Prólogo: Side B

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Si Victor pudiera detener el tiempo, los fines de semana serían un buen momento para hacerlo

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Si Victor pudiera detener el tiempo, los fines de semana serían un buen momento para hacerlo.

Los días pintados de rojo en su calendario siempre tenían algo especial en ellos. Y él no se refería únicamente a la libertad que le traía estar libre del trabajo.

Ser entrenador y coreógrafo sin lugar a duda era, por decirlo menos, un trabajo extenuante. Los años habían logrado que Victor pudiera manejar su tiempo de manera particular, nunca tomaba más de dos alumnos al mismo tiempo, y nunca de manera permanente.

Victor podía recordar perfectamente el apretado itinerario de Yakov, y no era algo con lo que quisiera lidiar de momento. Yakov había sido un entrenador modelo, una sombra que Victor trataba de delinear muchos días de su vida, intentando encontrar su propia figura en ella.

Hasta ese momento, nunca había podido.

No tenía la gracia y el tino natural de Yakov. Pero tenía una escuela de patinaje a su nombre.

Victor era un entrenador, pero nunca sería Yakov.

Yakov entendía a sus patinadores, y los veía como familia -trabajaban como una manada, con una cabeza y una jerarquía-. Victor no era un líder, ni mucho menos la cabeza de una pirámide.

Pero sí era un padre.

Y los fines de semana, eran los días cuando podía sentirse libre de recordarlo.

—Victor.

La voz de Chris lo distrajo de su pequeña retahíla mental, mientras arrancaba una hoja del calendario de su oficina, dispuesto a lanzarla a la basura

— ¿Eh?

Respondió, notando que Chris le dedicaba una mirada que no se molestaba en ocultar su clara molestia.

—Estabas con la mente en otro lugar. De nuevo.

Puntuó. Sonaba cansado. Victor podía entender por qué.

—Lo lamento—Victor sabía que las disculpas verbales tenían sólo cierta cantidad de éxito con Chris, especialmente cuando uno las usaba tan seguido como él, pero no tenía más armas en su repertorio en ese momento—, estaba pensando en qué compraría esta noche. Ya sabes, para cenar.

Chris asintió sin muchas ganas entonces, aunque el cambio en su rictus parecía decirle que había entendido.

—Está bien—dijo simplemente, antes de comenzar a listar muchos lugares que -supuestamente- vendían la mejor comida italiana de la ciudad.

Chris era un apasionado de la misma, cosa que siempre había hecho reír a Victor, pero que siempre venía conveniente cuando trataba de pensar en un lugar que pudiera darle algo delicioso y que no pecara de ser demasiado exótico.

Annya estaba en esa etapa donde comer podía ser una tarea titánica si lo que veía en el plato no apelaba a su gusto.

Victor le agradeció la ayuda a Chris. Recibiendo un asentimiento y una palmada en la espalda.

Drawn in LilacDonde viven las historias. Descúbrelo ahora