta aquí.

—¿Vas a hablar o te quedaras callado? —dije.

Rick me regaló un acentimiento antes de hablar.

—Hemos pasado más de medio siglo intentando encontrar a un sujeto —se detuvo como para que yo intentara razonar aquello—. Pero como vez ha sido imposible. No deja rastros de su presencia...

—Como si fuera invisible —terminé de decir por él.

—Exacto. Con tu habilidad, podríamos encontrarlo. La cuestión es que deberás salir de este lugar y adentrarte al sitio que te asignemos.

Miedo, pánico, terror... Más de mil emociones se apoderaron de mi ser en aquel instante. No era tonto. Rick me enviaba a la muerte. No era necesario saber el historial de aquel sujeto para decifrar que me enfrentaría a un peligro. Un gran peligro.

—¿Por qué piensas que aceptaré? —dije.

—No sé porqué no lo harías. En otro sentido, tú tampoco tienes a nadie quién te llore si mueres —dió en el clavo—. Salvarías muchas vidas. Y serías recordado como un héroe para los de aquí.

Rick tenía razón. Nadie lloraría mi muerte. Pero en algo se equivocaba. Sí tenía razones para vivir: Kat.

—Es una misión suicida Rick. Ni siquiera sé como identificar a aquel sujeto si lo llegara a ver. Podría ser cualquiera de tus escoltas y no sabría quien es.

—No estás del todo equivocado. Pero sabemos que no son ninguno de mis escoltas. Tú lo habrías persivido.

—¿Ah?

—Caramba... Tenemos problemas de identidad aquí —dijo con sarcasmo—. No sólo puedes ver cosas que nadie más ve. También puedes persivirlas. Sentirlas. Percibes energías, así que si algo anduviera mal, lo habrías notado. Y por tu tranquilidad veo que no ha pasado aquello.

No se equivocaba. También lo hacía. Persivia energías. Porque cuando Kat andaba cerca podía sentirla.

—Bien, iré —acepté.

Me dirigía a la salida cuando recordé un pequeño detalle. La sonrisa de Kat.

—¿Cómo es que Kat si es capaz de sonreír? —pregunté.

Rick me regaló una mirada de duda y sorpresa ante tal comentario.

—Ay querido Dante —dijo—. Pensé que ya lo habías notado. Kat... Es un ser especial.

Y salí del lugar.

KATRINA (Estrella Azul)© [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora