Había pocas cosas que Yuuri disfrutara más que un fin de semana tranquilo. Y, eso era, porque durante muchos meses había encontrado que esos dos días de la semana, podían llevarlo a un estado que -quizá exagerando- podría calificar como histeria.
Yuuri intentaba ser comprensivo, y también intentaba ser racional. Pero a veces, simplemente no podía; creía que eso era un efecto secundario de convertirte en padre.
—Lo estás haciendo otra vez—canturreó Phichit, sentado a un lado suyo en el amplio sofá, ojeando desinteresadamente unos nuevos documentos que había traído para revisar.
Yuuri suspiró, incapaz de llevarle la contraria a su amigo.
Cuando estaba preocupado, realmente se notaba. No estaba seguro si era gracias a que ahora no usaba supresores para controlar sus ciclos y su aroma delataba francamente sus estados anímicos, o que Phichit había pasado demasiado tiempo en el papel de su mejor amigo.
Fuera lo que fuere, Yuuri solía ser siempre un cristal transparente a su lado.
—Dame algo de crédito—pidió, dejando su propia pila de documentos a un lado y dejando que su cuerpo se recargara contra lo mullido del sofá—, creo que he estado mejorando.
Phichit hizo un sonido apreciativo, al que Yuuri intentó no responder con un mohín de labios y frunciendo el ceño.
—Claro que sí, Yuuri—Y no era como si Yuuri no creyera en las palabras de su amigo, o algo parecido—Y eso es bueno—pero, a veces, creía que podía ser un poco condescendiente. Phichit quizá no lo notaba, o se había vuelto una costumbre tal que la mera realización del hecho se perdía entre tantas otras manías, pero Yuuri era capaz de verlo.
Eso de ser mejores amigos, después de todo, iba en ambos sentidos.
Yuuri reprimió el repentino deseo de reír, bajito y amargo, porque no parecía el momento para hacerlo. La mirada de Phichit se suavizó un momento, para luego imitarle y dejar sus documentos olvidados a un lado.
La escuela de baile estaba pasando por un momento complicado, habiendo perdido a dos maestros que enseñaban a la clase de adultos, y a una de la clase de principiantes. Phichit era bueno llevando las cuentas, tan bueno como lo era Yuuri; pero ninguno de ellos podía hacer milagros.
Aún si Yuuri lo había intentado, queriendo tomar dos de aquellos turnos extra. Phichit le había dedicado una mirada que intentaba ser mitad apreciativa, y mitad incrédula. Lo silencioso de su respuesta era capaz de decirle a Yuuri todo lo que sus labios no: aquello no era una buena idea.
Empero, y aún en contra del mejor juicio de su socio, Yuuri había tomado ambas clases hasta que encontraran un remplazo que ambos consideraran adecuado.
Tanto Phichit como Yuuri tenían su justo conocimiento en el arte del baile y de la enseñanza, uno más ducho que el otro; claramente. Empero, sus visiones en cuanto a maestros no podían ser más diferentes.
ESTÁS LEYENDO
Drawn in Lilac
FanficLa vida de Victor y Yuuri está dividida por los días el calendario. Los de fondo blanco y aquellos de color. Aquellos donde Yuuri se queda en casa y repasa los apuntes junto a su hija, mientras la comida se cose en la cocina y la ropa gira en la lav...