Un Pequeño Gran Problema

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Mi nombre es Emmalyn Goolldan de Borruws, tengo veinticinco años y vivo en Hardwood en compañía de mi esposo y mi hija. Estoy felizmente casada con el hombre más hermoso, magnífico, guapo y considerado que existe: Troy Borruws. Me casé con él apenas terminamos el bachillerato. Nada nos hace falta, somos una pareja complementaria. Cada uno posee cualidades que al otro le faltan eso es genial. Tenemos una hija; nuestra pequeña y luz de nuestros ojos: Elizabeth o Lizzie como le habían apodado nuestros familiares, esa pequeña que vino a alegrarnos más la vida. Así como lo digo todo suena perfecto, pero mi mundo de perfección se ha ido al caño, bueno, no todo mi mundo, solo una parte; nuestra vida sexual.

En pocas palabras ese aspecto era mágico y perfecto. Era un momento sin igual, donde Troy y yo comprobábamos que estábamos hechos el uno para el otro, pero lamentablemente algo tuvo que pasar que me vino a romper la burbuja de felicidad. Digamos que hace meses, mientras Troy y yo estábamos teniendo relaciones, ocurrió algo que nunca nos había pasado: él había llegado antes que yo y digamos que de un modo bastante incómodo para ambos; yo había quedado a medias. Lo peor es que ni siquiera quiso seguir, simplemente se levantó de la cama, se vistió y me dejó ahí tirada y con un orgasmo atorado.

Hace exactamente tres meses que ese pequeño incidente había ocurrido, tan pequeño que no le di mucha importancia en su momento, pero no había día en que no me recriminara por dejarlo pasar.

Desde que eso había ocurrido Troy ya no me tocaba –literal– pues apenas nos besábamos, porque cuando la situación comenzaba a subir de temperatura él simplemente se alejaba de mí diciendo que tenía trabajo o algún otro pendiente que tanto él como yo sabíamos que solo era una maldita escusa para no hacer el amor. ¡Harta! Ese era mi estado cuando mi marido hacía eso. No había nada de malo en que lo hiciéramos, pero desde que aquello pasó Troy le había agarrado pavor a tener algún encuentro de ese tipo conmigo y no era por estar necesitada, pero una vida sin sexo con Troy Borruws no era vida, simplemente él era como una droga en el aspecto sexual y yo era adicta a él.

Era por eso que había recurrido a mi mejor amiga en todo el mundo, Mia, que estaba enterada de toda la situación ya que no podía seguir guardando silencio. Aunque después de lo que ella me había aconsejado hacer tenía un ligero remordimiento por haber recurrido a ella, pero tal vez esto al fin daría solución a la "crisis sexual" que nos enfrentábamos en estos momentos.

El timbre sonó, sacándome de mis pensamientos. Salí rápidamente de mi habitación y fui a abrir. Sabía que mi hija lo habría hecho de no ser porque estaba de lo más entretenida pintando uno de sus dibujos sobre la alfombra de la sala. Abrí la puerta de un tirón, aunque prácticamente Mia la empujó haciéndome tambalear un poco.

— ¡Mia! —me quejé, sujetándome del pomo de la puerta, si no seguramente habría terminado en el piso.

—Lo siento, Emma —sonrió, poniendo unas bolsas sobre el sillón—. Hola mi sobrina preferida —fue hasta Elizabeth y le dio un sonoro beso en la mejilla—. ¿Cómo estás?

En realidad Mia no era tía de mi hija, no de sangre, pero ambas se querían con locura y eso me encantaba.

—Muy bien —contestó mi niña con una sonrisa—. Mira, hice un dragón —alzó su dibujo.

—Es hermoso —le dijo Mia tratando de reprimir sus risas—. Ahora ve por tus cosas porque esta noche te vas con tía Mia.

— ¿De verdad? —preguntó con sorpresa—. Mami, ¿es verdad que me voy con tía Mia?

—Yo n…

—Sí —me interrumpió Mia—. Ahora ve por tus cosas para dormir porque haremos pijamada en mi casa.

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